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Por qué no sabes cuál es la foto más icónica de Madrid
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Por qué no sabes cuál es la foto más icónica de Madrid

¿Ven como en Madrid somos muy de cambiar las cosas de sitio? Lo mismo estatuas que campos de fútbol. Hasta el río hemos movido. Normal que los turistas se hagan un lío

Foto: Las torres Kio, en una puesta de sol (Efe)
Las torres Kio, en una puesta de sol (Efe)

Madrid nunca ha tenido una foto emblemática para los turistas. No tiene una Fontana di Trevi a la que tirarle monedas mientras se intenta posar a codazos, ni dos comunistas dándose un beso de tornillo como el de Honecker y Brezhnev, el selfi más icónico del muro de Berlín. La Sirenita de Copenhague y el Maneken Pis bruselense sorprenderán siempre al turista en estas ciudades por lo pequeñas que son para la fama que tienen, pero ninguno se las pierde. En Madrid pasa al revés. Muchas estatuas para tan poca fama.

Madrid tampoco tiene una torre como la de Eiffel o la de Pisa para que los turistas echen el rato palpando el aire mientras buscan la perspectiva canónica. Inclinadas están las Torres Kio, sí, pero no es una foto muy buscada salvo entre fans de ‘El Día de la Bestia’. En aquella película de Alex de la Iglesia se pronosticaba que ahí nacería el anticristo, pero lo que nació fue el obelisco de Calatrava.

Madrid no tiene una gran torre, tiene cinco. Los cinco rascacielos de la Castellana forman lo más parecido a un skyline y han dejado pequeña la Torre Picasso. Pero tan famosas no serán las cinco torres si la gente se cree que siguen siendo cuatro. Y así no hay quien asiente un icono en el imaginario colectivo. Además, si para verlas en perspectiva hay que irse a Sanchinarro, que no es Brooklyn precisamente, eso tampoco ayuda.

Para ver las cinco torres hay que irse a Sanchinarro, que no es precisamente Brooklyn

Algunos intentan hacerse una foto como la de Pisa en la Puerta del Sol, sujetando el madroño por el lado opuesto al del oso. Aunque más que un lugar favorito para las fotos, el Oso y el Madroño solía ser un punto de encuentro entre madrileños. Esto era, claro, antes de que los móviles arruinaran la costumbre de quedar en un sitio fijo. Ojo. No es recomendable en Madrid tomar las estatuas de referencia para quedar, porque aquí los alcaldes son muy de cambiarlas de sitio.

Desde que quitaron el Oso y el Madroño del inicio de la Calle del Carmen le tengo perdida la pista. Por lo visto vuelve a estar en su emplazamiento original, unos metros más allá, entre la calle Alcalá y la Carrera de San Jerónimo. Antes lo que estaba en esa esquina era el anuncio luminoso de Tío Pepe, que después de llevar 80 años viendo pasar el tiempo en la Puerta del Sol, se perdió por un mes la acampada del 15- M. A Tío Pepe lo quitaron de en medio en abril de 2011 cuando cerraron el mítico Hotel París para poner la Apple Store. Tres años más tarde devolvieron a la plaza el anuncio de la bodeja jerezana, pero lo ubicaron en la esquina de la Calle del Carmen, que era donde estaba antes el Oso y el Madroño. ¿Ven como en Madrid somos muy de cambiar las cosas de sitio? Lo mismo estatuas que campos de fútbol. Hasta el río hemos movido. Normal que los turistas se hagan un lío para decidir dónde hacerse las fotos.

Sí hay monumentos emblemáticos en Madrid, claro que los hay. Pero más que pensados para visitarse lo están para ordenar el tráfico, por lo que no es fácil hacerse fotos con ellos. No hay más que ver al Colón que preside la Plaza que lleva su nombre, con el almirante dirigiendo en lo alto de la glorieta los coches que circulan entre Recoletos y Castellana. Mucho cuidado también con el tráfico al hacerse un selfie en la Puerta de Alcalá.

placeholder La decoración navideña de la Puerta de Alcalá (Efe)
La decoración navideña de la Puerta de Alcalá (Efe)

A la Cibeles tampoco es fácil acercarse. Raúl tuvo ese honor cuando capitaneaba el Real Madrid. Era la Anita Ekberg de la Cibeles, cuando aún les dejaban a los futbolistas bañarse en ella para colocarle una bufanda madridista a la diosa cada vez que el equipo ganaba un título. Por emular a sus ídolos, más de una vez hubo forofos que acabaron por arrancarle un brazo a la estatua de 1782, levantada por encargo de Carlos III​​. Un par de siglos y pico más tarde, el alcalde acabó por prohibir que se volviera a trepar por la estatua. Ni siquiera los campeones de Europa. Así que cuando en 2003 el Real Madrid volvió a ganar un título, Raúl no entendía que la policía ya no le dejaba subir en medio de las celebraciones: “¿Que lo ha prohibido el alcalde?”, cuentan que le dijo el futbolista a un guardia con la indignación de quien no esta acostumbrado a que le lleven la contraria: “¿Y no se puede hablar con el alcalde?”. Qué madrileño es también el ‘usted no sabe con quién está hablando’. Cuatro años después, al mítico siete del Madrid le pusieron una grúa para que pudiera colocarle de nuevo la bufanda a la diosa sin dar mal ejemplo. Meterse en la Cibeles con una grúa no tiene el mismo glamour que el neorrealismo de la Dolce Vita de Fellini, pero hay que reconocer, hablando de imágenes icónicas, que aquella grúa no es mal símbolo. Al fin y al cabo, Madrid era en 2007 capital de la burbuja inmobiliaria.

Madrid no tiene un Big Ben ni una Notre Dame ni un Coliseo. No hay un Golden Gate ni una Alhambra. Carece de ese monumento emblemático que identifique la ciudad internacionalmente y la cuele en la lista de las más fotografiadas del mundo. Sin embargo, eso tiene una enorme ventaja para quien descubre Madrid en esta época de ‘likes’ prefabricados. Lo fundamental es olvidar los ranking de Tripadvisor y abrir bien los ojos. Madrid es una ciudad sin muchas fotografías icónicas pero enormemente fotogénica. El arco de cuchilleros al atardecer, las aceitunas a granel del Rastro, los caramelos de Violeta en la Plaza de Canalejas. Es difícil decidir cuál sería la foto más icónica para Madrid porque hay que vivirla para verla. Cómo elegir entre un chocolate con churros y un bocata de calamares.

Madrid nunca ha tenido una foto emblemática para los turistas. No tiene una Fontana di Trevi a la que tirarle monedas mientras se intenta posar a codazos, ni dos comunistas dándose un beso de tornillo como el de Honecker y Brezhnev, el selfi más icónico del muro de Berlín. La Sirenita de Copenhague y el Maneken Pis bruselense sorprenderán siempre al turista en estas ciudades por lo pequeñas que son para la fama que tienen, pero ninguno se las pierde. En Madrid pasa al revés. Muchas estatuas para tan poca fama.

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