Segundo Párrafo
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Lo que no hablaron Yolanda Díaz y el papa Francisco
La reunión entre la política más valorada de España y el Papa ha sido un éxito más por lo que ambos callaron que por lo que compartieron
El papa Francisco recibió el sábado a Yolanda Díaz en el Palacio Apostólico. La cita duró 40 minutos, cinco más que el último encuentro del Pontífice con Pedro Sánchez y 40 más que el de Pablo Iglesias, que nunca logró ser recibido en la Santa Sede cuando era vicepresidente ni para un besamanos. La visita de Díaz a Roma ha molestado a la derecha, pero también ha habido recelos en la parte socialista del Gobierno. La vicepresidenta primera, Nadia Calviño, quitaba importancia al encuentro de Díaz diciendo que ella también había estado “dos veces” con el Papa “y es de lo más normal”. No lo es tanto, en realidad. Calviño solo estuvo en un encuentro organizado por la ONU al que Bergoglio asistió y luego coincidieron en un seminario, pero por videoconferencia. Tampoco Soraya Sáenz de Santamaría cuando era vicepresidenta tuvo una recepción como la de Díaz, una audiencia más propia para jefes de Gobierno. Carmen Calvo y María Teresa Fernández de la Vega, cuando eran vicepresidentas, fueron recibidas en el Vaticano por secretarios de Estado.
El papa Francisco y la vicepresidenta Yolanda Díaz han mostrado mucha sintonía. Hablaron de la importancia de que la gente tenga un trabajo digno y de calidad. Dialogaron también sobre la pandemia y el futuro del planeta. Es decir, trataron solo los temas en los que ambos estaban de acuerdo. Es difícil no estarlo. Cómo no estar a favor del empleo de calidad y del futuro del planeta. De la pandemia, es de suponer que ambos se declararon en contra. Noticia hubiera sido lo contrario. Y noticia podría ser también todo lo que no hablaron la vicepresidenta y el papa Francisco.
A petición del Vaticano, no ha trascendido el grueso de la reunión, pero el tono cordial da una pista de que para lograr la foto hubo más tiempo acordando los silencios que los temas de la agenda. No consta que hablaran de las inmatriculaciones de la Iglesia, ni del aborto, ni de la eutanasia. La vicepresidenta del ala podemita del Gobierno no tuvo ocasión de hablar con Bergoglio de lo que este opina de la ley del aborto. Según ha dicho el Papa en alguna ocasión, abortar es como “alquilar un sicario”. Y la ley de eutanasia, que el Congreso aprobó hace nueve meses con los votos en contra de PP y Vox, la considera parte de “la cultura del descarte”. No trataron estos temas.
Bergoglio se ha mostrado a menudo más cerca de los postulados de Vox que de los de Unidas Podemos y PSOE
Tampoco consta que hubiera mención en el encuentro a las leyes LGTBI, contra las que recurrentemente se manifiesta la Iglesia en España, ni ha trascendido que charlaran sobre feminismo, que en una ocasión este Papa alertó de que acaba siendo “machismo con falda”. En ambos casos, Bergoglio se ha mostrado a menudo más cerca de los postulados de Vox que de los de Podemos y el PSOE.
Tras su visita al ultraconservador primer ministro húngaro en septiembre, el papa Francisco se posicionó contra la protección del matrimonio homosexual en la UE porque, según el líder de la Iglesia católica, no se deben “imponer cosas que en la naturaleza de la Iglesia no encajan”. En aquella visita a Orbán, como ha hecho ahora con Yolanda Díaz, el Papa solo habló de cuestiones con las que ambos estaban de acuerdo. La familia fue el asunto estrella en la reunión del Pontífice con el primer ministro húngaro. Lástima que con él no hablara una palabra de inmigración, que es un tema que preocupa al Santo Padre cuando está con Yolanda Díaz. Con todo lo que denuncia Francisco que se deje de lado en Europa a las familias migrantes y refugiados, hubiera sido más útil comentárselo al líder del movimiento antiinmigración en Europa. Si Bergoglio hablara de inmigración con Orbán y de los modelos de familia con Yolanda Díaz, en vez de al revés, sus audiencias serían mucho más interesantes. Con Orbán, por cierto, también estuvo 40 minutos.
Para Francisco, hay que ser comprensivos con las personas que tengan tendencia homosexual, pero no aprueba que practiquen sexo con quien les parezca porque eso ya sería pecado. Considera que matrimonio solo puede llamarse a la unión entre un hombre y una mujer y tampoco le agradan las leyes contra la homofobia. Solo hay que remontarse a hace un par de meses para ver que este papado no ha cambiado tanto con respecto a los anteriores. Fue la presión del Vaticano en Roma, junto con los partidos de la ultraderecha de Matteo Salvini, lo que logró paralizar en Italia el proyecto de ley contra la homofobia y la transfobia.
Yolanda Díaz quiere conseguir con los votantes católicos lo que Bergoglio ya ha logrado con buena parte de la izquierda
El papa Francisco es el jefe de la cúpula eclesial española. Fue él quien nombró a José Ignacio Munilla hace cinco días obispo de Alicante, tras 12 años en la diócesis donostiarra. No es fácil imaginar que Yolanda Díaz tuviera un encuentro cordial, con fotos y regalos, con Munilla, que califica el aborto como un “holocausto silencioso” y a los homosexuales de enfermos que “necesitan sanación”. No es muy distinto lo que opinan este obispo y Bergoglio. A Évole este le dijo que los padres que sospechen que su hijo es homosexual consulten al psicólogo. “Quien aborta, asesina”, sentenció luego en aquel vuelo de regreso de Hungría.
Tiene todo el sentido que la vicepresidenta hablara de la reforma laboral, que para algo es su competencia, con permiso de Nadia Calviño. Lo suyo hubiera sido entonces que el papa Francisco tratara también los temas en los que tiene jurisdicción. Tampoco da tiempo a todo en 40 minutos, es verdad. Pero además de la reforma laboral y del cambio climático, asuntos en los que el papa Francisco no manda, es una lástima que no encontraran ocasión para hablar sobre los planes del Pontífice para combatir la pederastia en la Iglesia católica en España. Eso sí depende de él. A diferencia de Francia y Alemania, en España la Iglesia sigue descartando investigar los casos de abusos sexuales a menores cometidos por religiosos. En países en los que lo han hecho, han aflorado decenas de miles de casos.
Así que si la reunión entre la política más valorada de España y el papa Francisco ha sido un éxito, es más por lo que callaron que por lo que compartieron. Los dos salen ganando con un encuentro cordial que olvida las contradicciones. Al fin y al cabo, Yolanda Díaz quiere conseguir con los votantes católicos lo que Bergoglio ya ha logrado con buena parte de la izquierda. Parecer uno de los suyos.
El papa Francisco recibió el sábado a Yolanda Díaz en el Palacio Apostólico. La cita duró 40 minutos, cinco más que el último encuentro del Pontífice con Pedro Sánchez y 40 más que el de Pablo Iglesias, que nunca logró ser recibido en la Santa Sede cuando era vicepresidente ni para un besamanos. La visita de Díaz a Roma ha molestado a la derecha, pero también ha habido recelos en la parte socialista del Gobierno. La vicepresidenta primera, Nadia Calviño, quitaba importancia al encuentro de Díaz diciendo que ella también había estado “dos veces” con el Papa “y es de lo más normal”. No lo es tanto, en realidad. Calviño solo estuvo en un encuentro organizado por la ONU al que Bergoglio asistió y luego coincidieron en un seminario, pero por videoconferencia. Tampoco Soraya Sáenz de Santamaría cuando era vicepresidenta tuvo una recepción como la de Díaz, una audiencia más propia para jefes de Gobierno. Carmen Calvo y María Teresa Fernández de la Vega, cuando eran vicepresidentas, fueron recibidas en el Vaticano por secretarios de Estado.