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El espejismo del cambio de ciclo
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Marta García Aller

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El espejismo del cambio de ciclo

Cuando Mañueco terminó su discurso no estaba Pablo Casado a su lado, mostrándole su apoyo, y haciéndose un hueco en el escenario como cuando Ayuso ganó el 4-M

Foto: El presidente de la Junta y candidato del PP en las elecciones de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. (EFE/J.M. García)
El presidente de la Junta y candidato del PP en las elecciones de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. (EFE/J.M. García)
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Nada más subirse al atril para valorar el resultado de las elecciones, entre aplausos, Alfonso Fernández Mañueco pidió agua. Necesitó un trago antes de anunciar desde Salamanca que el PP había ganado las elecciones en Castilla y León. Es extraño, porque normalmente la victoria no reseca tanto la boca. El presidente en funciones de la Junta empezó diciendo que estaba muy satisfecho con el respaldo recibido (31), uno que mejora un pelín su resultado anterior, pero no le da para gobernar en solitario, que era lo que quería cuando adelantó las elecciones por sorpresa.

Mañueco pegó otro trago antes de seguir hablando. Prometió a continuación un Gobierno "estable y fuerte" que no se decidiera "en los despachos", que es donde en 2019, aunque entonces el PP perdiera las elecciones, consiguió la Junta gracias al apoyo de Cs, que en paz descanse. Cuando Mañueco terminó su discurso no estaba Pablo Casado a su lado, mostrándole su apoyo, y haciéndose un hueco en el escenario como cuando Ayuso ganó las elecciones del 4-M. Hay victorias y victorias. La del 13-F es de las que Casado prefiere solventar con un simple tuit en el que anuncia "un cambio de ciclo" que lo único que cambia es la euforia de Vox, que con 13 procuradores tiene la llave de un Gobierno donde hasta ahora era irrelevante.

Mientras hablaba Mañueco en Salamanca, en Valladolid estaba Abascal celebrando su triunfo electoral bajo la lluvia y exigiendo la vicepresidencia de la Junta para Juan García-Gallardo, el candidato de Vox en Castilla y León, que no ha necesitado que nos aprendamos su nombre en la campaña para ser el gran triunfador de la noche. Su entrada o no en el Gobierno de Mañueco se decidirá, claro, en los despachos.

Las elecciones de Castilla y León las ha ganado el PP, pero las ha perdido Pablo Casado. El único objetivo que ha conseguido Génova de todos los que se había planteado con este adelanto electoral ha sido acabar con Ciudadanos (1), y ni siquiera habría necesitado adelantar estas elecciones para ello, porque Cs ya se estaba desintegrando solito.

Con el 13-F, el PP oficialmente quería conseguir un Gobierno más sólido en Castilla y León y una victoria que debilitara a Sánchez. Extraoficialmente, Génova también aspiraba a diluir el tirón de Ayuso apoyándose en un efecto Mañueco primero y un efecto Moreno Bonilla después. Calcularon los estrategas de Casado que un liderazgo en solitario en Castilla y León allanaría el camino en las elecciones andaluzas y debilitaría la alargada sombra del efecto Ayuso en las luchas internas del partido. No es esto lo que ha pasado.

Foto: El candidato del PP a la Presidencia de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, ejerce su derecho al voto este domingo. (EFE/JMGarcía)
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En vez de diluir el liderazgo de Ayuso y asustar a Sánchez, lo que el PP ha conseguido con el adelanto electoral en Castilla y León (porque la Junta de Castilla y León ya la tenía) es cambiar un socio moderado por otro al que el propio Casado ha calificado de "extrema derecha", y al que ha acusado de "populismo antiliberal" y "oportunismo demagógico". Si Casado sigue pensando lo mismo que dijo en la moción de censura fallida a Sánchez, en octubre de 2020, es improbable que considere una buena noticia que el adelanto electoral haya fortalecido a Vox, su principal competidor en las urnas.

Gobierne o no en Castilla y León con el partido de Abascal, Vox sale ganando porque recobra un protagonismo que estaba perdiendo. No parece que esto sea una mala noticia para Sánchez ni que al presidente del Gobierno le quite el sueño el resultado del 13-F, como barruntaba Teodoro García Egea al salir a valorar los resultados en Génova. El cambio de ciclo que anunciaba el PP y que empieza en Castilla y León no es el que Génova esperaba. No afianza el liderazgo de Mañueco ni el de Casado, sino el de Abascal y el éxito de los partidos regionalistas como Soria ¡Ya! (con el 42% de los votos de su provincia). Un liderazgo débil en el PP con un Vox cada vez más fuerte no es una buena noticia para Casado.

Tampoco la noche del 13-F ha sido buena para el PSOE, pero no tan mala como para que en Moncloa se la tomen como un antes y un después. El socialista Luis Tudanca ha perdido estas elecciones (de 35 a 28 procuradores), pero Sánchez puede sacar tajada de ellas. Al PSOE le han puesto en bandeja insistir en que es la única alternativa a un Gobierno con Vox, como ya se encargó de subrayar Adriana Lastra la misma noche electoral. Fue la vicesecretaria general del PSOE la que salió a decir que el resultado del 13-F era un "fracaso" para el PP. Si no lo hubiera sido también para el PSOE, no habría sido ella la encargada de salir a dar la cara. La mejor prueba de que no fue una buena noche para el bipartidismo es que ninguno de sus líderes salió a celebrar nada.

Nada más subirse al atril para valorar el resultado de las elecciones, entre aplausos, Alfonso Fernández Mañueco pidió agua. Necesitó un trago antes de anunciar desde Salamanca que el PP había ganado las elecciones en Castilla y León. Es extraño, porque normalmente la victoria no reseca tanto la boca. El presidente en funciones de la Junta empezó diciendo que estaba muy satisfecho con el respaldo recibido (31), uno que mejora un pelín su resultado anterior, pero no le da para gobernar en solitario, que era lo que quería cuando adelantó las elecciones por sorpresa.

Castilla y León Pablo Casado Partido Popular (PP)