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Casado no podía ganar, Ayuso aún puede perder
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Marta García Aller

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Casado no podía ganar, Ayuso aún puede perder

En esta guerra, Génova no calculó que en el PP se perdonan menos las chapuzas que las sospechas de corrupción

Foto: Simpatizantes de Ayuso, durante la concentración del domingo. (EFE/E. Naranjo)
Simpatizantes de Ayuso, durante la concentración del domingo. (EFE/E. Naranjo)
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"Qué bochorno" es seguramente la expresión más repetida al hablar estos días con cargos y votantes del Partido Popular. “La vergüenza ha sido espantosa”, dice una. “Ha sido como ver insultarse a tu propia familia a gritos en medio de la calle”, se lamenta otra. “Mucha pena”, los más sentidos. “Menudos niñatos”, los enfadados. Esto es lo más suave que se oye del enfrentamiento entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, que aún puede acabar con al menos uno de los dos examigos como exdirigente del PP. Casado es el que más papeletas tiene, cuestionado por la mayoría de barones regionales por la gestión de esta crisis.

No ha pasado ni una semana. En cuanto el jueves empezaron a echarse en cara públicamente acusaciones cruzadas, la de que Génova mandó espiar a Ayuso y la de que el hermano de Ayuso cobró comisiones con dinero público, ella tenía las de ganar. En parte, porque su versión era la más entretenida. El domingo, miles de personas a las puertas de Génova 13 pedían la dimisión de la ejecutiva del PP. No había, sin embargo, manifestación alguna en Sol exigiendo a Ayuso que mostrase la letra pequeña de sus facturas. En esta guerra, Génova no calculó que en el PP se perdonan menos las chapuzas que las sospechas de corrupción. En Sol parecían tenerlo claro desde el principio.

Casado sobrevaloró el peso de su cargo orgánico e infravaloró el fenómeno fan de los 'ayusers'

Los votantes del partido de la Gürtel y la Púnica, de Lezo y de la Kitchen llevan muchos años haciendo la vista gorda en las urnas ante escándalos de cientos de millones como para entender que su líder haga saltar el partido por los aires por una supuesta comisión de 286.000 euros de la que el propio Casado reconocía el viernes en COPE no tener pruebas. El 71% de los votantes del PP se puso enseguida de parte de Ayuso, mientras que en Madrid el apoyo a la presidenta subía al 84% con solo un 1% a favor de Casado, según un sondeo a pie de tangana realizado por El Confidencial.

Casado sobrevaloró el peso de su cargo orgánico e infravaloró el fenómeno fan de los ‘ayusers’. A eso hay que sumarle el desgaste de las chapuzas de estos días, tanto la de indicios de la red de espionaje contra la líder madrileña revelados por El Confidencial que desataron la crisis, como la torpeza en la gestión posterior del enfrentamiento. Por el momento, solo ha habido una dimisión, la de Ángel Carromero, coordinador general en el Ayuntamiento de Madrid. A él señalaban las primeras informaciones de que el círculo de confianza de Teodoro García Egea había solicitado presupuesto a una agencia de detectives para investigar a Ayuso y que no lograron contratarla porque se les iba de precio. Es difícil calibrar qué habrá sentado peor internamente, si la sospecha de que desde la cúpula de Génova se maniobrara para espiar a una de sus líderes o la torpeza de que no supieran ni cómo hacerlo.

De ‘Juego de tronos’ a ‘Melrose Place’

Las metáforas televisivas para explicar la guerra abierta entre los dos dirigentes empezaron la semana en ‘Juego de tronos’ y ‘House of Cards’, pero a medida que subía el tono bajaba el nivel. La trama no ha tardado en parecerse más a una sátira a lo ‘Vamos Juan’ tirando a ‘Melrose Place’, el culebrón adolescente de moda cuando Ayuso y Casado empezaban en Nuevas Generaciones. Al fin y al cabo, la sinopsis de este drama muestra al PP en manos de un grupo de jóvenes examigos con envidias cruzadas que se vengan, odian e insultan hasta destruirse a la vista de todos. No es extraño que los programas de política le hayan quitado esta semana mucha audiencia a 'Sálvame'.

La derecha no está acostumbrada a despellejarse en directo. De ahí el sonrojo. La izquierda ha tenido muchas guerras fratricidas en público, con manifestaciones y mariachis a las puertas de Ferraz como los que ahora han ido a Génova, pero de la derecha de toda la vida qué menos que esperar buenos modales durante el intercambio de puñales. “La tensión era tal que hacía falta una catarsis”, reconoce una diputada popular que prefiere no alinearse, “pero no así”. Así quiere decir sin disimulo.

Isabel Díaz Ayuso salió el jueves pasado en una rueda de prensa kamikaze vestida de blanco y con cara de no haber roto un plato pero dispuesta a romper el partido en dos. Acusó a Génova de haberla espiado y tratarla sin pruebas de corrupta. Horas más tarde habló Egea para negar lo primero y confirmar lo segundo. El secretario general del PP dejó claro que la dirección del partido tenía desde septiembre sospechas de “un supuesto cobro de comisiones” de la presidenta madrileña. Otra torpeza. No calculó que esa acusación no solo la metía en problemas a ella, también a la cúpula del partido, y reconocía su falta de pericia para resolver el asunto en todo este tiempo. Tratando de proteger a Casado, Egea dejaba clara su debilidad.

Egea y Casado podían tener razón sobre la falta de ejemplaridad de la presidenta madrileña por las supuestas irregularidades

Si Génova tenía indicios de corrupción de Ayuso desde hace seis meses, ¿cómo es que tardó tanto en abrirle el expediente? Si sospechaban que era corrupta, ¿por qué la pasearon como reclamo por la campaña de Castilla y León? Y si Génova reconocía haber recibido “una información con datos fiscales y bancarios” del hermano de la presidenta, ¿de dónde habían sacado datos confidenciales si no la habían espiado?

La dirección nacional del PP llegó a amenazar incluso con echar a Ayuso del partido por sus “acusaciones gravísimas, casi delictivas” contra el líder del PP, pero ella seguía sin retractarse. Casado fue el primero en recular desacreditándose de nuevo. Más torpeza. Sostenía inicialmente que si le preocupaban los contratos del hermano de Ayuso era para buscar la ejemplaridad y la regeneración, no por encontrar munición en las batallas internas por el control del partido en Madrid. El intento de Génova de quedar como adalid anticorrupción no resultaba muy verosímil, pero quedó claro que no se lo creían ni ellos cuando unas horas después de abrirle expediente a Ayuso, se cerraba el caso para enfriar la crisis y sin explicar siquiera con qué pruebas. De pronto dejaron de ser relevantes la ejemplaridad y lo que dijera del caso la Fiscalía.

Egea y Casado podían tener razón sobre la falta de ejemplaridad de la presidenta madrileña por las supuestas irregularidades en la adjudicación de un contrato público de 1,5 millones de euros a la empresa de su hermano durante la pandemia, pero se la han quitado ellos solos al retractarse de repente y dar por buenas las explicaciones de Ayuso en una reunión del viernes que ella misma consideró infructuosa. La presidenta, por su parte, no retira las acusaciones de espionaje que Génova niega, no ondea ninguna bandera blanca y sigue exigiendo adelantar el congreso de Madrid.

El partido quiere tratar de resolver esta crisis guardando las formas que Pablo Casado y Ayuso no han respetado

Está claro que ella es la ganadora del pulso a Casado. Igual que hace un año y medio el enfrentamiento con Pedro Sánchez durante la gestión de la pandemia ayudó a forjar su leyenda, con el desafío al aparato del partido esperaba reforzarla. Sin embargo, una cosa es que Ayuso gane a Casado y otra que esto le sirva para conquistar el poder nacional. En el PP, muchos creen que Ayuso también queda tocada. Entre los barones hay malestar por el desgaste al que ambos líderes han sometido públicamente al partido. No hay dudas de que ella debe seguir estando al frente de la Comunidad de Madrid, pero sí de que deba suceder a Casado, algo a lo que, por otra parte, nunca ha reconocido aspirar.

De lo que los barones populares ya tienen suficientes pruebas es de la falta de liderazgo de Pablo Casado y, mientras se va aclarando el caso del hermano de Ayuso, empiezan a hablar de una tercera vía para sucederle. Todas las miradas están puestas en Núñez Feijóo. Cada vez más voces piden un congreso extraordinario que renueve el liderazgo del partido. Eso sí, solo se oyen, de momento, en privado. Puede interpretarse como un ejercicio de cinismo o simplemente como que las conspiraciones por el poder van volviendo al cauce de la discreción. El partido quiere tratar de resolver esta crisis guardando las formas que Casado y Ayuso no han respetado. Al fin y al cabo, lo que más ha escandalizado estos días en el PP no es que hubiera sospechas internas de espionaje y corrupción, sino el bochorno de que las hayan aireado en público.

"Qué bochorno" es seguramente la expresión más repetida al hablar estos días con cargos y votantes del Partido Popular. “La vergüenza ha sido espantosa”, dice una. “Ha sido como ver insultarse a tu propia familia a gritos en medio de la calle”, se lamenta otra. “Mucha pena”, los más sentidos. “Menudos niñatos”, los enfadados. Esto es lo más suave que se oye del enfrentamiento entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado, que aún puede acabar con al menos uno de los dos examigos como exdirigente del PP. Casado es el que más papeletas tiene, cuestionado por la mayoría de barones regionales por la gestión de esta crisis.

Isabel Díaz Ayuso Pablo Casado Partido Popular (PP)