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¿Quién imita ahora a Putin? El hundimiento del macho alfa que admiraban los machitos
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Marta García Aller

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¿Quién imita ahora a Putin? El hundimiento del macho alfa que admiraban los machitos

Está por ver si decaerá el estilo 'machirulo' en política, del que estaban surgiendo tantos imitadores entre líderes iliberales de Occidente. Contraindicaciones no le faltan

Foto: Caricatura de Putin y un oso. (EFE/Sergei Ilnitsky)
Caricatura de Putin y un oso. (EFE/Sergei Ilnitsky)
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Putin no solo ha debido de estar rebuscando mapas del antiguo imperio ruso para intentar emularlo, también todos los viejos clichés de la masculinidad tradicional. Le hemos visto posando a caballo con el torso descubierto, acariciando tigres y levantando pesas en su posado de verano de su casa de Sochi. Putin a bordo de un avión de combate, Putin conduciendo un Fórmula 1, Putin empuñando un fusil. El ruso se había ido afianzando, sobre todo en la última década, como el ‘madelman’ de los autócratas.

El estilo putinesco ha marcado escuela para los aprendices de machitos alfa que tanto han proliferado en los últimos años entre los líderes iliberales de Occidente. Putin puso de moda este estilo de tipo duro a la antigua usanza. Y ahora que los desastres de la guerra de Ucrania y la amenaza de una Tercera Guerra Mundial que esta trae consigo lo han convertido en un proscrito, está por ver si decaerá también este estilo de liderazgo del que estaban surgiendo tantos imitadores. Contraindicaciones, desde luego, no le faltan.

Admirar a Putin y su machirulismo estaba sorprendentemente bien visto entre algunos políticos de países democráticos hasta poco antes de la invasión de Ucrania. De Bolsonaro a Le Pen y Salvini, con Trump a la cabeza, muchos habían mostrado públicamente afecto y admiración por el exagente de la KGB que prometía restaurar la gloria del imperio ruso, a la vez que denunciaba la lacra moral en la que, a su juicio, estaba derivando Occidente. Menos sorprendente es que otros dictadores como Maduro y Duterte sigan admirándole.

Foto: Foto: Reuters/Lisi Niesner. Opinión
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Una de las características del liderazgo del macho alfa al estilo Putin es que ha de presumir de ser heterosexual, muy heterosexual. Eso de que haya países donde cada uno pueda casarse con quien le dé la gana a Putin le parecía tan mal que en 2013 aprobó una ley que prohíbe las expresiones de lo que el Kremlin considera “propaganda gay”. En Rusia, desde entonces, es ilegal equiparar una relación gay con una heterosexual, así como hablar sobre los derechos de los homosexuales a menores. ¿Les suena? Orbán también lo llama “propaganda homosexual”, Bolsonaro dice “kit gay”, Abascal “pin parental”. Un machito alfa que se precie no solo necesita fotos a caballo, también una buena campaña anti-LGTBI para afianzar su manera de entender la masculinidad como la única válida.

Putin lo ha tenido más fácil para acabar con estos y otros derechos fundamentales, claro, porque en un régimen que aniquila cualquier opositor, metafórica y literalmente, siempre resulta más fácil reprimir derechos. Mientras Putin se hacía sus fotos de machote y algunos en Occidente admiraban abiertamente su liderazgo, los líderes rusos que han tratado de armar una alternativa y tenían alguna posibilidad de lograrlo han ido desapareciendo. Por citar solo los dos últimos, uno está en la cárcel y el otro muerto.

Alekséi Navalni, líder de la oposición y organizador de las grandes manifestaciones en los últimos años contra Putin, es el que está en la cárcel después de haber sobrevivido a un intento de envenenamiento en Alemania por el que culpó directamente a Putin. Antes había logrado mucho apoyo social Boris Nemstov. Fue quien estuvo detrás de las multitudinarias manifestaciones contra Putin por la anexión de Crimea en 2014, cuando todavía decenas de miles de rusos se atrevían a salir a la calle a protestar y los medios, a informar de ello. Nemstov fue asesinado en un puente del centro de Moscú en 2015 cuando salía de cenar frente al Kremlin. Ese mismo año, Trump no tenía reparos en alabarlo. Hasta unos días antes de la invasión de Ucrania, seguía diciendo que es un tipo genial, un tipo duro que cotizaba al alza entre los machitos alfa de la política.

Los osos no son idiotas

En 2018, cuando los índices de popularidad de Putin estaban en su nivel más bajo desde que anexó Crimea en 2014, un programa en la televisión estatal rusa titulado 'Moscú. Kremlin. Putin' mostraba de nuevo al líder ruso como un hombre vigoroso a sus sesenta y tantos. Las imágenes mostraban que Putin no tenía miedo a los animales más salvajes. Es más, eran los osos los que le tenían miedo a él. O eso podía deducirse de las palabras de Dmitri S. Peskov, su secretario de prensa: “Los osos no son idiotas. Si ven a Putin, se comportarán correctamente”. Es difícil diferenciar la propaganda en serio de los comentarios en forma de burla que se acumularon en YouTube tras esta emisión. El que según 'The New York Times' tenía más ‘me gusta’ tras la emisión del programa decía, en ruso: “Los tigres y los osos se comportaron decentemente, se inclinaron y besaron las manos de Putin, expresaron palabras de apoyo”. Alabarle hasta lo absurdo es más seguro que criticarlo.

Obviar que el liderazgo que se admira se cultiva en un régimen que reprime la libertad de expresión y en el que cada vez que surge un movimiento opositor su líder acaba en la cárcel o asesinado ha podido llevar a confusión sobre la conveniencia de este tipo de figuras a no pocos machitos alfa. No solo ha confundido a sus admiradores, también al propio Putin. Tras tres semanas de guerra, va quedando claro que Rusia no calculó bien sus fuerzas en Ucrania.

Igual que un narcisista al mirarse al espejo se ve delirantemente irresistible, los planes del Ejército ruso comandados por el macho alfa resultaron ser demasiado optimistas. Debe de ser difícil enterarse de lo que pasa viviendo en el Kremlin cuando tanto dentro como fuera de él llevar la contraria al líder está prohibido. Así que ese hombre fuerte a caballo, el que hablaba tan claro y gustaba a los amantes de los hombres fuertes y sin complejos, resulta que es alguien pésimamente informado a la hora de tomar decisiones.

Foto: McDonald's en Rusia. (EFE) Opinión

Rodearse de personas atemorizadas por las represalias de contar lo que no funciona en una operación militar a gran escala empieza a probarse poco práctico en una guerra compleja que necesita información fiable para la toma de decisiones. Como Putin no está satisfecho con su servicio de Inteligencia, ha arrestado a los jefes responsables en plena contienda. Y difícilmente mejorará la calidad de la información que Putin reciba de los nuevos responsables que, viendo lo que les ha pasado a sus predecesores, tengan aún más miedo a las represalias.

Esto no son necesariamente buenas noticias para Ucrania y el resto de Europa. Putin mal informado no es necesariamente más vulnerable y que el Ejército ruso sea más incompetente de lo esperado no lo hace menos peligroso. Una de las razones por las que el Ejército de Rusia está dando más miedo en esta fase de la guerra es precisamente porque los errores están haciendo a Putin recurrir a tácticas más arriesgadas y brutales contra los civiles ucranianos. Y cuanto peor va la guerra, mayor el riesgo potencial de una escalada del conflicto a la desesperada.

La caída en desgracia del tirano está haciendo que renieguen de él muchos de quienes hasta hace poco lo alababan. Pero no basta con que le retiren el apoyo los políticos occidentales que llevan tanto tiempo alabando los modos de Putin, aceptando lecciones desde las democracias occidentales de un autócrata luciendo musculitos a caballo, envidiando la mano dura frente a la capacidad de negociación y la búsqueda de consensos, promoviendo la represión de la diferencia frente a la diversidad. Además de retirarle el apoyo, deberían replantearse el espejo deformado en el que se estaban mirando. Admirar a Putin en público ha pasado a estar mal visto. Ojalá imitarlo también.

Putin no solo ha debido de estar rebuscando mapas del antiguo imperio ruso para intentar emularlo, también todos los viejos clichés de la masculinidad tradicional. Le hemos visto posando a caballo con el torso descubierto, acariciando tigres y levantando pesas en su posado de verano de su casa de Sochi. Putin a bordo de un avión de combate, Putin conduciendo un Fórmula 1, Putin empuñando un fusil. El ruso se había ido afianzando, sobre todo en la última década, como el ‘madelman’ de los autócratas.

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