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Si Will Smith fuera pobre
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Marta García Aller

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Si Will Smith fuera pobre

Más interesante que ver el lado oscuro de una estrella de Hollywood es descubrir cuánta gente le defiende por una actitud de la que él mismo se arrepiente

Foto: Foto: Reuters/Brian Snyder.
Foto: Reuters/Brian Snyder.
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Lo más sorprendente del lamentable episodio de la ceremonia de los Oscar, en el que Will Smith agredió al cómico Chris Rock por un chiste sobre su mujer que le disgustó, es la cantidad de gente que de pronto parece de acuerdo en que hacer bromas sobre el aspecto de una mujer es tan de mal gusto que la hostia está justificada. Smith ya ha pedido disculpas y la Academia ha iniciado una investigación, pero no faltan quienes creen que Smith se quedó corto. Llega a ser su mujer y le parten la cara, añaden otros.

Me surgen varias dudas en esta historia en la que tanta gente se está viniendo arriba con las mejillas ajenas. Una es si no estarán aumentando ya las matrículas en clases de esgrima para que vuelvan los duelos como Dios manda de tantos partidarios que parecen tener estos ajustes de cuentas. Mucho más estiloso el florete que el manotazo, caballeros. Y puestos a volver a siglo XVII, mejor hacerlo con elegancia. Piénsenlo.

Foto: Will Smith, en la fiesta posterior a los Oscar. (Reuters/Danny Moloshok)

Otra duda es si esta gente que justifica la agresión violenta por una ofensa a la esposa de alguien no será la misma que luego se queja de que ya no se pueda decir nada a una mujer. No serán los mismos, ¿no? Cómo van a ser los que se quejan de que haya tantos ofendiditos con remilgos en el humor y los piropos los mismos que dan al ofendido derecho a la violencia como réplica. Sería extraño, no me digan que no.

Sorprendentemente, sin embargo, se está dando el caso. Los hay que justifican el guantazo visceral por un chiste desafortunado, pero no entienden que cada vez más mujeres se quejen en alto de tener que soportar comentarios sobre su físico sin haber pedido opinión al respecto, sea buena o mala, hartas de dar explicaciones de su pelo o falta de él, de sus tetas o falta de ellas, de su gordura o su delgadez.

Nada impide ser rancio e incoherente a la vez, es verdad, pero me está generando muchas dudas. Cómo se puede justificar la agresión de Will Smith en los Oscar delante de 10 millones de espectadores, es decir, creer que un hombre tiene derecho a cruzarle la cara al tipo que ofende a su pareja, pero luego quejarse de que a las mujeres ya no se les pueda decir nada sin que se ofendan. ¿O querrán decir que ya no se les puede decir nada a las mujeres ni cuando no está su marido delante? Qué extraña coincidencia.

Foto: Smith, con el Oscar. (EFE/EPA/Nina Prommer)

El caso de Will Smith está siendo muy revelador, no solo porque haya mostrado en ‘prime time’ el lado más oscuro de una estrella de Hollywood, echando por tierra su carrera el mismo día que la consagraba con su anhelado Oscar. Más interesante es descubrir cuánta gente le defiende por una actitud de la que él mismo se arrepiente.

Lo de Will Smith es distinto, me dirá amablemente esta buena gente. Y supongo yo que lo harán muy amablemente viendo los sensibles que son a que una mujer se pueda ofender por una falta de respeto. Es diferente, dirán, porque lo que Chris Rock dijo de la alopecia de Jada Pinkett-Smith es de muy mal gusto al deberse a una enfermedad. Lo es. ¿Entonces es el mal gusto lo que justifica una agresión física? ¿O lo es que el marido se sienta en obligación de defenderla aun habiéndose reído él mismo del chiste? Y si en vez de sobre su enfermedad el cómico hubiera hecho un comentario zafio sobre lo buena que está, ¿acaso no podría también sacar el florete y defender el honor de su dama? ¿Y ella qué opina de todo esto?

Los que justifican el uso de la violencia para defender a sus mujeres seguro que lo entenderán también para defender el honor de las mujeres de los demás. Esperemos que las solteras tengan un padre o un hermano a mano que las defienda. Si lo estoy entendiendo bien, ya se encargan ellos de todo.

Foto: Will Smith y Jada Pinkett Smith, en los Oscar 2022. (Getty/Mike Coppola)

Si nos ponemos a justificar agresiones físicas en función del amor que cada uno tenga a su familia y lo fina que lleve la piel a una gala, habría que preguntar a todos los asistentes y a sus familias cuántos de ellos se han sentido molestos por las bromas de las que han sido objeto esa noche, evaluar su pertinencia en un comité del buen gusto y establecer el número de latigazos al que cada cual tiene derecho por ofensa. Si no, solo se desahogarán los que tengan problemas en gestionar su ira o la fama suficiente para irse de rositas. ¿Lo estoy entendiendo bien?

Will Smith incluso justificó su arrebato violento entre lágrimas, en nombre del amor a su familia, cuando pasado un rato del golpe subió en frío a recoger el Oscar. Me cuesta más aún comprender que no hubiera nadie en esa gala que se llevara a este señor a comisaría a tomarle declaración después de la agresión, como a cualquiera que no fuera tan rico y famoso le habría pasado. Todo aquel al que una broma le parezca de mal gusto pueda afeárselo pública y verbalmente a quien corresponda, preferiblemente de forma audaz.

Otra duda que me surge es el interés en plantearse qué habría pasado si Will Smith fuera blanco. Obviamente, este asunto tiene un componente de género, otro de raza y otro de clase. Este último es seguramente el más olvidado en el debate de estos días. Es más revelador fijarse en lo que Will Smith es que en lo que no es. Es negro, pero además es rico y famoso. Por eso pudo dar un bofetón a un cómico sobre el escenario, uno menos famoso que él, y volver a sentarse en primera fila como si nada, a esperar el premio al mejor actor. Lo recogió entre aplausos del mismo público que minutos antes le vio agredir a un compañero por hacer un chiste del que tanto él como la audiencia se habían reído.

Si en vez de un actor negro, rico y famoso, el del bofetón fuera un pobre hombre desconocido en una cafetería cualquiera, o en una oficina un miércoles por la tarde, lo hubieran expulsado de inmediato por alborotador. A lo mejor, los que dicen comprender el arrebato, en vez de aplaudirlo, habrían llamado a la policía alertando de un negro violento metiéndose en problemas.

Si Smith no hubiera sido rico y famoso, en vez de en la fiesta de 'Vanity Fair', hubiera acabado la noche en comisaría. Y siendo un afroamericano pobre, tendría el doble de posibilidades que un blanco de que lo hubieran abatido a balazos, también una tasa de encarcelamiento seis veces mayor. Siendo blanco, en EEUU tienes más riesgo de que te acusen de racista. Siendo negro, de que te mate la policía.

Sin embargo, Will Smith es un actor rico y famoso. Así es más fácil que su agresión, en vez de como delito, se vea como espectáculo. Uno que sirve para demostrar lo normalizada que tenemos la violencia en la sociedad, supuestamente, en nombre del amor. Quienes dicen que ellos harían lo mismo que Will Smith, a lo mejor se refieren a si ellos fueran tan intocables como él.

Lo más sorprendente del lamentable episodio de la ceremonia de los Oscar, en el que Will Smith agredió al cómico Chris Rock por un chiste sobre su mujer que le disgustó, es la cantidad de gente que de pronto parece de acuerdo en que hacer bromas sobre el aspecto de una mujer es tan de mal gusto que la hostia está justificada. Smith ya ha pedido disculpas y la Academia ha iniciado una investigación, pero no faltan quienes creen que Smith se quedó corto. Llega a ser su mujer y le parten la cara, añaden otros.

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