Segundo Párrafo
Por
El secreto mejor guardado de quedarse en Madrid en Semana Santa
Como las torrijas y la procesión del Cristo de Medinaceli, también forma parte de la tradición madrileña consolar al que se queda en la capital en las vacaciones a su pesar
Quedarse en Madrid la Semana Santa tiene enormes ventajas. ¿A que sí? Poder aparcar sin problemas es una de las más mencionadas. Aparcar en una ciudad vacía es un gustazo. Sin embargo, tiene el inconveniente de que no queda nadie ahí para verlo. Y aparcar a la primera tiene menos gracia cuando no quedan testigos que se admiren de nuestra suerte ni más conductores a los que chinchar. Es como batir un récord de atletismo sin nadie en la grada cronometrándolo.
Esto de que las ventajas de quedarse en Madrid en Semana Santa son enormes tiene toda la pinta, reconozcámoslo, de leyenda urbana. Es un rumor que ha ido ganando tanta fama que ya nadie se atreve a refutarlo, como lo de que la capital es el mayor puerto pesquero de España. Nadie discute que quedarse en Madrid en Semana Santa es una maravilla, guiño-guiño. Se acepta como dogma. Es, en realidad, una cuestión de fe porque normalmente nadie se queda a comprobarlo. Al menos, no voluntariamente. Y como los que se quedan estas fechas en la capital suelen hacerlo a su pesar, pierden toda credibilidad cuando presumen de ello. Tampoco nadie de los que se va de vacaciones se atreve a desmentir el rumor, si nos guardan el secreto les cuento por qué.
A los madrileños que no se van de vacaciones fuera de Madrid se les deja disimuladamente intentar dar envidia al que vuelve, aprovechando que el recién llegado suele estar aún digiriendo el empacho de la Operación Retorno: “¿Te tragaste el atasco de la vuelta? Pues aquí no veas qué bien se aparcaba”, dirán con autosuficiencia los madrileños que se quedaron a los madrileños que regresen el domingo de Pascua del pueblo o de la playa, “bueno, la m-30 vacía, vacía, daba gusto ir con el coche hasta por el centro”.
Y, sin embargo, por más ventajas que según la leyenda tiene quedarse en la capital, no deja de ser llamativo que Madrid se siga vaciando todas las Semanas Santas. Bueno, todas no. Hace dos años nos quedamos todos encerrados aplaudiendo por las ventanas para espantar el virus que nos tenía confinados y la Semana Santa pasada nos quedamos de nuevo a regañadientes, aunque cambiando de sitio unos pocos kilómetros para despistar. Aún estaba prohibido salir de Madrid porque seguían vigentes los cierres perimetrales por los rebrotes, así que el año pasado en vez de vaciarse, se llenó del todo. Encima, se llenó de madrileños que trataban de que no se notara que se estaban quedando en Madrid.
Este año, por lo que sea, Rascafría no ha vuelto a colgar el cartel de completo y Denia sí
Como no se podía salir, las autoridades recomendaban buscar sitios poco concurridos dentro de la región. Imposible. De todos es sabido que en Madrid no cabemos todos los madrileños a la vez, por lo que no quedó senda, bosque ni pueblecito recóndito que no se llenara. De Rascafría a Buitrago de Lozoya, pasando por Aranjuez. De La Granja mejor no hablar. Fue una temeridad recomendar a todos los madrileños que fueran a la vez a buscar algo al aire libre. Al final de aire libre, nada, todo ocupado. Los más optimistas pronosticaban que por fin los madrileños, gracias a los cierres perimetrales, descubriríamos las ventajas de irnos de vacaciones sin salir de la comunidad, pero este año, por lo que sea, Rascafría no ha vuelto a colgar el cartel de completo y Denia sí. Eso sí, seguro en la playa que se aparca fatal.
El lunes de Pascua dirán que total, para cuatro días, no saben si compensa
Es bonito este pacto tácito entre madrileños que se van y madrileños que se quedan. Los que se tragan el atasco maldecirán a la vuelta haberse ido para consuelo de los que se quedaron. El lunes de Pascua dirán que total, para cuatro días, no saben si compensa, que la Semana Santa no es más que un puente largo como otro cualquiera y, total, el de mayo está a la vuelta de la esquina. Como las torrijas y la procesión de Viernes Santo del Cristo de Medinaceli, también forma parte de la tradición madrileña consolar así al que se queda en la capital en Semana Santa a su pesar.
Qué envidia, ¿verdad? Mira que chuparse un atasco infernal de la Operación Salida pudiendo quedarse en Madrid tan a gusto en Viernes Santo aparcando en cualquier sitio, sin tener muy claro dónde ir, pero yendo solo por el gusto de aparcar a la primera y luego poder contarlo como una hazaña. Los que nos vamos estos días de vacaciones, aguantando atascos, sobreprecios y madrugones, asentiremos públicamente cuando alguien nos diga que quedarse también es una gran opción, pero no porque la envidiemos, sino porque en el fondo sabemos que cualquier otro año nos puede tocar a nosotros. Por eso, entre todos, guardamos el secreto. Nos vendrá bien cuando necesitemos la coartada. Qué bien se está en Madrid en Semana Santa. Disfrutadlo mucho, pero no me pienso quedar a comprobarlo.
Quedarse en Madrid la Semana Santa tiene enormes ventajas. ¿A que sí? Poder aparcar sin problemas es una de las más mencionadas. Aparcar en una ciudad vacía es un gustazo. Sin embargo, tiene el inconveniente de que no queda nadie ahí para verlo. Y aparcar a la primera tiene menos gracia cuando no quedan testigos que se admiren de nuestra suerte ni más conductores a los que chinchar. Es como batir un récord de atletismo sin nadie en la grada cronometrándolo.