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La transparencia como tapadera
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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La transparencia como tapadera

La transparencia tiene sentido como herramienta para que los gobiernos rindan cuentas ante la opinión pública, no como coartada política para justificar errores

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el ministro de Presidencia, Félix Bolaños. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el ministro de Presidencia, Félix Bolaños. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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En el Museo de los Espías de Berlín hay expuesto un pintalabios rojo que lleva una minicámara con capacidad para 30 fotos camuflada. Era de Margarete Höke, una agente de la KGB que estuvo infiltrada como secretaria en la oficina del presidente de Alemania Occidental desde los años cincuenta hasta que fue descubierta en 1985. Fue juzgada por espiar a cinco presidentes alemanes para los soviéticos. El Museo de los Espías también expone un ‘walkman’ de la Stasi que llevaba una cámara escondida en la batería, y dispositivos de lo más curioso en un paquete de Marlboro y hasta en un sujetador que los visitantes pueden fotografiar.

Como para espiar gobiernos ahora se utilizan 'softwares', que en las vitrinas lucen menos, para el nuevo ciberespionaje siempre podrán exponer en el Museo de los Espías el móvil del presidente Sánchez, del que alguien, aún no se sabe quién ni para qué, extrajo ilegalmente 2,6 gigas y 130 megas de datos en mayo de 2021 con el programa israelí Pegasus. Con el curioso empeño que está poniendo el Gobierno español en hacer públicos los detalles de este caso de espionaje del que ha sido víctima, tal vez no tenga inconveniente en donar su móvil para que futuras generaciones recuerden al observarlo cómo se robaba a los gobiernos información en esta época. Todo sea por la transparencia.

Foto: La ministra de Defensa, Margarita Robles. (EFE/Valda Kalnina)

El Gobierno ha insistido mucho en esto de la transparencia. El ministro Bolaños ha prometido que esta será total, pero ha aclarado poco. Asegura no saber aún quién ha 'hackeado' el móvil del presidente del Gobierno y el de la ministra de Defensa, no sabe cuántos ministros más han sido atacados, ni desde cuándo ni porqué, ni si habrá más gobiernos autonómicos espiados sin orden judicial por algún país extranjero, empresa o mercenario de vaya usted a saber dónde. Las sospechas apuntan a Marruecos, que era con quien el Gobierno español tenía una crisis diplomática en las fechas de los 'hackeos', pero solo son suposiciones que Moncloa no confirma mientras pide que no se hagan elucubraciones.

El Gobierno promete que será transparente cuando tenga más respuestas, pero ni siquiera concreta las respuestas que sí tiene. Como si el nuevo análisis en profundidad al que se sometió el móvil del presidente el fin de semana solo se decidió a raíz de la investigación de Citizen Lab publicada por 'The New Yorker', que hasta hace unos días la propia ministra de Defensa denostaba. Hace un año ya se sabía que otros gobiernos e instituciones habían sufrido ataques con Pegasus. Hace un año también, según la información de Ignacio Cembrero, el CNI ya sabía que varios altos cargos habían sido espiados, incluida la ministra de Exteriores González Laya, en plena crisis diplomática con Marruecos.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su visita a Rabat. (MAP)

¿Hasta que no se publicó que decenas de móviles de políticos independentistas habían sido 'hackeados' con Pegasus nadie ordenó revisar a fondo la seguridad de los móviles del presidente? Entonces el Gobierno debería dejar de pedirnos que no elucubremos y pedir a la prensa que elucubre más, porque si no no se enteran de lo que les puede estar pasando.

Sin embargo, no todos los 'hackeos' en el territorio nacional tienen por qué guardar relación entre sí. El Gobierno español podía estar siendo espiado mientras espiaba, pero la manera en la que se está gestionando políticamente la crisis, mezclándolo todo, hace difícil desligar ambos asuntos.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a su llegada a Ceuta el 18 de mayo de 2021. (EFE)

¿Estaría Moncloa presumiendo de haber sido víctima de un 'hackeo' de no tener una crisis abierta con sus socios por el espionaje a líderes independentistas? ¿O de haber detectado el 'hackeo' a Sánchez en otro momento, lo habrían mantenido en secreto como han hecho otros jefes de Gobierno? En este caso, si hasta este fin de semana el presidente no supo que podía haber sido espiado por un país extranjero, contarlo todo en rueda de prensa no tendría que ver con dar explicaciones, sino con los problemas políticos con sus socios.

“Decidimos contárselo todo a la ciudadanía y que se vea que el Gobierno aquí no tiene nada que ocultar, absolutamente nada”, insistía Bolaños el martes en una entrevista en la SER, un par de horas antes de que la oposición tuviera que forzar la comparecencia del presidente Sánchez en el Congreso para explicar el caso Pegasus. El Gobierno votó en contra de que Sánchez diera la cara. La versión oficial sigue siendo que no tiene nada que ocultar.

Foto: Pedro Sánchez, en una imagen de archivo. (Reuters/Thys)

Cabe dudar de cómo de transparente está siendo realmente el Gobierno en este asunto. También de si tiene sentido que lo sea. Una cosa es rendir cuentas para demostrar que se actúa siempre conforme a la legalidad y movido por el interés público, otra prometer transparencia total en un asunto de espionaje tan delicado que puede derivar en crisis diplomáticas de enormes dimensiones. ¿Debe un Gobierno contar todo lo relativo a un asunto que puede comprometer la seguridad nacional y la de su presidente? ¿O solo lo promete porque sabe que le ampara la Ley de Secretos Oficiales? La transparencia tiene sentido como herramienta para que los gobiernos rindan cuentas ante la opinión pública, no como coartada política para justificar errores.

En pleno escándalo Pegasus, estamos comprobando que los ciberataques del siglo XXI se parecen más de lo que imaginábamos a los espías del siglo XX. Más que una ciberguerra entendida como ataques frontales, estos programas espías se utilizan a menudo para extraer sigilosamente información del poder rival para operar secretamente con ventaja, lo mismo que se usaban las cámaras escondidas en los pintalabios en la Guerra Fría. No sabemos cómo de a menudo, porque los gobiernos suelen guardar silencio sobre este tipo de operaciones, fáciles de operar y difíciles de rastrear.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el ministro de Presidencia, Félix Bolaños. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Los expertos en ciberseguridad y geopolítica llevan tiempo advirtiendo de que los 'hackeos' a los gobiernos se han vuelto continuos y forman parte de la nueva normalidad del orden mundial. Con el ataque informático convertido en un arma cotidiana de la extorsión política, a los gobiernos se les exige ser más ambiguos, cautos y astutos.

De ahí que sea desconcertante este empeño del Gobierno de España en llevar la transparencia por bandera, al menos de boquilla, en un caso de espionaje del que aún hay tanto por aclarar. Dejar en el aire más preguntas que respuestas no es transparencia, sino confusión. Y si las chapuzas en ciberseguridad exponen las vulnerabilidades de la seguridad nacional, las chapuzas en la transparencia lo que pueden revelar son muchas más vergüenzas que explicaciones. Y un oportunismo político mal calculado.

En el Museo de los Espías de Berlín hay expuesto un pintalabios rojo que lleva una minicámara con capacidad para 30 fotos camuflada. Era de Margarete Höke, una agente de la KGB que estuvo infiltrada como secretaria en la oficina del presidente de Alemania Occidental desde los años cincuenta hasta que fue descubierta en 1985. Fue juzgada por espiar a cinco presidentes alemanes para los soviéticos. El Museo de los Espías también expone un ‘walkman’ de la Stasi que llevaba una cámara escondida en la batería, y dispositivos de lo más curioso en un paquete de Marlboro y hasta en un sujetador que los visitantes pueden fotografiar.

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