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Marta García Aller

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Sánchez vuelve a caer en la trampa del optimismo

El optimismo impostado del Gobierno, fingiendo que tiene bajo control buena parte de lo que no depende de él o no sabe controlar, no es tranquilidad lo que se transmite, sino frustración

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Emilio Naranjo)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Emilio Naranjo)
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El Gobierno está cada vez más preocupado. No es para menos. Las encuestas le van a la baja, la inflación al alza y cuando celebra que el paro sigue bajando, las tensiones en la coalición suben tanto que al presidente no le dejan disfrutar ni una portada en paz. En Moncloa andan convencidos de que la clave no es tanto la gestión como que no se están comunicando bien las cosas.

No es fácil elegir su mayor torpeza comunicativa, pero sí la más recurrente. Igual que pasó con el covid, ola tras ola, cuando el Gobierno prometía que sus medidas frenaban un virus que no podía controlar, Sánchez ha vuelto a caer en su propia trampa: la trampa del optimismo. Esta vez, con la economía. Es verdad que otros países vecinos también sufren la inflación y temen la recesión, igual que también sufrieron el covid, pero a otros no les habían prometido con tanta insistencia que su país encabezaría la recuperación. Otros gobiernos han sido más cautos, no han inflado tanto las expectativas y llevan tiempo concienciando de que vienen tiempos duros.

Tantos meses llevaba la ministra Calviño insistiendo en que la inflación era coyuntural, que las negociaciones con Bruselas ayudarían a controlar el precio de la energía y con ella se moderarían los precios, o que los organismos internacionales que revisaban a la baja el crecimiento de España se equivocaban, que ahora que el alza de precios es obvio que va para largo no saben cómo sacar la pata del charco del IPC.

Foto: El actual presidente del INE, Juan Manuel Rodríguez Poo. (EFE/Pedro Puente Hoyos)

De ahí que no resulte verosímil el último intento de convencer a los españoles de que una inflación del 10,2% es, en realidad, una buena noticia. Es un planteamiento arriesgado, sí, pero no tan descabellado como parece. Lo bueno de sacar a pasear esta semana la cifra del 15%, que desde el Gobierno aseguran que es donde han evitado que llegue la inflación gracias a sus medidas, es que es difícil de probar. Y como es difícil de probar, también es difícil de desmentir. Es un truco muy viejo, ¿por qué esta vez no está funcionando?

El problema de la coartada del 15% no es si es o no inventada, sino que difícilmente tiene verosimilitud ninguna dentro del relato optimista que ha construido el Gobierno en los últimos meses. Al fin y al cabo, para que algo resulte verosímil no tiene que ser verdadero, solo parecerlo. Es una premisa fundamental del género fantástico y de la comunicación política.

Verdad y verosimilitud son cosas muy distintas. Para que sea verosímil que Peter Pan y Superman vuelan, hace falta que sepamos que uno tiene polvos de hada de Campanilla y el otro viene de Krypton. Por extraño que parezca, ya sea un superpoder o una super cortina de humo, algo siempre puede resultar verosímil si está bien contado. Y, al revés, da igual que algo sea cierto: si está mal contado, nadie se lo va a creer.

Foto: La vicepresidenta Económica, Nadia Calviño. EFE/Luis Millan

Al lector de fantasía, igual que al votante, se le puede llegar a convencer de casi cualquier cosa cuando está dispuesto a creerse la historia y le dan las suficientes explicaciones convincentes. Pero para que funcione ese 15% de inflación como coartada pasa como con Peter Pan, tiene que haber una lógica interna, la preparación previa de cómo funciona lo que va a pasar.

No sirve decir, 'a posteriori', una vez que la inflación ha batido las peores previsiones, que de repente la situación se ha vuelto compleja, cuando hace solo 15 días se sacaba pecho desde el Consejo de Ministros por lo bien que se iba controlando la inflación en España. Es la diferencia entre contar Peter Pan y decir que hay un burro volando.

Para convencernos de que las medidas que el Gobierno ha tomado para la inflación están funcionando, cuando los precios no paran de subir y ya están dos puntos por encina de la media de la zona euro, habría ayudado que llevaran semanas advirtiéndonos de la gravedad de la situación en vez de insistir en lo bien que va la recuperación en España y que las medidas para controlar el precio de la energía eran la envidia de Europa.

Foto: Las vicepresidentas del Gobierno Nadia Calviño (i) y Yolanda Díaz (d). (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Los relatos también necesitan que todos los personajes de la historia se muevan en el mismo género. No resulta muy creíble pasar de la fantasía al terror de repente. El mismo día que la ministra Calviño salió a decir que tenemos que prepararnos para “trimestres complejos” e “inflación elevada”, el presidente Sánchez celebraba con entusiasmo que los datos de empleo son “formidables”. ¿Quiere el Gobierno transmitir optimismo o cautela? Si ni siquiera la parte socialista del Gobierno se pone de acuerdo consigo misma en el tono de gravedad que quiere transmitir al contexto económico, es muy difícil que su relato mantenga verosimilitud interna.

El optimismo impostado del Gobierno, fingiendo que tiene bajo control buena parte de lo que no depende de él o no sabe controlar, no es tranquilidad lo que se transmite, sino frustración. Claro que a lo mejor el problema no es exceso de optimismo sino de soberbia. Y eso ya no es culpa de la comunicación.

El Gobierno está cada vez más preocupado. No es para menos. Las encuestas le van a la baja, la inflación al alza y cuando celebra que el paro sigue bajando, las tensiones en la coalición suben tanto que al presidente no le dejan disfrutar ni una portada en paz. En Moncloa andan convencidos de que la clave no es tanto la gestión como que no se están comunicando bien las cosas.

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