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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Lo que cuenta es la actitud

Lo que tenía bloqueado el Consejo General del Poder Judicial no era un lío jurídico sino de estados de ánimo

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Sergio Pérez)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (d), y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Sergio Pérez)
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Al final no va a ser la Constitución, ni un repentino ataque de responsabilidad, ni siquiera la dimisión de Lesmes. Si finalmente la renovación del Consejo General del Poder Judicial va estando más cerca, es por algo mucho más mundano. Las matrimoniadas bipartidistas, ávidas como siempre de atención, habían agotado el rédito del enrocamiento a medida que iba teniendo peor prensa. Si echarse el CGPJ a la cabeza ya no daba más de sí electoralmente, ¿para qué entonces seguir con el enfrentamiento?

Como los niños que cuando dejan de mirarlos los mayores acaban la pelea porque ya no le ven la gracia, Sánchez y Feijóo, Feijóo y Sánchez, de pronto se han reunido para acordar que tienen un acuerdo al que llegar. Acaban de caer en la cuenta de que solucionarlo depende de ellos. Bueno, depender dependería, según la ley, del Parlamento, pero eso ya parece mucho pedir.

Cuatro años de bloqueo de los órganos de gobierno del poder judicial han empezado a desatascarse porque las parte enfrentadas se han sentado a hablar. ¡Cómo no se nos había ocurrido antes! El acuerdo parece más cerca porque en vez de insultar a la oposición y tachar a Feijóo de insolvente, el Gobierno dice ahora que “hay que preservar el acuerdo” y presume de discreción. Feijóo, por su parte, ya no incide en que el Gobierno es una amenaza para España y ve posible que las conversaciones puedan llegar a buen término. De hecho, el PP ya no exige la reforma del modelo de elección de vocales del CGPJ como requisito previo. ¿Y qué ha cambiado para que estos avances sean posibles?

Habrá que descartar que se trate de un repentino empeño en frenar el deterioro de las instituciones. Si eso no ha importado en los últimos cuatro años, tampoco va a ser ahora el detonante de los avances. Lo que ha cambiado habrá de ser necesariamente otra cosa.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recibe a al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, en la Moncloa. (EFE/Sergio Pérez)

Una de las versiones es que la crisis constitucional se había agravado tanto con la dimisión de Lesmes que algo había que hacer. Pero bien podría haberse hecho a tiempo de evitar esa crisis. Lesmes ya había dicho que dimitiría, así que tampoco es que fuera un cambio repentino.

Llevar la crisis al límite, sin embargo, facilita presentar cualquier solución como último recurso. Tan importante es presentarla bien —para que ambas partes puedan colocársela a su parroquia— que puede que en las negociaciones de estos días vayan a dedicarle más tiempo a acordar una puesta en escena que a negociar los nombres de los vocales pendientes. Llamémosla solución exprés. ¡Pero si llega con cuatro años de retraso! Pues digamos que es un último intento. Pero si este intento fracasara, necesitaremos otro. Digamos entonces que es que ha habido un cambio. ¿Pero qué decimos que ha cambiado entonces realmente? La actitud.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Sergio Pérez) Opinión

Ambas partes reconocen un cambio de actitud. O sea, que lo que tenía bloqueado el Poder Judicial no era un lío jurídico, sino de estados de ánimo. Y cuando el enfrentamiento ha dejado de dar audiencia, esta se encuentra más cómodamente en el acuerdo. O, mejor dicho, la búsqueda del acuerdo que, al igual que el bloqueo, corre el riesgo de volverse un fin en sí mismo.

Por lo menos, en este nuevo estado de ánimo que se pasea por las ruedas de prensa, y ya veremos lo que dura, da la sensación de que ambas partes por fin entienden que avanzar hacia el pacto es positivo. Siguen teniendo pendiente conseguirlo.

Al final no va a ser la Constitución, ni un repentino ataque de responsabilidad, ni siquiera la dimisión de Lesmes. Si finalmente la renovación del Consejo General del Poder Judicial va estando más cerca, es por algo mucho más mundano. Las matrimoniadas bipartidistas, ávidas como siempre de atención, habían agotado el rédito del enrocamiento a medida que iba teniendo peor prensa. Si echarse el CGPJ a la cabeza ya no daba más de sí electoralmente, ¿para qué entonces seguir con el enfrentamiento?

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