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Sartre, el PowerPoint y la cartera
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Sartre, el PowerPoint y la cartera

En octubre, la crisis económica es el primer problema del país para los españoles. Es decir, el optimismo del Ejecutivo no parece estar calando en la opinión pública

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Fernando Alvarado)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Fernando Alvarado)
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A España le va mucho peor que a los españoles. Al menos a juzgar por cómo percibimos la situación económica. Mientras siete de cada 10 ciudadanos consideran que la economía española va mal, son seis de cada 10 los que aseguran que su propia situación es buena o muy buena. Así que cada vez son más los españoles preocupados por la crisis que temen pero no sienten todavía. El infierno, en Sartre como en el CIS, son los otros.

En octubre, la crisis económica es el primer problema del país para los españoles. Es decir, el optimismo del Ejecutivo no parece estar calando en la opinión pública. Malas noticias para el Gobierno, claro, pero también para la economía. Sobre todo porque las decisiones de compras futuras, también las de contratación, se toman en función de las expectativas del presente.

Foto: Un transportista lleva mercancía a un comercio. (EFE/Luis Tejido)

Igual que el sentir popular sobre el estado de la economía, también los organismos independientes son más pesimistas que las cuentas del Gobierno. El último recorte de previsiones ha sido el de Funcas, que mete el tijeretazo más brusco a las previsiones de crecimiento para el año que viene (del 2% rebaja a 0,7%). El motivo tiene mucho que ver con la caída en la confianza del consumidor que percibe el centro de estudios.

Los españoles están dejando de consumir por miedo a la subida de precios y lo que venga en la crisis energética, una incertidumbre que a su vez aumenta las posibilidades de que todos esos miedos se recrudezcan. El optimismo económico del Gobierno no está calando en la sociedad.

Foto: Una carnicería en Oviedo. (EFE/J.L. Cereijido)

Tal vez por ello el presidente Sánchez insistiera tanto, en su comparecencia en el Senado, en que el Ejecutivo se está preparando para “todas las eventualidades y los españoles pueden estar tranquilos”, porque sabe que no lo están. A Feijóo, que le pidió reiteradamente que retirase los presupuestos, no lo convenció.

Está claro que el mensaje que el presidente quiere ahora transmitir es que no está pecando de optimista ante una población que las encuestas dejan claro que tampoco lo está siendo. El problema con el optimismo económico que trata de transmitir el Gobierno no es ya si la remontada del PIB y el control de la inflación llegan en el segundo semestre, a tiempo de la convocatoria electoral. El problema se lo está encontrando ya, porque a medida que la opinión pública va sintiéndose cada vez más preocupada por la incertidumbre, las promesas de que en España está todo controlado, si no resultan verosímiles, pueden provocar desconexión con la clase política y desazón.

Es verdad que las perspectivas para otras economías de la zona euro son menos halagüeñas. Y aunque Funcas no descarta que España entre en recesión, reconoce que la economía española afrontará el ‘shock’ energético mejor que la mayoría de los países de la zona euro. Pero este consuelo, al que también recurre a menudo el Gobierno con datos comparados en los que España sale mejor parada que otros países vecinos, no funciona bien fuera de los gráficos. El español que va al súper o recibe el recibo de la luz no saca un PowerPoint, saca la cartera.

A España le va mucho peor que a los españoles. Al menos a juzgar por cómo percibimos la situación económica. Mientras siete de cada 10 ciudadanos consideran que la economía española va mal, son seis de cada 10 los que aseguran que su propia situación es buena o muy buena. Así que cada vez son más los españoles preocupados por la crisis que temen pero no sienten todavía. El infierno, en Sartre como en el CIS, son los otros.

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