Segundo Párrafo
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Lo que el batacazo de Mark Zuckerberg revela de cómo está cambiando el mundo
Una cosa es que el niño prodigio de Silicon Valley supiera entender cómo estaban cambiando los tiempos a principios de los 2000, y otra que conserve ese superpoder
Los tiempos turbulentos han llegado a los grandes imperios tecnológicos. Tras 20 años sin parar de crecer, están empezando a asustarse. En los últimos días, las big tech están decepcionando casi al unísono por primera vez. Y eso que cuando hablamos de Google, Amazon y Microsoft, decepcionar equivale a muchos miles de millones. Casi mil millones han perdido los inversores solo en una semana de sustos antes de Halloween. Y el gran batacazo es el de Meta, la matriz de Facebook, cuyo beneficio neto ha caído un 52%. Sus costes cada vez son más altos y su crecimiento más lento. No es que los inversores no entiendan la apuesta de Mark Zuckerberg, es que no se la creen.
Más allá del aumento de la inflación y los precios de la energía, porque problemas del mundo real también afectan a la nube y al metaverso, lo más inquietante para los gigantes tecnológicos es que empiezan a dar la sensación de que los que solían vislumbrar el futuro, los que cambiaron el mundo, también han dejado de entenderlo. Ya no saben, ellos tampoco, hacia dónde vamos.
Hasta la todopoderosa empresa del algoritmo que presumía de predecir nuestros gustos reconoce que estamos en "aguas desconocidas". Amazon ha caído un 10% en Wall Street después de un pronóstico muy flojo de ventas navideñas. Siguen creciendo, pero mucho más lentamente. Por una parte, la inflación está mermando los ahorros de los compradores y, por otra, el furor de las compras online acelerado por la pandemia está frenándose.
Pero de todos los disgustos que han dado las big tech esta semana, la semana en la que todas las miradas estaban puestas en la compra de Twitter por Elon Musk, al que más atención habría que estar prestando, por lo revelador que resulta del momento de incertidumbre que vivimos, es a Mark Zuckerberg.
El fundador de Facebook es de los pocos fundadores de las grandes tecnológicas que sigue al frente de ella. Por eso fue el blanco de las dudas cuando los analistas de Wall Street lo interrogaron al informar de que su valor de mercado de Meta había caído 89.000 millones. Los inversores no terminan de estar muy convencidos del Metaverso y Zuckerberg no logra convencerlos de que su inversión en inteligencia artificial dará sus frutos.
Una cosa es que el niño prodigio de Silicon Valley supiera entender cómo estaban cambiando los tiempos a principios de los 2000, y otra que conserve ese superpoder casi 20 años después. Al fin y al cabo, no deja de ser un señor de casi 40 años diciéndole a los jóvenes lo que les tiene que molar. Y eso siempre es arriesgado. Si las nuevas generaciones prefieren cada vez más engancharse a TikTok, Instagram (que también es de Zuckerberg) tiene un problema. Y si los mayores no terminan de ver el interés de invertir en el metaverso, Meta sí que tiene un problema.
Zuckerberg, sin embargo, no tiene intención de recular en su estrategia. Está convencido de que su idea del metaverso funcionará y ha duplicado su apuesta. No es ninguna novedad que las grandes tecnológicas tengan ideas visionarias de por dónde va el futuro, que prueben cosas arriesgadas que no terminen de cuajar. Lo novedoso en el caso de Zuckerberg es la dimensión de la inversión que está haciendo, porque un fracaso de esta escala podría ser mortal. El fundador de la mayor red social del mundo sigue insistiendo en que el metaverso es una apuesta a largo plazo y de dimensiones históricas, pero histórica también va a ser la caída si su mundo digital lleno de avatares no termina de cuajar.
Zuckerberg necesita que el metaverso funcione, la duda que le están planteando en Wall Street es si realmente el mundo necesita el metaverso. Aunque insistir tanto en el futuro y la visión en el largo plazo tiene, al menos, una gran ventaja al presentar resultados: desviar la atención del batacazo de esta semana.
Que el pesimismo haya llegado a los gigantes de la revolución digital es un síntoma más del cambio de ciclo. Hasta ahora habían sido los ganadores inequívocos de la última gran crisis con la pandemia, una de las certezas entre tanta incertidumbre. Pero, esta vez, la desaceleración de la economía mundial también lo es de la digital. Es, además, el reflejo de una crisis generacional. La de aquellos jóvenes de Silicon Valley que cambiaron tanto el mundo que ahora que son mayores ya no lo entienden ni ellos.
Los tiempos turbulentos han llegado a los grandes imperios tecnológicos. Tras 20 años sin parar de crecer, están empezando a asustarse. En los últimos días, las big tech están decepcionando casi al unísono por primera vez. Y eso que cuando hablamos de Google, Amazon y Microsoft, decepcionar equivale a muchos miles de millones. Casi mil millones han perdido los inversores solo en una semana de sustos antes de Halloween. Y el gran batacazo es el de Meta, la matriz de Facebook, cuyo beneficio neto ha caído un 52%. Sus costes cada vez son más altos y su crecimiento más lento. No es que los inversores no entiendan la apuesta de Mark Zuckerberg, es que no se la creen.