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Espejismo de cordura
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Espejismo de cordura

Ver a sus señorías acusarse a cada rato de un golpe de estado distinto como quien anuncia el partido del siglo de la semana, no resulta demasiado creíble

Foto:  La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, y la vicepresidenta segunda del Congreso, Ana Pastor. (EFE/Miguel Osés)
La presidenta del Congreso, Meritxell Batet, y la vicepresidenta segunda del Congreso, Ana Pastor. (EFE/Miguel Osés)
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El día de la bronca monumental en el Congreso, con la izquierda y la derecha acusándose mutuamente de preparar un "golpe", lanzándose símiles salidos de tono que evocaban el 23-F, ese mismo día, aunque cueste creerlo, el hemiciclo vivió un espejismo de cordura.

La del jueves fue una de las sesiones más broncas que se recuerdan (lo difícil empieza a ser acordarse de las que no eran broncas). En medio de la reforma del Código Penal, pendientes de un recurso de amparo del PP que hizo peligrar el debate hasta el último momento, se cruzaron toda la tarde acusaciones de golpes y complots. No faltaron símiles disparatados al 23-F y hasta al 36. Sin embargo, pasadas las tres de la tarde, la pantalla de las votaciones del hemiciclo durante un instante solo mostró verdes y amarillos. Ningún botón rojo. Ningún voto en contra. En medio de la máxima crispación, en el Congreso de los Diputados hubo un amplísimo acuerdo con 289 votos a favor y 60 abstenciones.

Foto: La presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet, y la vicepresidenta, Ana Pastor. (EFE/Kiko Huesca)

Esta especie de acuerdo país en medio de la tormenta no fue una ilusión. Fue la votación para convalidar el acuerdo hipotecario pactado entre el Gobierno y la banca. En condiciones menos anormales estaríamos celebrando que del Congreso ha salido una norma que puede aliviar la subida del Euríbor a cientos de miles de familias vulnerables y ha puesto de acuerdo al Gobierno, la oposición y la patronal. Pero estos días son muy anormales. Mucho.

En medio de una bronca creciente que pone en entredicho todo el entramado institucional, los diputados han sido capaces de ponerse de acuerdo en algo que mejora la vida de la ciudadanía. Es para eso, y no para encenderse en Twitter, para lo que debe servir el Parlamento. Pero si apenas se acuerdan ni ellos de celebrarlo, cómo va el mensaje a llegar a la opinión pública. El bochorno de esta crisis del sistema constitucional lo tapa todo.

Además de la reforma hipotecaria para aliviar las revisiones de la subida de tipos, que al sector bancario le da un colchón para evitar repetir los errores de la crisis de 2008, el Congreso también aprobó la Ley de Salud Sexual. Es otra de esas leyes que pasa inadvertida en medio del desbarajuste institucional y que va a mejorar la vida de muchas personas, no solo la de cargos públicos que malversen dinero público o hayan cometido sedición, aunque también esas se aprobaran esta semana. La ley que amplía el derecho al aborto y garantiza la educación sexual también se aprobó sin broncas, aunque el consenso fuera menor.

"Mucha credibilidad no deben de estar teniendo las alertas de golpes de estado a juzgar por la indiferencia generalizada"

Como sus señorías están demasiado ocupados agitando la antipolítica y echándose el desprestigio de las instituciones a la cabeza, no estamos hablando de todas estas políticas públicas, que es lo que podría reconectar al ciudadano con la política de la que ya solo le llegan ecos de un barullo confuso. Porque mucha credibilidad no deben de estar teniendo en la opinión pública las alertas de golpes de estado cruzadas a juzgar por la indiferencia generalizada ciudadana. Será que ver a sus señorías acusarse a cada rato de un golpe de estado distinto, como quien anuncia el partido del siglo de la semana, no resulta demasiado creíble. Más que aumentar la polarización, lo que está provocando es cada vez más distancia con las instituciones.

Tanto insultarse y acusarse de antidemócratas con exageraciones desproporcionadas y reproches cruzados, tanto manosear de la separación de poderes, aleja a los ciudadanos de la política (y de los medios que hablamos de ella). Por eso es tan importante acordarse de las políticas públicas, las que mejoran la vida cotidiana y hacen avanzar la sociedad. Algunas, milagrosamente, logran salir adelante con consenso entre tanta anomalía gangrenada.

El día de la bronca monumental en el Congreso, con la izquierda y la derecha acusándose mutuamente de preparar un "golpe", lanzándose símiles salidos de tono que evocaban el 23-F, ese mismo día, aunque cueste creerlo, el hemiciclo vivió un espejismo de cordura.

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