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Por qué pedir test a los que vienen de China es un error
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Marta García Aller

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Por qué pedir test a los que vienen de China es un error

De vez en cuando los gobiernos siguen necesitando transmitir que hacen algo frente al covid, aunque a estas alturas sepamos de sobra que no es lo más eficaz

Foto: Test para detectar el covid en China. (EFE/Alex Plavevski)
Test para detectar el covid en China. (EFE/Alex Plavevski)
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Después de alfa, beta, gamma, delta y ómicron, llega la subvariante XBB.1.5. Se ve que, entre las cosas que no hemos aprendido todavía en tres años de pandemia, está el alfabeto griego. Otra cosa que no hemos terminado de aprender es que el coronavirus no entiende de nacionalidades ni fronteras, y estigmatizar un país con controles aleatorios no frena la expansión del virus.

Los nuevos controles en aeropuertos recién impuestos en Europa para viajeros que vienen de China, donde hay una explosión de casos, pero ninguna constancia de nuevas variantes significativas, coinciden con la detección en EEUU de la cepa XBB.1.5, de tan rápida propagación que no ha dado tiempo ni a pensarle un mejor nombre, aunque empieza a conocerse de manera informal como Kraken.

Foto: Una persona procedente de China llega al aeropuerto de Heathrow, en Londres. (EFE/Andy Rain)

Esta nueva mutación que se detectó hace un par de semanas en Nueva York es la más contagiosa de todas las detectadas hasta la fecha en el mundo, y la OMS ya ha expresado su preocupación. Ha provocado una nueva oleada de hospitalizaciones en EEUU de mayores de 70 años, aunque aún no está claro si es más mortal que ómicron.

Kraken ya está circulando por más de 25 países sin que se haya impuesto de momento ningún control fronterizo nuevo por ella. Se entiende, muy probablemente con razón, que no es posible ponerle puertas al campo vírico y resulta más útil incidir en la importancia de la vacunación y el uso de mascarillas, porque los filtros por origen geográfico sin rastreo posterior, secuenciación y controles universales ya sabemos que son ineficaces. Ante la explosión de casos en China desde que Xi Jinping zanjó sus políticas de covid cero, sin embargo, la reacción ha sido muy diferente y bastante descoordinada. Otra vez.

El domingo 8 de enero China abre sus fronteras. Era decisión suya tenerlas cerradas, con ello pretendía protegerse a sí misma del resto del mundo. Sin embargo, ahora es el resto del mundo el que se inquieta por si pudiera generar una variante peligrosa.

Foto: Viajeros en el aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas. (EFE/Fernando Villar)

La Unión Europea está avanzando en una respuesta conjunta, pero, para cuando ha dado las primeras recomendaciones, muchos países ya habían anunciado sus propias medidas. El 28 de diciembre, Italia empezó imponiendo test obligatorio a la llegada a los viajeros procedentes de China y cuarentena si es positiva. Desde el 31 de diciembre, España pide test negativo, pero solo para los que no tengan certificado de vacunación. El 5 de enero, Francia impuso test negativo para los que despeguen desde China. La UE se limita a recomendar test y uso de mascarillas para viajeros desde China y pide a los países mejorar la secuenciación del virus con análisis de aguas residuales y test aleatorios.

El caos empezó en China al relajar de golpe tres años de férreos controles en una población poco inmunizada. La imprudencia ha desbordado los hospitales y crematorios chinos. Sin embargo, no hay indicios de que la ola de contagios pudiera afectar de forma similar en Europa, donde la población ya está mucho más y mejor inmunizada. En la mayoría de países, España incluida, ni siquiera es ya obligatoria la cuarentena de los positivos.

Imponer de repente la exigencia de presentar certificado covid solo a los viajeros que vienen de China tiene mucho menos sentido epidemiológico que político. Los gobiernos siguen necesitando transmitir que no se quedan de brazos cruzados y hacen algo, aunque sepamos de sobra a estas alturas de la pandemia que no es lo más eficaz.

Foto: Fuente: iStock.

Mientras tanto, una variante más contagiosa ya ha sido detectada en EEUU sin que oficialmente se haya decretado ninguna precaución extra por ello. ¿Por qué tratamos la explosión de casos en China de variantes ya conocidas como una plaga que hay que evitar que nos invada y a la nueva cepa XBB.1.5 se la trata con suma cautela y racionalidad?

La falta de transparencia sobre la prevalencia del covid en China fuerza a extremar controles, pero todos los análisis hasta el momento apuntan a que las variantes que circulan en China no ofrecen ninguna mutación significativa. Europa ya está acostumbrada a que circulen las variantes del coronavirus que están causando estragos en China, víctima de su propia política de aislamiento. Así que centrarse únicamente en analizar los datos de los viajeros chinos tiene poco sentido cuando las nuevas variantes pueden surgir en cualquier parte del mundo.

Foto: Ciudadanos chinos pasean por Pekín. (EFE/Mark Cristino)

Siempre es más fácil imponer molestias a los viajeros que vienen de fuera que restablecer molestas medidas de control para los autóctonos. Pero, si la preocupación epidemiológica es la propagación de nuevas variantes, tendría más sentido exigir test negativos para todos los viajeros, sin importar su origen. De entre las nuevas medidas recomendadas por la UE (que no impuestas, dada la falta de unanimidad entre los 27) también está la secuenciación de virus en aguas residuales, algo mucho más útil a ojos de los expertos y que también podría ser más útil extender al margen del origen, si el objetivo es mejorar la detección de mutaciones en el virus.

Sabemos del covid mucho más que hace tres años como para volver a estigmatizarlo por origen geográfico. Aunque tal vez lo que hayamos aprendido sea exactamente lo contrario. Igual que nuestros organismos se han ido habituando poco a poco a convivir con el virus, también nos hemos ido inmunizando a las incoherencias políticas de su gestión sin que ya siquiera nos llame la atención.

Después de alfa, beta, gamma, delta y ómicron, llega la subvariante XBB.1.5. Se ve que, entre las cosas que no hemos aprendido todavía en tres años de pandemia, está el alfabeto griego. Otra cosa que no hemos terminado de aprender es que el coronavirus no entiende de nacionalidades ni fronteras, y estigmatizar un país con controles aleatorios no frena la expansión del virus.

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