Es noticia
Cuando el pringado es el jefe
  1. España
  2. Segundo Párrafo
Marta García Aller

Segundo Párrafo

Por

Cuando el pringado es el jefe

Pasarse 50 o 60 horas a la semana siendo jefe, por muy jefe que se sea, resulta cada vez menos atractivo a quienes a lo que hacen después del trabajo ya no lo llaman tiempo libre, sino que lo llaman vida

Foto: Un edificio de oficinas en Barcelona. (EFE/Alberto Estévez)
Un edificio de oficinas en Barcelona. (EFE/Alberto Estévez)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Los jóvenes de ahora ya no quieren trabajar tan duro como los de antes. Se lo oí el otro día al consejero delegado de una conocida empresa que lleva su apellido, el de su padre y su abuelo. Cuando ellos gestionaban la empresa, me decía, los empleados no andaban poniéndole al jefe peros al horario. Ahora se queja de que los jóvenes ya están preguntando a qué hora acaban antes casi de empezar la entrevista de trabajo. Y aunque escuchar al heredero de un imperio denunciar la falta de cultura del esfuerzo ajeno seguramente revela más sobre sí mismo que sobre la motivación o falta de ella de los jóvenes, es probable que en el fondo tenga razón.

Muchos otros directivos, empresarios y jefes varios a los que he ido preguntando coinciden bastante en el diagnóstico: las nuevas generaciones de trabajadores no están dispuestos a transigir con muchas de las condiciones laborales que para las generaciones anteriores eran habituales. Es probable también, sin embargo, que el problema sea otro distinto al del esfuerzo. Y puede incluso que no sea un problema o que, de haberlo, no sean las nuevas generaciones quienes lo tengan, sino las organizaciones.

Foto: Vista de las Cuatro Torres de Madrid. (iStock/Marta Fernández) Opinión

Cada vez más empresas reconocen que les cuesta retener el talento más joven. Lo necesitan, pero no lo entienden. Sus prioridades han cambiado. En España hay una tasa récord de paro juvenil combinada con unos salarios estancados desde hace años, pero los jóvenes bien formados siguen siendo muy demandados por las empresas. Lo que sucede es que, una vez que entran, luego no saben cómo retenerlos. Se cansan y se van.

Si las empresas no saben bien cómo ganárselos es, en parte, porque sus aspiraciones ya no coinciden con las de generaciones anteriores. Antes el junior quería ser senior. Si dedicaba las suficientes horas y no pocos sacrificios personales, el senior podía llegar a gerente, de gerente pasaba a director y algunos de los directores, los que más destacaran, podrían con mucho esfuerzo convertirse algún día en socios. Ese era el máximo honor de la consultora, del despacho o del bufete. ¿Pero qué pasa cuando los jóvenes que entran en una empresa miran hacia arriba el organigrama y la vida que llevan sus jefes no les parece vida?

"Ahora a los jefes nos ven como unos pringados", me confesaba una alta directiva, de esas que hacen más de 60 horas por semana y jamás se les ocurre quejarse de ello porque aún se acuerdan de cuando hacían 70. Uno de los grandes shocks intergeneracionales en su empresa empezó cuando descubrieron que los jóvenes que entran nuevos ya no quieren ser como los veteranos.

Foto: Panorámica del complejo de oficinas de Azca. (iStock)

Pasarse 50 o 60 horas a la semana siendo jefe, por muy jefe que se sea, resulta cada vez menos atractivo a quienes ya no llaman tiempo libre a lo que hacen después del trabajo, sino que lo llaman vida. Por eso la que llevan sus jefes a menudo no se lo parece. Sobre todo, cuando ni los salarios que reciben, ni siquiera los que podrían recibir si ascendieran, les garantizan que se puedan comprar una casa como la que sus jefes podían comprarse con su edad. Es más racional de lo que parece para los más jóvenes poner en el centro el tiempo libre a medida que las demás certezas se han ido desvaneciendo.

De despotricar porque los jóvenes de ahora no entienden nada, muchas empresas harían bien en replantearse si no serán ellas las que han dejado de entender cómo está cambiando el mundo. Cuando es el junior el que piensa que el pringado es el jefe, urge reinventarse. A no ser que uno tenga la fortuna de heredar un imperio desde el que juzgar el esfuerzo ajeno, claro.

Los jóvenes de ahora ya no quieren trabajar tan duro como los de antes. Se lo oí el otro día al consejero delegado de una conocida empresa que lleva su apellido, el de su padre y su abuelo. Cuando ellos gestionaban la empresa, me decía, los empleados no andaban poniéndole al jefe peros al horario. Ahora se queja de que los jóvenes ya están preguntando a qué hora acaban antes casi de empezar la entrevista de trabajo. Y aunque escuchar al heredero de un imperio denunciar la falta de cultura del esfuerzo ajeno seguramente revela más sobre sí mismo que sobre la motivación o falta de ella de los jóvenes, es probable que en el fondo tenga razón.

Trabajo Lo mejor de EC
El redactor recomienda