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Lo que el Tito Berni nos enseña de la corrupción en España
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Marta García Aller

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Lo que el Tito Berni nos enseña de la corrupción en España

Asistir a una cena no convierte en corrupto a un diputado, es verdad, pero sí en 'atrezzo' del corrupto que aspira a presumir de poderío. En el menos malo de los casos

Foto: El exdiputado nacional del PSOE Juan Bernardo Fuentes. (EFE/Ramón de la Rocha)
El exdiputado nacional del PSOE Juan Bernardo Fuentes. (EFE/Ramón de la Rocha)
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Todas las tramas de corrupción se parecen, pero cada corrupto lo es a su manera. Unos son más de burdeles, otros de misa de 12. De alguno trasciende el mote de su amante, de otro el de su ángel de la guarda. Todo presunto, claro.

En el último caso de corrupción, el del Tito Berni, es presunta hasta la influencia con la que traficaban el diputado socialista y los empresarios canarios implicados, porque parece que la trama se desmoronó cuando los ganaderos y queseros que pagaban las mordidas a cambio de favores descubrieron que este diputado canario del PSOE, Bernardo Fuentes Curbelo, no resolvía tanto como prometía. Más que influencia, parece que el Tito Berni lo que tenía eran ganas de fiesta. Presuntamente, porque hasta su inoperancia es de momento presunta. A lo mejor sí que era un fiera de la influencia, además de los burdeles.

Según la Policía, hay múltiples indicios de entregas de dinero en efectivo al diputado y de que algunas de sus reuniones terminaban en cenas y farras durante el estado de alarma. Como hay fotos de todo, lo de los prostíbulos es menos presunto.

Aún está por demostrar qué hizo el Tito Berni, a cambio de qué y si contó con la ayuda de algún compañero más de partido. De momento, la trama tiene una docena los implicados en el caso, que por cierto no se llama Tito Berni, sino Mediador. También podría ser el caso Puteros, porque era la afición que unía a todos los implicados. A todos menos al Curita, uno de los empresarios canarios implicados en la trama, al que llamaban así porque era el único que no quería mujeres prostituidas.

Foto: Marco Antonio Navarro Tacoronte (d) y Taishet Fuentes Gutiérrez (c), junto a un empresario durante una de las fiestas. Opinión
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No confundir este Curita del Tito Berni con el de la Gürtel. El Curita también era como el Albondiguilla y compañía llamaban a Francisco Camps. Si se nos acumularán escándalos de corrupción en España, que ya se nos repiten hasta los apodos. Van a tener que venir los sumarios con índice onomástico.

En lo que todas las tramas de corrupción acaban pareciéndose es en las pocas explicaciones que dan sus partidos y las muchas que piden a los demás. El del Tito Berni, para la ministra Montero, ya es, como fuera Bárcenas para Cospedal, el caso “del que usted me habla”. Patxi López ha echado mano de otro clásico diciendo que “no le consta” que haya más diputados implicados, aunque en el PSOE ya asumen que varios de sus diputados acompañaron al Tito Berni en sus cenas en el Ramsés.

Si se nos acumularán escándalos de corrupción en España, que ya se nos repiten hasta los apodos

De momento, el partido no da nombres ni más explicaciones de qué diputados asistieron a las cenas de Tito Berni, negando que ir a una cena sea ilegal (obviando que fue durante el estado de alarma). Asistir a una cena no convierte en corrupto a un diputado, es verdad, pero sí en atrezzo del corrupto que aspira a presumir de poderío. En el menos malo de los casos, rodearse de otros diputados ayudaba indirectamente al Tito Berni a subir el caché de su mordida. Así que alegar no tener constancia de si en el partido hay o no más implicados, preocupa más de lo que tranquiliza. No saber es, de hecho, la raíz del problema. La muestra del descontrol.

Cómo sería de obvio todo lo que rodea al Tito Berni en el caso Mediador, que el PSOE suspendió de militancia al Tito Berni sin apelar a la presunción de inocencia, como en otras ocasiones. Y bien está que pierdan su aforamiento quienes han perdido también la ejemplaridad, pero con forzar la dimisión del único diputado socialista implicado de momento no debería bastar.

Foto: El exdiputado Juan Bernardo Fuentes, junto a su abogado, a su salida de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife. (EFE/Ramón de la Rocha)

La rendición de cuentas de los partidos es otra cosa, o debería serlo, cuando se trata de prevenir corrupción. Transparencia no es ir corroborando o desmintiendo al trantrán de lo que se va publicando o saliendo en el sumario. Faltan, sobre todo, explicaciones de lo que ha fallado y explicar cómo se podría prevenir que algo así se repita. Haya o no más diputados socialistas implicados, falta por saber qué mecanismos se han activado en la política local y nacional para que los empresarios no sientan que llevándose a burdeles a los políticos les lloverán los favores.

La falta de explicaciones es aplicable también a los demás casos que se nos van amontonando estos días. Al caso del Tito Berni se junta ahora la Kitchen, que pringa a la cúpula del Ministerio del Interior de Jorge Fernández Díaz, con el caso Negreira, que exhibe las miserias del fútbol español, y el juicio por corrupción de la expresidenta del Parlament Laura Borràs. Lástima que en vez de estar sirviendo tanto destape para que cada uno se avergüence de lo suyo y haga las averiguaciones pertinentes de lo que ha fallado en sus sistemas de control, cuantos más escándalos salen, más cómodo es tapar los propios.

Todas las tramas de corrupción se parecen, pero cada corrupto lo es a su manera. Unos son más de burdeles, otros de misa de 12. De alguno trasciende el mote de su amante, de otro el de su ángel de la guarda. Todo presunto, claro.

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