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De Chuck Norris a TikTok, la venganza viral del comunismo
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Marta García Aller

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De Chuck Norris a TikTok, la venganza viral del comunismo

La red social es mucho más que una app llena de vídeos de adolescentes bailando y haciendo recetas inverosímiles al microondas

Foto: Aplicación de TikTok. (EFE/Ritchie B. Tongo)
Aplicación de TikTok. (EFE/Ritchie B. Tongo)
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El contrabando de películas de VHS de Chuck Norris y Sylvester Stallone en la Rumanía de Ceaucescu es uno de los ejemplos más pintorescos de la importancia de la batalla cultural que acompañó la Guerra Fría. Todas aquellas películas de yankees muy yankees defendiendo el capitalismo a puñetazos corrían de estraperlo de casa en casa al otro lado del Telón de Acero. Estaban dobladas por la voz de la misma señora, Irina Nistor, que ponía las voces de todos aquellos personajes ochenteros, masculinos y femeninos, para que las copias piratas de estas películas americanas se entendieran al llegar de extranjis a los hogares rumanos que se atrevían a desafiar a la censura comunista. Ella misma lo cuenta en el documental Chuck Norris vs. Communism, que recuerda cómo miles de esas películas cruzaron a los países comunistas entre 1985 y 1989, muy posiblemente con ayuda en la sombra del Gobierno estadounidense.

Aquellas películas de Chuck Norris fueron virales antes de lo viral. Fueron también una herramienta de geopolítica para desestabilizar al enemigo conquistando sus pantallas en forma de caballo de Troya capitalista. Ahora la herramienta de vídeos virales más poderosa del mundo no son cintas VHS sino el algoritmo secreto de TikTok, propiedad de la empresa china ByteDance, que está rehaciendo la cultura digital en las pantallas occidentales. TikTok es mucho más que una app llena de vídeos de adolescentes bailando y haciendo recetas inverosímiles al microondas.

TikTok es un enorme desafío tecnológico, cultural y geopolítico

El año pasado, TikTok tuvo más visitas que Google y más minutos de reproducción en Estados Unidos que YouTube. En solo cinco años ha llegado a mil millones de usuarios, Facebook tardó casi una década en alcanzar esa cifra. Y que el mayor rival geopolítico de EEUU tenga una influencia incontrolable en la app más influyente del mundo es una de las claves del momento en la rivalidad entre EEUU y China. El consejero delegado de la app, Shou Zi Chew, compareció esta semana durante cinco horas en el Congreso de EEUU y puso de acuerdo a una mayoría de congresistas demócratas y republicanos en que es una amenaza. También la Comisión Europea se ha reunido con Shou para pedirle que no haya ninguna duda de que TikTok respeta las normas europeas, pero las hay.

TikTok es un enorme desafío tecnológico, cultural y geopolítico. De hecho, el Gobierno estadounidense está planteándose prohibir TikTok porque la considera una amenaza a la seguridad nacional. Cada vez más países europeos, y la propia UE, la han prohibido en los móviles gubernamentales por temor a que China lo utilice en el espionaje.

Luego está la dimensión cultural. El algoritmo de TikTok se considera uno de los usos más avanzados de la inteligencia artificial del momento por su capacidad para anticipar los contenidos que probablemente interesarán al usuario, el secreto más codiciado en esta economía global de la atención. Y no solo es fuente de entretenimiento, millones de usuarios aseguran utilizarla como fuente primaria para informarse de la actualidad.

Foto: Logo de TikTok en un dispositivo móvil. (iStock)

La preocupación fundamental en Occidente es hasta qué punto el gobierno comunista chino tiene acceso a esta máquina de lo viral. Por eso la amenaza es doble, por una parte porque podría recopilar datos de los usuarios con fines de espionaje (el FBI investiga TikTok por espiar periodistas en EEUU que tenían instalada la app); por otra, porque podría servir para promover propaganda acorde con los intereses del régimen chino, desde influir en la visión que los jóvenes de todo el mundo tienen de China, Taiwán o de la guerra en Ucrania.

Si no es difícil imaginar al Partido Comunista Chino usando las redes sociales como herramienta de represión interna, no parece tan descabellada la hipótesis de que pueda ser también utilizado en su batalla geopolítica internacional. Comprobarlo no es sencillo. Solucionarlo, más difícil todavía. TikTok promueve un plan llamado Protect Texas, por el que la empresa norteamericana Oracle sería la encargada de almacenar en Texas los datos estadounidenses de TikTok para garantizar que Pekín no pueda manipularlo. Pero no deja de ser un compromiso voluntario de dudosa transparencia que escapa al control de las leyes actuales.

En la nueva Guerra Fría el caballo de Troya no es Chuck Norris saltando el Telón de Acero

Sin embargo, si EEUU sigue adelante con la idea de la venta forzada del negocio estadounidense de ByteDance o incluso de su prohibición, China posiblemente tome represalias. También enfadaría al negocio millonario que mueven las empresas en esta app, por no hablar de los cientos de millones de fans de esta app. La paradoja es que son, sobre todo, fans occidentales. TikTok no está accesible como tal en China. Allí ByteDance tiene una app diferente que cumple con la estricta censura del régimen. Y mientras Occidente sigue dándole vueltas a cómo regular la seguridad y privacidad de esta red, su base de usuarios sigue creciendo imparable gracias a un algoritmo que da a cada usuario lo que más le gusta.

No deja de tener su gracia que lo que esté ahora en el centro de la crisis geopolítica entre dos potencias nucleares por la amenaza que puede suponer para la seguridad nacional e internacional sea una app de videos virales aparentemente trivial. En la nueva Guerra Fría el caballo de Troya no es Chuck Norris saltando el Telón de Acero, sino un algoritmo chino que ha conquistado a la sociedad estadounidense.

El contrabando de películas de VHS de Chuck Norris y Sylvester Stallone en la Rumanía de Ceaucescu es uno de los ejemplos más pintorescos de la importancia de la batalla cultural que acompañó la Guerra Fría. Todas aquellas películas de yankees muy yankees defendiendo el capitalismo a puñetazos corrían de estraperlo de casa en casa al otro lado del Telón de Acero. Estaban dobladas por la voz de la misma señora, Irina Nistor, que ponía las voces de todos aquellos personajes ochenteros, masculinos y femeninos, para que las copias piratas de estas películas americanas se entendieran al llegar de extranjis a los hogares rumanos que se atrevían a desafiar a la censura comunista. Ella misma lo cuenta en el documental Chuck Norris vs. Communism, que recuerda cómo miles de esas películas cruzaron a los países comunistas entre 1985 y 1989, muy posiblemente con ayuda en la sombra del Gobierno estadounidense.

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