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Cuánta anormalidad institucional: el protocolo, a garrotazos
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Cuánta anormalidad institucional: el protocolo, a garrotazos

Cuando el acceso a la tribuna principal del desfile acaba pareciendo la puerta de un 'after', no hace falta ser experto en protocolo para saber que algo se ha hecho mal

Foto: El ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños (c), durante el acto cívico militar con motivo del Día de la Comunidad de Madrid. (Europa Press/Diego Radamés)
El ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños (c), durante el acto cívico militar con motivo del Día de la Comunidad de Madrid. (Europa Press/Diego Radamés)
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Muy madrileño sería buscar la manera de explicar lo sucedido este Dos de Mayo con un cuadro de Goya. No valdría La carga de los mamelucos de la Puerta del Sol, ni la mítica escena de los fusilamientos del tres de mayo en Príncipe Pío. La política madrileña está volviéndose tan chusca que no merece dignificarla con ninguna obra maestra. Le iría al pelo en todo caso el Duelo a garrotazos, que es la polarización hecha pintura negra. Pero tiene delito que, ni siquiera el día que se conmemora la única guerra que no libramos los españoles entre nosotros, la escena del día acabe siendo la vergüenza ajena de ver dos bandos políticos enfrentados a codazos.

Se precisa una metáfora más cutre, más arrabalera. Sobre todo, más infantil. Porque es difícil tomarse en serio una tensión institucional en la que las autoridades se comportan, en el mejor de los casos, como niños. En el peor, como niñatos.

Foto: Félix Bolaños, sin subir a la tribuna principal en Sol durante los actos del Dos de Mayo. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Hace días que los preparativos para la celebración oficial del Dos de Mayo parecían los de una fiesta de cumpleaños de niños de primaria. Que si me-enfado-y-no-te-invito-a-mi-fiesta, que si tú-a-mí-no-me-mandas-y-pienso-ir-igual-al-parque-de-bolas. Lo malo es que el parque de bolas era la Puerta del Sol, y la fiesta, un acto institucional solemne.

Aún estaba por llegar lo más bochornoso del rifirrafe protocolario entre la Comunidad de Madrid y el Gobierno de España, que el Día de la Comunidad acabó con una integrante del equipo de protocolo de Ayuso frenando a empujones al ministro Bolaños cuando se dirigía a la tribuna de autoridades.

No hace falta apelar al Real Decreto 2099/1983 que regula la distinta graduación en presencia de las autoridades para saber que frenar a la fuerza a un ministro en medio de un desfile va a quedar feo. Cuando el acceso a la tribuna principal del desfile acaba pareciendo la puerta de un after que se reserva de malos modos el derecho de admisión, no hace falta ser experto en protocolo para saber que algo se ha hecho mal. Muy mal.

El Gobierno de Madrid había declarado de manera oficiosa persona non grata al ministro Félix Bolaños, que se empeñó en acudir al acto. No ha explicado Félix Bolaños por qué tanto interés en asistir a un acto al que no estaba invitado, ni desde el Gobierno de Ayuso por qué se tomaron tantas molestias en excluirlo. Lo que ha ido quedando claro es que la memoria de los madrileños que se levantaron contra Napoleón no estaba entre las prioridades de los protagonistas. Donde esté una buena campaña electoral en ciernes que se quiten los amotinados.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (c), acompañada por el presidente nacional del PP, Alberto Núñez Feijóo, y la ministra de Defensa, Margarita Robles. (EFE/Juan Carlos Hidalgo) Opinión

Bolaños debió de confiarse al encontrarse una silla para él en la primera fila del interior de la Real Casa de Correos. Cuando al comenzar el acto la presidenta de la Comunidad de Madrid le estrechó la mano, por un instante, parecieron a la altura del cargo. Luego se confirmó el malentendido. Bolaños intentó subir a la tribuna, pero la responsable de protocolo reconvertida en segurata le bloqueó el paso al ministro cuando intentaba seguir al resto de autoridades, incluida la ministra de Defensa, Margarita Robles, que no miró mucho atrás al subir al escenario.

No debe de ser casualidad que Bolaños y Robles fueran precisamente los mismos ministros que el Dos de Mayo del año pasado se encargaron de informar de que sus móviles y los del presidente Sánchez habían sido infectados por Pegasus. Fue un bombazo informativo convocado por sorpresa, aunque, teniendo en cuenta que un año después sigue sin aclararse, no debía de ser tan urgente. En Sol no sentó bien entonces que aquella noticia eclipsara los actos conmemorativos en la Puerta del Sol, y este año se tomaron la revancha. Cuánta anormalidad institucional.

Lo que después del bochornoso numerito tanto desde la Moncloa como desde la Puerta del Sol pueden celebrar a gusto es que Feijóo acabara totalmente eclipsado por la polémica. Por más que el líder de la oposición subiera al escenario con el resto de autoridades, aun teniendo menos rango protocolario que el ministro, el foco se quedó en el feo al excluido de la tribuna. Ayuso vuelve a ser la enemiga número uno de la Moncloa. Misión cumplida.

Muy madrileño sería buscar la manera de explicar lo sucedido este Dos de Mayo con un cuadro de Goya. No valdría La carga de los mamelucos de la Puerta del Sol, ni la mítica escena de los fusilamientos del tres de mayo en Príncipe Pío. La política madrileña está volviéndose tan chusca que no merece dignificarla con ninguna obra maestra. Le iría al pelo en todo caso el Duelo a garrotazos, que es la polarización hecha pintura negra. Pero tiene delito que, ni siquiera el día que se conmemora la única guerra que no libramos los españoles entre nosotros, la escena del día acabe siendo la vergüenza ajena de ver dos bandos políticos enfrentados a codazos.

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