Segundo Párrafo
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A quién sorprenden los pactos PP-Vox
Derogar el sanchismo era un buen eslogan. Esperaba captar incluso al votante socialista decepcionado con Pedro Sánchez y algún huérfano de Cs que quedara por ahí suelto
A juzgar por el giro que ha dado la campaña electoral desde los pactos exprés del PP con Vox en la Generalitat Valenciana y el resto de municipios, Feijóo ha pasado de prometer derogar el sanchismo a poner a prueba sus límites e incluso copiarle algunas excusas. El antisanchismo era un buen eslogan de campaña, pero está envejeciendo rápido. Eso de que no queda más remedio que pactar con los únicos que quieren pactar contigo, tragándose todo principio o escrúpulo a pactar con los extremos, resume buena parte del sanchismo. Sánchez se esperó a después de las elecciones para contradecirse. Como los ayuntamientos corrían prisa, a Feijóo no le ha dado tiempo.
Derogar el sanchismo era un buen eslogan. Esperaba captar incluso al votante socialista decepcionado con Pedro Sánchez y algún huérfano de Cs que quedara por ahí suelto. Pero eso era antes, la semana pasada, cuando todavía el antisanchismo era un reclamo difuso. La falta de reparos en los pactos con Vox le pone un límite claro al antisanchismo y está haciendo dudar a muchos de esos votantes moderados e indecisos. Esos a los que el presidente caía mal, esos a los que Feijóo ni fu ni fa, pero Sánchez fatal, han pasado a preguntarse cómo de mal. ¿Suficientemente mal como para arriesgarse a tener a Santiago Abascal de vicepresidente? Antisanchistas hay muchos, sin reparos a Vox muchos menos.
También hay muchos votantes sorprendidos de la sorpresa que ha causado que Vox le haya sacado a Carlos Mazón la vicepresidencia de la Generalitat valenciana, la conselleria de Cultura, la de Agricultura y la de Interior; o al ver que en ese primer acuerdo de coalición desaparece la expresión violencia machista y aparece el pin parental; o que, al conocerse el acuerdo, Mazón diga estar más centrado en lo mucho que al PP le une con Vox que en lo que les diferencia. Muchos lo daban por descontado.
Quienes no se han sorprendido en absoluto al ver lo poco que Mazón tardó en ponerse de acuerdo con el candidato de Vox condenado por maltrato para conseguir la presidencia de la Generalitat son los votantes que llevan tiempo diciendo que PP y Vox se parecen muchísimo.
El pacto puede sorprender o no, pero hay que reconocer que la campaña esta semana ha dado un giro al ver a barones del PP diciendo lo mismo que decía Sánchez para intentar movilizar al votante socialista tras meses presumiendo de moderación. Enfatizar lo mucho que PP y Vox se parecen era un argumento de la campaña de la izquierda. Ahora lo dice Mazón.
Los pactos del PP y Vox son reveladores para los que se estaban pensando en votar al PP, pero que nunca lo habían hecho antes, por ejemplo
Entre esos que ven perfectamente normal que PP y Vox pacten a la primera los hay tanto de izquierdas como de derechas. A los que ya tenían decidido votar a la derecha, porque Vox no les disgusta, y los que ya tenían decidido votar a la izquierda, porque el PP les disgusta tanto como Vox, lo de esta semana no marca ninguna diferencia. Pero sí que ha sorprendido a otro tipo de votantes. Y son precisamente esos votantes para los que una campaña electoral resulta relevante a la hora de decidir su voto, que por cierto cada vez son más.
Los pactos del PP y Vox son reveladores para los que se estaban pensando en votar al PP, pero que nunca lo habían hecho antes, por ejemplo. O a los que estaban pensando abstenerse de votar a la izquierda y la idea de Abascal en el gobierno sí que los moviliza.
Anda que no había puesto esfuerzo Feijóo en enfatizar que quería gobernar en solitario para atraer el voto de centro. O para ganarse el apoyo de las feministas decepcionadas con las excarcelaciones de violadores por la ley del Sí es Sí y la ley trans que divide internamente el PSOE. A todas esas el sanchismo las había decepcionado, ¿pero votarían a un partido que pacta con un condenado por maltrato y niega la existencia de la violencia de género?
El hechizo de la moderación se ha roto. Y algo debe de preocupar en el PP por cómo Feijóo está tratando de arreglarlo. En cuanto el diputado valenciano de Vox, José María Llanos, uno de los que suenan como posible presidente de las Cortes Valencianas, salió afirmando el viernes que la violencia machista no existe, Feijóo tuiteó que la violencia de género sí existe y afirmando que su partido no dará ni un paso atrás.
Un tuit no contrarresta un acuerdo de coalición que excluye la propia denominación de violencia de género del acuerdo tal y como exigían los de Abascal. "No vamos a renunciar a nuestros principios, cueste lo que nos cueste", ha escrito Feijóo en ese tuit. Salvo que lo que les cueste sea llegar al gobierno.
A juzgar por el giro que ha dado la campaña electoral desde los pactos exprés del PP con Vox en la Generalitat Valenciana y el resto de municipios, Feijóo ha pasado de prometer derogar el sanchismo a poner a prueba sus límites e incluso copiarle algunas excusas. El antisanchismo era un buen eslogan de campaña, pero está envejeciendo rápido. Eso de que no queda más remedio que pactar con los únicos que quieren pactar contigo, tragándose todo principio o escrúpulo a pactar con los extremos, resume buena parte del sanchismo. Sánchez se esperó a después de las elecciones para contradecirse. Como los ayuntamientos corrían prisa, a Feijóo no le ha dado tiempo.
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