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Marta García Aller

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Sánchez y sus amigos están incómodos

Cuestionar en alto los avances en igualdad en lo que parece una repesca oportunista del voto del hombre enfadado es improbable que seduzca a este y fácil que decepcione al resto

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Juan Medina)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Juan Medina)
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Que en España hay hombres incómodos con el discurso feminista del Gobierno no es novedad. Ni que muchos tengan entre 40 y 50 años. Pero qué poco debe de haber hablado el presidente en los últimos cuatro años con sus amigos si acaba de enterarse de esto. O qué preocupado debe de estar por las últimas encuestas electorales para que de pronto empiece a importarle tanto como para destacárselo a Carlos Alsina en su entrevista en Onda Cero.

Lo que, para ser exactos, le preguntó Alsina al presidente del Gobierno fue por las declaraciones que días antes había hecho la vicepresidenta Nadia Calviño en Más de uno, explicando que ella prefiere unas políticas de igualdad que se hagan desde la conciliación y no desde el conflicto, para marcar distancias con la ministra de Igualdad. "¿Significa eso que en esta legislatura las políticas de Igualdad dirigidas por Irene Montero se han planteado más desde el conflicto que desde el entendimiento?", le preguntó Alsina a Sánchez. Y el presidente no respondió a esta pregunta directamente, como no respondió a casi ninguna otra. Se escabulló alegando que algunos de esos discursos han sido “incómodos” para los hombres. Y cree “que eso es un error”.

Foto: El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante un mitin en Dos Hermanas (Sevilla), el pasado domingo. (EFE/Julio Muñoz)

Al Pedro Sánchez de hace unos meses le hubiera parecido que el error lo cometían sus amigos, al incomodarse por unas políticas que están pensadas para hacer una sociedad más justa, ahora el error lo ve en el discurso de su propio Gobierno. Y eso que son políticas que él mismo ha defendido y aprobado en los consejos de Ministros. Ahora el que parece incómodo con sus propias políticas es él.

Es fácil imaginar al Pedro Sánchez de antes, el que defendía que su Gobierno era el más feminista de la historia, explicándoles a sus amigos la bondad de sus políticas y sacándoles de su error. Pero aquel era otro Sánchez. El de ahora parece más preocupado por cómo de incómodos se han sentido sus amigos con el discurso de su ministra de Igualdad que por explicar sus avances.

Es revelador este cambio. El presidente ha venido a reconocer que su Gobierno no ha sido capaz de explicar bien que sus políticas feministas son buenas para todos. Pero en vez de aprovechar la campaña electoral para explicárselas mejor al país, nos cuenta lo mucho que el feminismo incomoda a sus amigos, como el día que nos explicó lo mucho que le gustaba el chuletón al punto.

Foto: La líder de Sumar, Yolanda Díaz. (EFE/Víctor Lerena)

¿Pero cuándo empezó el presidente del Gobierno a caer en que sus políticas incomodaban a sus amigos cuarentones? ¿Empezó a importarle tanto como para renegar de su propia ministra antes o después de ver las encuestas electorales? ¿Y cuándo ha caído en la cuenta de que una comunicación de las políticas feministas basadas en el conflicto en vez de en la conciliación puede ser contraproducente?

De todos los cambios de criterio del presidente en la última legislatura, y como él mismo le reconoció a Alsina han sido muchos, este es uno de los más arriesgados. Cuestionar en alto los avances en igualdad por lo que parece una repesca oportunista del voto del hombre enfadado es improbable que seduzca a este y fácil que decepcione al resto. Claro que incomodan. El antifeminismo existe desde que empezó el feminismo.

Esto no quiere decir que Sánchez no haga bien en preocuparse por los hombres incómodos con el feminismo o los hombres enfadados, como los llama Michael Kimmel. Mucho ha tardado en enterarse. Hace más de una década que este sociólogo retrató en su libro Angry white men a ese votante trumpista antes de Trump, al que la crisis de la masculinidad tradicional hace sentirse cabreado por la pérdida de privilegios y receloso del feminismo.

Foto: Irene Montero, Ione Belarra y Pedro Sánchez. (EFE/ Emilio Naranjo)

Hay estudios sociológicos, como los de la politóloga Eva Anduiza, que alertan de que con cada ola de avances feministas hay un efecto rebote que hace que aumente también el antifeminismo. De hecho, este aumento del antifeminismo o resistencia a los avances de igualdad es más relevante para predecir el apoyo a la ultraderecha que otros asuntos como el conflicto territorial o la inmigración. Cuanto más altos sean los niveles de sexismo, más apoyo a Vox.

Hay otro hallazgo interesante sobre antifeminismo que puede interesar al presidente Sánchez. Si en vez de informarse de este fenómeno por sus amigos, quiere echarle un vistazo al estudio Sexism and the Far-Right Vote: The Individual Dynamics of Gender Backlash, verá que el sexismo es sensible tanto al conflicto como al contexto político: así como puede reducirse, también puede aumentar. Por eso es tan importante cómo se comunica. De ahí que fomentar un discurso polarizado, basado en la existencia de buenos y malos, en vez de en una mayor pedagogía, no sea lo que más ayude a frenar el riesgo de que avance del antifeminismo.

Así que este fenómeno de los hombres enfadados no es nuevo. Por eso resulta tan extraño ver a Sánchez de pronto más preocupado por cómo de incómodos están sus amigos que por explicarles mejor sus políticas feministas. Si no es oportunismo electoral, es torpeza. O las dos cosas.

Que en España hay hombres incómodos con el discurso feminista del Gobierno no es novedad. Ni que muchos tengan entre 40 y 50 años. Pero qué poco debe de haber hablado el presidente en los últimos cuatro años con sus amigos si acaba de enterarse de esto. O qué preocupado debe de estar por las últimas encuestas electorales para que de pronto empiece a importarle tanto como para destacárselo a Carlos Alsina en su entrevista en Onda Cero.

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