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Cómo evitar meterse en líos con un beso
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Marta García Aller

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Cómo evitar meterse en líos con un beso

La novedad no es que ya no se pueda ni dar besos sin meterse en líos. Es que ahora se puede protestar por ellos cuando son inapropiados. No es que no se pueda decir nada, es que por fin se puede protestar en alto

Foto: El expresidente de la RFEF Luis Rubiales. (Reuters/Denis Balibouse)
El expresidente de la RFEF Luis Rubiales. (Reuters/Denis Balibouse)
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Por más que Rubiales siga sin entenderlo, no es tan complicado. De verdad que no. Para evitar meterse en líos con un beso basta con saber que la persona que va a recibirlo lo quiere. Si estar seguro de cuándo un beso en la boca es consentido le parece un lío, piense en ello como si fuera un café. No influye cuántas ganas tiene usted de que la otra persona lo tome, ni la buenísima intención con la que se lo vaya a dar, ni si antes le dijo que le apetecía, pero de pronto ha cambiado de opinión. O quiere el café o no lo quiere. Asegúrese antes. Y si no lo quiere, no se lo eche por encima. Punto.

Como en toda metáfora, hay matices. Cuando un jefe dice que se quiere tomar un café con alguien es más difícil decirle que no que a un desconocido en un bar. Con un café no pasaría nada. Anda que no hay que tomarse cafés con los jefes por cumplir. Afortunadamente, la ley exime de tener que hacer lo mismo con los besos.

Foto: Luis Rubiales, en una imagen reciente. (Reuters/Juan Medina)

No debería ser tan complicado de entender. Pero está claro que sigue siéndolo, porque ni siquiera se ve claro cuando se retransmite en directo un beso no consentido de un superior jerárquico sujetándole la cabeza a una subalterna y ella misma declara que no fue consentido. Y no es Rubiales el único que no lo entiende.

Todavía hay quien no ve la gravedad de que sea un jefe quien se empeñe en darle un beso a alguien sobre quien tiene poder directo. Da igual que sea una buenísima persona o un bromista, ni importa la euforia del momento ni si quiere mucho a sus hijas. Da igual si luego la trabajadora que ha recibido ese beso a la fuerza sonríe, si tarda en reaccionar o si pasadas unas horas celebra contentísima que ha ganado un Mundial. ¡Porque ha ganado un Mundial!

El mismo Rubiales ha dimitido sin llegar a entenderlo. Por eso en la entrevista en la que anuncia su dimisión, el expresidente de la Federación insiste mucho en que sus intenciones eran buenas. Sigue sin aceptar que la clave no está en cómo de eufórico estaba él al dar el beso, sino si quien lo recibía lo quería o no. Tampoco entiende que un jefe ya ejerce presión por el hecho de serlo. Al desconocido, incluso al amigo, se le puede decir que no y hasta mandar a la mierda sin miedo a represalias. Al jefe, no.

Foto: Gianni Infantino en la final del Mundial femenino. (Reuters/Asanka Brendon Ratnayake)

Rubiales presume de que no ha cambiado su versión. Cómo va a cambiarla si sigue sin entender nada de lo que ha pasado. No entiende, o no quiere entender, que lo que le ha costado el cargo no solo fue lo que hizo el día de la final sino su gestión posterior. Sus desafíos, sus insultos, su menosprecio al dolor y la indignación que sus actos causaron. En definitiva, la exhibición de su impunidad.

Llevaba saliendo indemne de tantos escándalos que es normal que se sintiera impune. No es fácil mover a alguien de una institución tan acostumbrada a convivir con la corrupción. ¿Por qué ha caído entonces Rubiales por el beso no consentido y no por todos los demás escándalos? Muchos de los que se alegran de que ya no esté en el cargo se lamentan de que haya sido por un beso y no por sus múltiples escándalos previos. Ven sobreactuación en la reacción al beso no consentido. Pero la dejación de funciones en la persecución de la corrupción en la Federación, que es obvia y viene de lejos, no significa que la reacción al beso no consentido sea una sobrerreacción. Lo normal es esto.

Foto: La piscina del inmueble. (EC)
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El mundo del fútbol está tan acostumbrado a que se mire para otro lado por sus desmanes, que ha tenido que retransmitirse el desvarío en directo al mundo entero para que ya no pueda obviarse. Ha tenido que ser un escándalo más allá del fútbol, porque las estructuras del fútbol están pensadas para ser intocables. Se acabó Rubiales, las estructuras se quedan.

Lo bueno es que se va quedando también la duda de cuándo es conveniente o no dar un beso. Lo sorprendente es que esa duda no estuviera presente antes y hubiera gente, sobre todo gente con poder, fuera dando besos por ahí según le brotara sin asegurarse de que la otra persona está encantada de recibirlos. La novedad no es que ya no se pueda ni dar besos sin meterse en líos. Es que ahora se puede protestar por ellos cuando son inapropiados. No es que no se pueda decir nada, es que ahora por fin se puede protestar en alto. Y antes tocaba callar y beberse el café.

Por más que Rubiales siga sin entenderlo, no es tan complicado. De verdad que no. Para evitar meterse en líos con un beso basta con saber que la persona que va a recibirlo lo quiere. Si estar seguro de cuándo un beso en la boca es consentido le parece un lío, piense en ello como si fuera un café. No influye cuántas ganas tiene usted de que la otra persona lo tome, ni la buenísima intención con la que se lo vaya a dar, ni si antes le dijo que le apetecía, pero de pronto ha cambiado de opinión. O quiere el café o no lo quiere. Asegúrese antes. Y si no lo quiere, no se lo eche por encima. Punto.

Luis Rubiales
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