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No digas amnistía, llámalo pulpo
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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No digas amnistía, llámalo pulpo

Cuando se suponía que iba a dar explicaciones, lo que salió fue a dar rodeos. Eufemismos en política se han usado siempre, lo de Sánchez es otro nivel

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (Reuters/Susana Vera)
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (Reuters/Susana Vera)
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Pedro Sánchez no salió a dar explicaciones a la opinión pública, sino a jugar con ella. Que gane por tercera vez los votos para su investidura está por ver, pero al Tabú va ganando seguro. Al presidente en funciones solo le faltó un reloj de arena en el atril de la Moncloa para terminar de escenificar ese juego de mesa en el que los demás adivinamos la palabra de la que está hablando sin usar esa ni otras parecidas. Y lo clavó. Dijo que aceptaba del Rey el encargo para formar Gobierno sin pronunciar la amnistía que necesita para lograrlo.

En la rueda de prensa en la que se suponía iba a dar explicaciones, lo que salió fue a dar rodeos. Concordia lo dijo muchas veces, habló de la guerra, la pandemia y de milagro no se acordó del volcán. Habló de progreso social, de empleo estable y salarios dignos; de pensiones para mayores y formación para los jóvenes; qué raro que no se acordara del Interrail y el cine gratis con tal de ganar un poco más de tiempo. La amnistía, ni mentarla.

Eufemismos en política se han usado siempre, pero lo de Sánchez es otro nivel. No busca disimulo con conceptos parecidos que suenen mejor, como Zapatero cuando hablaba de desaceleración por no decir la palabra crisis ni aunque vinieran los hombres de negro a deletreársela; o Montoro, que se ponía muy digno defendiendo aquella regularización que no quería llamar amnistía fiscal y que luego tumbó el Constitucional, que es más de leyes que de eufemismos.

Hace falta ser un maestro del Tabú para hacerse entender tan bien diciendo justo lo contrario. Eso tiene más mérito que el truco de los sinónimos. Sánchez habla del respeto a las leyes y al Estado de derecho, y está claro que habla de amnistiar a los que se lo saltan. Cuanto más habla Sánchez de la importancia de defender la Constitución, más claro está que va a hacer todo lo posible para darle lo que pide a Puigdemont, que sigue sin comprometerse a respetarla.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez. (Reuters/Susana Vera)

Negar que vaya a aceptar un referéndum fue la pista definitiva. Tan contundente fue negándolo que su falta de contundencia en todo lo demás fue clarividente. Al defender los indultos le faltó guiñar un ojo, pero las reglas del Tabú prohíben los gestos. No hizo falta. Se entendía perfectamente a lo que se refería cuando alegó que el acuerdo al que se llegue lo refrendará el Congreso. Es lo que siempre pasa con las investiduras. Y, como si fuera lo más normal del mundo, porque un buen jugador del Tabú habla siempre como si cualquier problema en la comprensión lo tuviera el de enfrente, añadió que de lo que se acuerde se tendrá que pronunciar luego el Tribunal Constitucional. Y luego volvió otra vez la concordia y la convivencia, su comodín favorito de la opacidad.

Un candidato a la investidura que gana al Tabú pierde en honestidad. Si el presidente en funciones cree que una amnistía puede ser buena para España, además de para él, no debería tener tantos reparos en empezar por nombrarla para explicarlo, al margen de lo que salga luego de sus negociaciones. Sobre todo, teniendo en cuenta que la última vez que pronunció la palabra amnistía fue para oponerse a ella.

Si, en vez de al Tabú, Sánchez se estuviera jugando la investidura al Scattergories, nos pediría que aceptásemos a Puigdemont como animal de compañía. Lo malo es que aquí nos estamos jugando otra cosa.

Pedro Sánchez no salió a dar explicaciones a la opinión pública, sino a jugar con ella. Que gane por tercera vez los votos para su investidura está por ver, pero al Tabú va ganando seguro. Al presidente en funciones solo le faltó un reloj de arena en el atril de la Moncloa para terminar de escenificar ese juego de mesa en el que los demás adivinamos la palabra de la que está hablando sin usar esa ni otras parecidas. Y lo clavó. Dijo que aceptaba del Rey el encargo para formar Gobierno sin pronunciar la amnistía que necesita para lograrlo.

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