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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Contra el fanatismo

Lo que pasa en Israel y Palestina no es una lucha entre el bien y el mal ni una película del Salvaje Oeste, sino más bien una tragedia. Una en la que todos sufren

Foto: Humo detrás de Ashkelon, cerca de la frontera de Israel con la Franja de Gaza, en el sur de Israel. (Reuters/Amir Cohen)
Humo detrás de Ashkelon, cerca de la frontera de Israel con la Franja de Gaza, en el sur de Israel. (Reuters/Amir Cohen)
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Quién habría imaginado que al siglo XX le seguiría el siglo XI. Se lo preguntaba Amos Oz en Contra el fanatismo al reflexionar sobre el conflicto palestino-israelí, un ensayo que urge releer para entender lo que está pasando. Y, más importante aún, cómo lo que está pasando se podía haber evitado. El pánico en Gaza está sucediendo al horror en Israel.

Una semana después de los peores ataques de Hamás y la más temida de las represalias de Israel en este siglo, los cadáveres a uno y otro lado se cuentan por miles. Esa X que se le está cayendo al siglo XXI da nombre a Twitter, donde la gente que reparte culpas discute si masacrar bebés es más grave que decapitarlos y circula imágenes de la barbarie en Oriente Próximo que por mucho algoritmo no resultan menos medievales.

Foto: Soldados israelíes en el área de los ataques. (EFE/Martin Divisek)

No llegó a ver Amos Oz lo que está pasando ahora. Pero se lo temía. Hace 20 años que dejó descrito el peligro de los fanatismos. Sabía también que los europeos, impacientes y bienintencionados, siempre necesitamos saber, antes de nada, quiénes son los buenos y los malos de la película. Contra quiénes protestar y a quiénes apoyar. Y eso que no existía Twitter todavía.

Sin embargo, ya nos avisaba Oz de que lo que pasa en Israel y Palestina no es una lucha entre el bien y el mal ni una película del Salvaje Oeste, sino más bien una tragedia. Una en la que todos sufren. Sabía de lo que hablaba, su infancia en Jerusalén decía que le había convertido en un experto en fanatismo comparado. Y veía que en este siglo el fanatismo resurgiría. Y vaya si está resurgiendo. El sufrimiento visto esta semana y el que vamos a ver en las próximas, entre israelíes y palestinos, no deja de darle la razón.

El número de asesinados estos días por Hamás en Israel, más de 1.300, supera el número de israelíes muertos en toda la violencia entre israelíes y palestinos en los 20 años anteriores. Los bombardeos en Gaza como represalia suman ya una cifra similar y la devastación puede ser mucho mayor con la previsible invasión terrestre. Cuando Israel dio 24 horas para la evacuación de un millón de palestinos a los que les ha cortado el agua, la electricidad y los víveres, la ONU advirtió que la evacuación es imposible. La tétrica cuenta atrás es la antesala de una nueva tragedia humanitaria.

"No es más que un conflicto territorial sobre la dolorosa cuestión: ¿De quién es la tierra?"

Es imposible que cientos de miles de civiles puedan llegar a salvo a la frontera sur tras siete días de bombardeos. Tampoco les será posible sobrevivir quedándose en Gaza. Sin electricidad no funcionan ni los hornos de pan ni los quirófanos; ni las incubadoras de bebés ni la potabilización de agua. A oscuras y bajo asedio, la ONU advierte de las consecuencias devastadoras para los civiles. Si no se vislumbra la dimensión de la tragedia, mucho menos la paz.

Aunque no infravaloraba tampoco la miopía y la estupidez de los líderes de ambos bandos, cuando Amos Oz escribía Contra el fanatismo todavía creía que el conflicto entre israelíes y árabes palestinos podía resolverse. Todavía confiaba en que israelíes y palestinos dejarían de masacrarse unos a otros si llegaban a un acuerdo. Lo primero era identificar la naturaleza del conflicto, que insistía en que no era religiosa por más que "fanáticos de ambos bandos hagan lo imposible por convertirlo en guerra religiosa", escribía. "No es más que un conflicto territorial sobre la dolorosa cuestión: ¿De quién es la tierra?" De ahí que lo describiera como "un conflicto entre derecho y derecho, entre dos reivindicaciones muy convincentes, muy poderosas, sobre el mismo pequeño país. Ni guerra religiosa, ni guerra de culturas, ni desacuerdo entre dos tradiciones. Simplemente, una verdadera disputa estatal sobre quién es el propietario de la casa". Israelíes y palestinos quieren la misma tierra por las mismas razones. Todos la ven como su única patria posible y ninguno piensa irse.

El acuerdo que como pacifista Oz creía posible, el que en los 90 estuvo más cerca que nunca, requería llegar a un compromiso entre las partes. Requería, sigue requiriendo, que Israel reconozca que Palestina es la patria del pueblo palestino y los palestinos acepten el derecho a Israel a existir. Dividir el país en dos patrias más pequeñas que ambos puedan llamar hogar, reconocía Oz, sería doloroso para todos, pero mucho menos doloroso que seguirse matando por la incapacidad de lograrlo. Muchos le llamaban traidor por proponerlo, porque dentro del fanatismo está la incapacidad de ceder.

Lo contrario de un acuerdo no es el idealismo. Decía Oz que lo contrario de un acuerdo es más fanatismo y más muerte

Ahora que la violencia entre Israel y Palestina se está recrudeciendo hasta límites desconocidos este siglo, ese acuerdo ni siquiera existe como hipótesis. Es probable que las consecuencias de los ataques de Hamás y la represalia de Israel cambien la situación ambos bandos para siempre. De ahí que releer a Oz clamando Contra el fanatismo sea tan urgente. La paz necesita empezar a ser posible en la imaginación.

Lo contrario de un acuerdo no es el idealismo. Decía Oz que lo contrario de un acuerdo es más fanatismo y más muerte. Y cuanta más violencia haya y más desesperación alimente, más fanatismo generará. Y cuanto más aumente fanatismo, menos probable será un acuerdo. Y es la falta de acuerdo lo que nutre la crueldad, el fanatismo y la tragedia. Esa que estamos viendo. Ya está aquí. Es el siglo XI.

Quién habría imaginado que al siglo XX le seguiría el siglo XI. Se lo preguntaba Amos Oz en Contra el fanatismo al reflexionar sobre el conflicto palestino-israelí, un ensayo que urge releer para entender lo que está pasando. Y, más importante aún, cómo lo que está pasando se podía haber evitado. El pánico en Gaza está sucediendo al horror en Israel.

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