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No es reconciliación, es recochineo
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Marta García Aller

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No es reconciliación, es recochineo

Cuanto más se homenajeaba en el Congreso la Constitución, más despropósito parecía que el próximo Gobierno lo decida quien se la saltó

Foto: El Congreso, durante la jura de la Constitución de Leonor. (EP/Eduardo Parra)
El Congreso, durante la jura de la Constitución de Leonor. (EP/Eduardo Parra)
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La víspera de que la princesa Leonor jurase la Constitución con solemnidad, el presidente en funciones había mandado a Bruselas al número tres del partido a reunirse con quien huyó por saltársela. Si el objetivo de mandar al enviado de Sánchez a verse con Puigdemont unas horas antes de que la heredera al trono cumpliera con el mandato de la Carta Magna era que las portadas con Leonor opacaran la otra imagen, la estrategia no pudo ser más fallida. Ni más obsoleta. Ya no son las portadas impresas del día siguiente las que marcan la actualidad, son las pantallas omnipresentes. Y cuanto más se contraponían ambas escenas, más chirriaba la foto con Puigdemont.

Cuanto más se homenajeaba en el Congreso la Constitución, más despropósito parecía que el próximo Gobierno lo decida quien se la saltó. El Congreso vestido de gala amplificaba el desafío de Puigdemont riéndose de la Constitución en presencia de un enviado del presidente del Gobierno. Y más que se va a reír si con la amnistía acaban por darle la razón.

Por si hubiera alguna duda del porqué de las risas, la reunión de Santos Cerdán con Puigdemont la presidía en Bruselas una foto enorme festejando el referéndum ilegal del 1-O. En el centro del cuadro colgado de la pared de la sala, con los representantes del PSOE en una tensa escena del sofá, sobresale una de aquellas urnas que en 2017 representaron la burla al Estado de derecho. Ahora el que se burlaba era Puigdemont al enseñársela a Cerdán.

Esa urna ya no es una prueba del delito que ya juzgó el Supremo, tampoco de la presunta reconciliación que el PSOE alega como excusa para la amnistía. Esa urna con Puigdemont riéndose mientras la señala es la imagen misma del recochineo. Por eso, Puigdemont ríe al mostrarle la foto de la urna del 1-O al enviado de Sánchez. Más bien se descojona.

Cómo no se va a reír Puigdemont si no le ha hecho falta ni escenificar un paripé de reconciliación, ni de arrepentimiento

Cómo no se iba a reír Puigdemont mientras lo rehabilitan como interlocutor del Gobierno de un país que si pisara sería detenido. Encima bajo una foto del 1-O que representa precisamente el delito que previsiblemente le van a perdonar a cambio de investir a Sánchez.

Cómo no se va a reír Puigdemont si no le ha hecho falta ni escenificar un paripé de reconciliación, ni de arrepentimiento por la declaración unilateral de independencia, ni la promesa siquiera de no volver a intentarlo.

Esta penúltima provocación de Puigdemont deja muy claro a Sánchez, antes de su inminente investidura, que lo único que está dispuesto a ceder el prófugo a cambio de su amnistía son sus votos, sus siete votos. Ni rastro de la renuncia a la unilateralidad ni intención siquiera de que lo parezca. Sánchez accede públicamente a reconocer al prófugo de la Justicia española como interlocutor de la negociación del futuro Gobierno del país, del que sigue huido.

Foto: La secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra. (Europa Press) Opinión
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Y ver al día siguiente al Congreso entero vestido de gala con 600 sillas de terciopelo carmesí para ver a la heredera al trono jurar lealtad a la Constitución, no opaca, sino que hace más visible a quien está dispuesto a saltársela. Cuanto más resonaban las palabras de Sánchez prometiéndole lealtad a la heredera, más resonaba la deslealtad de Puigdemont de 2017. Visto así, qué bien elegida la foto del 1-O que presidía la reunión.

A falta de conocer los detalles de la amnistía a cambio de la investidura en ciernes, la foto no deja lugar a dudas. Bueno, sí, deja una. Deja la duda a Junts de qué más podrán pedirle al Gobierno en funciones a cambio de los siete votos, porque tiene pinta de tragar con todo. Hasta con el recochineo.

La víspera de que la princesa Leonor jurase la Constitución con solemnidad, el presidente en funciones había mandado a Bruselas al número tres del partido a reunirse con quien huyó por saltársela. Si el objetivo de mandar al enviado de Sánchez a verse con Puigdemont unas horas antes de que la heredera al trono cumpliera con el mandato de la Carta Magna era que las portadas con Leonor opacaran la otra imagen, la estrategia no pudo ser más fallida. Ni más obsoleta. Ya no son las portadas impresas del día siguiente las que marcan la actualidad, son las pantallas omnipresentes. Y cuanto más se contraponían ambas escenas, más chirriaba la foto con Puigdemont.

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