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Marta García Aller

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España no se rompe, se enfada

Aunque Sánchez salga investido a cambio de darle al independentismo lo que pide, no tiene garantizado nada más. Ni la legislatura, ni la concordia en Cataluña, ni la victoria en las urnas del PSC, al que parece fiar toda su estrategia

Foto: Protesta contra el gobierno en funciones tras negociaciones con Junts y ERC. (EFE/Fernando Alvarado)
Protesta contra el gobierno en funciones tras negociaciones con Junts y ERC. (EFE/Fernando Alvarado)
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Cambiar una amnistía por siete votos es más arriesgado de lo que parece. Bueno, el canje no es solo por una amnistía. Estamos de oferta, oiga. Añada también 15.000 millones, el traspaso de Rodalies y unas cuantas cosas más que no eran ni legales ni deseables a ojos de los mismos que ahora solo les ven ventajas. Pero con eso no basta. No todavía. Carles Puigdemont quiere rebañar un poquito más de recochineo antes del acuerdo.

Porque Puigdemont no solo quiere una amnistía, quiere protagonismo. Más. Y quiere poder. Mucho. Hace mucho que lo había perdido y los siete escaños de Junts que Sánchez necesita se lo han devuelto. Así que ahora que ERC ya ha firmado con el PSOE, sabe que la gobernabilidad de España depende exclusivamente de él y disfruta dilatando las negociaciones.

Puigdemont está dejando claro en esta prórroga de última hora que va a poner todo de su parte para ponérselo difícil a Sánchez. No solo para la investidura, para toda la legislatura. Y para que esta salga adelante, antes Sánchez va a tener que seguir cediendo otro ratito más a lo que le pide el líder separatista.

Los últimos flecos que justifican la demora de este fin de semana no son los últimos. Con Puigdemont, nunca lo son. Esta dilatación in extremis del pacto, cuando el PSOE ya creía que lo tenía todo hecho, no es más que un adelanto de lo que va a suponer tener al cabecilla del 1-O como socio de legislatura.

Foto: El Congreso, durante la jura de la Constitución de Leonor. (EP/Eduardo Parra) Opinión
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En los cien días que han transcurrido desde las elecciones generales, la amnistía ha pasado de imposible a inapelable. ¿Qué más pueden conseguir los partidos independentistas en otros cien días más? Si Puigdemont inviste a Sánchez, tiene toda la legislatura para salir de dudas. Si en tres meses han logrado todo esto que antes les decían que era imposible, ¿por qué iba a parar ahora?

La investidura de Sánchez se dirime en medio de una guerra por el poder entre ERC y Junts. Una puja para ver quién es más independentista de los dos que siempre amenaza con hacerlo saltar todo por los aires. Gobernabilidad para hoy, ingobernabilidad para mañana. Las complicaciones en la negociación son solo un anticipo.

Foto: El líder de ERC, Oriol Junqueras. (EFE/Quique García)

Seguramente exageren los que ven en la amnistía una abolición del Estado de Derecho, aunque no por ello este vaya a salir indemne. Entre el deterioro y la abolición hay todavía un trecho. Afortunadamente. Pero quienes seguro exageran son los que solo ven concordia y entendimiento en las consecuencias de una amnistía a cambio de la investidura.

La amnistía viene también de serie, con una buena dosis de caos, un protagonismo recobrado para el independentismo y una buena dosis de enfado en la opinión pública. España no se romperá, pero se está encabronando.

¿Cómo no va a causar enfado que Puigdemont se vuelva de rositas y con carta blanca para volver a enredar en la política española todo lo que pueda? Cómo no iba a ser arriesgado. ¿O cree Sánchez que el expresident se va a retirar a una Masía cuando vuelva?

Foto: El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page. (EFE/Kiko Huesca)

La vuelta a la política catalana por la puerta grande de la amnistía de la generación de políticos indepes que la puso patas arriba por el procés no augura precisamente tranquilidad. Los votantes independentistas que estaban decepcionados porque se habían dado cuenta de que les habían prometido un imposible pueden recobrar la ilusión por una causa que creían perdida, porque ahora sus líderes sí que están consiguiendo lo que prometen. ¿Cómo va a ser la amnistía un incentivo para desinflar el independentismo si están demostrando a sus fieles que por fin pueden sacarle al Estado lo que se van proponiendo?

El cortoplacismo en política está tan sobrevalorado últimamente que a menudo se confunden sus éxitos con sus riesgos. Eximir de toda responsabilidad legal de cientos de procesados por corrupción, desobediencia y malversación, ya sea a los altos cargos de la Generalitat acusados por desvío de fondos públicos o a los CDR que cortaban carreteras y aeropuertos, podrá proporcionar al PSOE la gobernabilidad de España. Pero está por ver que le compense.

Aunque Sánchez salga investido a cambio de darle al independentismo lo que pide, no tiene garantizado nada más. Ni la legislatura, ni la concordia en Cataluña, ni la victoria en las urnas del PSC, al que parece fiar toda su estrategia. Es más, aunque la apuesta por la amnistía trajera una nueva etapa de concordia y terminara de desarmar el procés, cosa bastante dudosa, o si al independentismo la amnistía les restara protagonismo y apoyo electoral en vez de devolvérselo, dudoso también, el PSOE seguiría teniendo un problema enorme. Si no en Cataluña, en el resto de España.

¿Cómo va a ser la amnistía un incentivo para desinflar el independentismo, si por fin sacan al Estado lo que se proponen?

Incluso aunque los críticos, los escépticos y demás agoreros anduviéramos equivocados, la coartada de la concordia no cuela. Mientras el PSOE defiende que la amnistía es una victoria del entendimiento entre quienes piensan diferente, Puigdemont no da ni un gesto de buena voluntad.

Mientras el Gobierno de Sánchez habla de concordia, se le va enfadando el resto de España. La mitad que no lo quiere en el Gobierno, seguro. Pero buena parte de la otra mitad y le creyó cuando decía que alinearse con los separatistas no es de izquierdas, también. Sobre todo con el empeño que está poniendo Puigdemont, y más que va a poner, en que quede claro que esta negociación tiene más de chantaje que de reencuentro.

Cambiar una amnistía por siete votos es más arriesgado de lo que parece. Bueno, el canje no es solo por una amnistía. Estamos de oferta, oiga. Añada también 15.000 millones, el traspaso de Rodalies y unas cuantas cosas más que no eran ni legales ni deseables a ojos de los mismos que ahora solo les ven ventajas. Pero con eso no basta. No todavía. Carles Puigdemont quiere rebañar un poquito más de recochineo antes del acuerdo.

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