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Las protestas que necesitaba Puigdemont
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Las protestas que necesitaba Puigdemont

Qué más podría pedir Puigdemont que a la extrema derecha calentando la calle mientras negocia contra reloj su amnistía a la carta a cambio del Gobierno del país que tanto ha trabajado por desestabilizar

Foto: Concentración en Ferraz contra la ley de amnistía. (Europa Press/Ricardo Rubio)
Concentración en Ferraz contra la ley de amnistía. (Europa Press/Ricardo Rubio)
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¿Qué más podía pedir Puigdemont? Además de la impunidad, claro. Y además del protagonismo, por supuesto. Además de tener a Sánchez en vilo, y con él al resto del país, a ver cuándo se decide a apoyar la investidura de la que lleva tres meses poniendo sus condiciones. ¿Qué más podía pedir para terminar de disfrutar este momento tan dulce que el 23-J le puso en bandeja?

Cuando parecía que ya no podía pedir más, que todo le sonríe, todavía sopla otro viento a favor de Puigdemont. Puede que en Waterloo, mientras Santos Cerdán espera impaciente la llamada que no llega en un hotel cercano, descorcharan algún cava al ver que a Ferraz llegaban ultras con la bandera del águila imperial. Un brindis por cada carga policial en las protestas no autorizadas contra la amnistía.

¿Puede pedir más Puigdemont? ¡Sí! Que los que protestan contra la amnistía griten: “¡Con los moros no hay cojones!”. ¿Más? ¡Sí! Que carguen contra Felipe VI: “Se va a acabar la monarquía liberal”, se oía la noche del lunes en Ferraz, donde se juntaron unas 4.000 personas. El martes, eran 7.000. Comenzaron su protesta en Gran Vía y frente al Congreso de los Diputados y luego se movilizaron a Ferraz, donde unos radicales trataban de volcar las vallas que protegían la sede del PSOE. La batalla campal con la policía acabó con varios heridos. ¿Quién da más?

Qué le puede venir mejor a Junts mientras dilata los tiempos para terminar de apretarle las tuercas al presidente en funciones que parezca que efectivamente los que se oponen a su impunidad no son más que unos cuantos radicales recién sacados de Martínez el Facha y familia. La mayoría de los manifestantes serían pacíficos, pero había muchos que no. Hicieron falta más de 300 antidisturbios y entre la docena de heridos hay dos agentes de la Unidad de Intervención Policial.

Qué más podría pedir Puigdemont que tener la extrema derecha calentando la calle mientras negocia contra reloj su amnistía a la carta a cambio del Gobierno del país que tanto ha trabajado por desestabilizar. Qué puede venirle mejor al prófugo para aumentar la presión que tener un puñado de ultras en prime time gritando "Puigdemont a prisión" entre banderas franquistas ¡y carlistas! Espera. Ya puestos, no le vendría mal un runrún de patriotas repitiendo que España es una dictadura, que es lo mismo que los indepes llevan años diciendo. Otro brindis.

¿Puede tener más suerte Puigdemont? Sí, todavía puede tener más suerte. Igual que Sánchez, el independentismo siempre puede contar con la ayuda extra de Santiago Abascal. Y viceversa. Ahí está el líder de Vox, la mañana del martes, al día siguiente de que las protestas que él mismo arengó se saldaran con tres detenidos, pidiendo a los agentes de la Policía Nacional que no cumplan órdenes del Ministerio del Interior y calentando más protestas. ¡En Ferraz! ¡En la Moncloa! ¡Donde sea!

Foto: Material incautado ayer por la Policía en la protesta de Ferraz. (EC)

Abascal llamó a la movilización desentendiéndose de su seguridad y desacreditando el atestado policial que explicaba que ya el lunes hubo manifestantes violentos que arrojaron objetos a los agentes. El martes la cosa empeoró. ¿Cómo no va a brindar Puigdemont? ¿Y cómo no va a hacer esperar a Sánchez un poquito más con lo bien que se lo debe estar pasando?

Sánchez estará demasiado preocupado por rematar la investidura para brindar, pero todo este acoso nocturno a sus sedes y las protestas descontroladas tienen también algo de chollo para él. Son, en el fondo, un soplo de aire mediático. Así se habla menos de la amnistía a los independentistas, de la que tan pocas explicaciones está dando. Así no hablamos de cómo Puigdemont ha ido logrando sus condiciones sin tener que renunciar ni a la unilateralidad ni a nada, que sepamos.

Cada altercado rodeando una sede del PSOE, cada atestado policial que denuncie ultras de extrema derecha lanzando vallas, caricaturiza la oposición a la amnistía como algo residual y terminal. Y ya que los términos y la justificación de la amnistía se van haciendo indefendibles, al menos por el presunto bien de España, cuanto más evidente es que se hace por siete votos, esos altercados más le ponen en bandeja al Gobierno centrar la atención en la condena más que legítima a quienes atacan su sede con barras de hierro y bengalas de Ultra Sur.

Cada día que pasa sin acuerdo, más desgasta Puigdemont al PSOE y su discurso de la concordia. Y más desgasta también la legendaria audacia de Sánchez, que está resultando no serlo tanto. Y cuanto más se calienta la calle, más se crece Puigdemont, mientras acaricia sus siete escaños como si fueran un gato negro. Qué larga se le va a hacer a Sánchez esta semana y cómo debe de estarse divirtiendo Puigdemont. Nada como el caos para salirse con la suya.

¿Qué más podía pedir Puigdemont? Además de la impunidad, claro. Y además del protagonismo, por supuesto. Además de tener a Sánchez en vilo, y con él al resto del país, a ver cuándo se decide a apoyar la investidura de la que lleva tres meses poniendo sus condiciones. ¿Qué más podía pedir para terminar de disfrutar este momento tan dulce que el 23-J le puso en bandeja?

Carles Puigdemont
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