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Una llamada perdida de Pedro Sánchez
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Una llamada perdida de Pedro Sánchez

Ser uno de los países europeos con más cargos de libre designación deja cientos de puestos pendientes de una llamada por cada ministro que diga "sí" este fin de semana

Foto: Sánchez promete su cargo de presidente. (EFE/Ballesteros)
Sánchez promete su cargo de presidente. (EFE/Ballesteros)
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En España, muchos ministros se nombran igual que se cita a Machado, de oídas y por quedar bien. Hay ministros que nadie se acuerda de cómo acabaron siéndolo. A lo mejor alguien soltó su nombre en una de esas cenas de los mentideros madrileños en las que lo mismo se recomienda un dermatólogo que un jefe de gabinete y al llegar a los postres cualquiera de los dos corre el riesgo de acabar de secretario de Estado.

Para el que está esperando que lo nombren ministro, o ministra, lo peor que se puede tener este fin de semana es una llamada perdida de Pedro Sánchez. Bueno, peor aún sería tener una llamada perdida de un número desconocido y quedarse toda la vida con la duda de si sería de Moncloa. Los más motivados hoy van a descolgar todo el día diciendo "presidente" por si acaso, aunque luego sea el comercial de Yoigo.

Una llamada perdida este fin de semana puede significar una renuncia prematura al cargo, porque cuando un presidente está formando gobierno, suele tener mucha prisa. Una vez uno se quedó sin el puesto que le había ofrecido un presidente recién investido por pedirle tiempo para consultarlo con su mujer antes de decirle que sí. Para cuando la localizó y juntos decidieron aceptar el cargo, ya se lo habían ofrecido a otro. No habrá muchos países en los que haya menos correlación entre lo rápido que se nombran los ministros y lo lenta que va luego la administración.

Habríamos tenido excelentes ministros que nunca llegaron a serlo porque, de tanto empeño que hubo en que no se filtrase su nombre, nunca nadie los llamó. Y otros que acabaron siéndolo de rebote, porque antes tres o cuatro rechazaron el cargo y para el quinto intento a nadie se le ocurría nada mejor. A diferencia del Nobel, rechazar un ministerio no tiene épica alguna. Solo rumor.

Foto: El secretario de Estado de Derechos Sociales del Gobierno de España, Nacho Álvarez. (Europa Press/Eduardo Parra)

El rumor es muy útil también para los ministrables hechos a sí mismos que viven su momento de gloria por entrar en las quinielas. Son los que llevan días filtrando su propio nombre a la prensa para ver si así el presidente se acuerda de ellos. La técnica del nombramiento por inducción a veces funciona. No es fácil formar un gobierno en un fin de semana. Es un desafío para la meritocracia, también para la imaginación. Así que colarse en algún titular estos días puede servir de inspiración.

Además, no solo faltan ministros. Ser uno de los países europeos con más cargos de libre designación deja tantos puestos pendientes de una llamada este fin de semana que por cada ministro que dice "sí", luego hay una cascada de llamadas hacia abajo. En las próximas horas se irán repartiendo direcciones generales, asesores y jefes de prensa... Todos andan ahora pendientes del teléfono por si acaso. Hasta el dermatólogo.

En España, muchos ministros se nombran igual que se cita a Machado, de oídas y por quedar bien. Hay ministros que nadie se acuerda de cómo acabaron siéndolo. A lo mejor alguien soltó su nombre en una de esas cenas de los mentideros madrileños en las que lo mismo se recomienda un dermatólogo que un jefe de gabinete y al llegar a los postres cualquiera de los dos corre el riesgo de acabar de secretario de Estado.

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