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La penúltima mudanza de Podemos
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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La penúltima mudanza de Podemos

Será un éxito si en solitario Podemos saca uno o dos escaños en las elecciones al Parlamento Europeo. Diez años después, volverían a terminar donde empezaron

Foto: Ione Belarra, a las puertas del Congreso de los Diputados. (Europa Press/Parra)
Ione Belarra, a las puertas del Congreso de los Diputados. (Europa Press/Parra)
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Con Podemos está siendo diferente. Siempre lo ha sido. Antes era más fácil saber cómo terminaba un partido político. Iban desapareciendo a base de mudanzas, de legislatura en legislatura, hasta que poco a poco se les perdía el rastro. Con Adolfo Suárez, el CDS fue pasando de un palacete en Marqués del Duero a otra sede más pequeña en O’Donnell. Y cuando se quedaron sin escaños, se volvieron a mudar a un pisito más modesto en Alcalá, esquina Príncipe de Vergara. Para las últimas elecciones a las que se presentaron, ya nadie se acordaba de su papeleta ni de su código postal. Veinte años más tarde, a Ciudadanos le ha pasado lo mismo, pero mucho más rápido, que para eso la política se ha acelerado. El partido naranja empezó el año cerrando algunas sedes provinciales, en verano ya había abandonado el Congreso y su edificio de 2.600 m² en Ventas. Para Navidad, ya nadie sabe dónde mandarle un christmas.

Podemos también está desapareciendo, pero a su manera. Como hace tanto que el partido se empadronó en Galapagar ya no necesitan buscarse otro sitio. Normalmente, los partidos esperan a quedarse sin votos para mudarse a una sede más pequeña. Pero en Podemos fueron tan visionarios que primero achicaron la sede y luego fueron perdiendo los votos, a medida que les empezó a sobrar partido. Con los años, se han ido purgando solitos hasta que les ha quedado una formación a medida de los del chalé. Y a falta de nadie más a quien purgar, la única mudanza que le quedaba por hacer a Podemos era al Grupo Mixto. Así, sin avisar.

En Sumar, se han enterado por la prensa de que Podemos se pasa al Grupo Mixto, igual que los inscritos y las inscritas. A la militancia sí le consultaron en su día la mudanza de su líder al chalé de Galapagar, pero se les ha pasado preguntar si les parece buena idea romper la coalición con la que se presentaron a las últimas elecciones y que forma parte del Gobierno. Se ve que hay mudanzas y mudanzas.

Podemos amenazaba desde hace tiempo con romper relaciones con Sumar, pero ninguna de las partes esperaba que fuera tan rápido. Lo previsible era un golpe de efecto que llegara en vísperas de las elecciones gallegas y vascas, o antes de las europeas. Pero esta espantada ha pillado por sorpresa porque no se produce por ningún choque concreto al que se pueda dotar de la habitual épica tuitera marca de la casa. La ruptura no ha sido por los presupuestos ni por la exigencia de unas primarias más justas, sino a contrapié, después de que la renuncia del coordinador autonómico de Podemos en Madrid, Jesús Santos, les hiciera temer una cascada de renuncias más.

Foto: Ione Belarra. (Alejandro Martínez Vélez / Europa Press)
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Además, anunciar la ruptura con Sumar para irse al Grupo Mixto un martes por la tarde víspera del puente, más que un golpe de efecto, parece una señal de debilidad. Antes, cuando Podemos sorprendía con algo así, se intuía la audacia, ahora, sobre todo se sospecha de improvisación. A falta de nuevos traidores y discrepancias ideológicas, sus últimos fieles ya no tienen clara la estrategia que está siguiendo lo que les queda de partido ni la rentabilidad electoral de esta última jugada. Ni los golpes de efecto son lo que eran.

Así que a lo más que parece aspirar ya Podemos es a que irse al Grupo Mixto no haya sido la última, sino la penúltima mudanza. A estas alturas, salvo sorpresa, será un éxito si en solitario sacan uno o dos escaños en las elecciones al Parlamento Europeo en mayo. Diez años después, volverían a hacer las maletas para terminar donde empezaron.

Con Podemos está siendo diferente. Siempre lo ha sido. Antes era más fácil saber cómo terminaba un partido político. Iban desapareciendo a base de mudanzas, de legislatura en legislatura, hasta que poco a poco se les perdía el rastro. Con Adolfo Suárez, el CDS fue pasando de un palacete en Marqués del Duero a otra sede más pequeña en O’Donnell. Y cuando se quedaron sin escaños, se volvieron a mudar a un pisito más modesto en Alcalá, esquina Príncipe de Vergara. Para las últimas elecciones a las que se presentaron, ya nadie se acordaba de su papeleta ni de su código postal. Veinte años más tarde, a Ciudadanos le ha pasado lo mismo, pero mucho más rápido, que para eso la política se ha acelerado. El partido naranja empezó el año cerrando algunas sedes provinciales, en verano ya había abandonado el Congreso y su edificio de 2.600 m² en Ventas. Para Navidad, ya nadie sabe dónde mandarle un christmas.

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