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La solución a la sequía no cae del cielo
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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La solución a la sequía no cae del cielo

España arrastra una sequía meteorológica severa de larga duración. También es severa y de larga duración la inacción política

Foto: Cataluña declara la emergencia por sequía que afectará a seis millones de personas. (EFE/Quique García)
Cataluña declara la emergencia por sequía que afectará a seis millones de personas. (EFE/Quique García)
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Cataluña acaba de decretar la emergencia ante la peor sequía, la peor desde que hay registros, pero no vale lamentarse como si la sequía fuera solo un fenómeno natural. También es político. Y económico. Y cultural. Había muchas cosas que se podían haber hecho para prevenir las penosas consecuencias de las restricciones de agua. En vez de confiar en que la solución cayera del cielo, se podía haber hecho política. Esta sequía es un drama, pero no es una sorpresa.

Tras 40 meses sin lluvia, se han agotado las reservas de los pantanos y los acuíferos en Cataluña. Pero el problema no son solo los 40 meses sin lluvia, también lo es seguir dependiendo del agua que cae del cielo. La lluvia no depende de los gobiernos, pero la prevención con inversiones en infraestructuras, la gestión de caudales, de cultivos y de campañas para concienciar a la población, sí. Así que por mucho que insista el president Pere Aragonès en que esta es la peor sequía de la historia, como si fuera una plaga bíblica frente a la que no se puede hacer nada, hay mucho que podía haber hecho. Porque el problema de la sequía no es solo la falta de lluvia, es la falta de previsión.

No solo llevamos meses sabiendo que afrontábamos una de las peores sequías de las últimas décadas, sabemos también que con la emergencia climática vamos a vivir en un país más cálido y con mucha menos agua de la que teníamos. Eso significa repensar la gestión de los caudales, los regadíos y la agricultura. También el turismo.

Significa que urge, lleva mucho tiempo urgiendo, invertir en nuevas infraestructuras que faciliten depender cada vez menos del agua de lluvia y significa también en un cambio de mentalidad. Significa decirle a la gente que tiene que vivir de otra manera y buscar soluciones para los que van a salir más perjudicados por ello. Deberíamos aprender de países que llevan tiempo afrontando la escasez de agua no como un fenómeno pasajero sino como la nueva normalidad. En Israel, el 90% de las aguas depuradas se reúsa para la agricultura y un 85% del agua desalinizada se usa en los hogares. Además, el esfuerzo que han hecho en canalizaciones para evitar fugas ha sido fundamental (frente al 15% de tasa media de pérdida de agua en la OCDE en canalizaciones, presumen de apenas un 3%).

Foto: Vista del pantano de la Baells (Barcelona). (EFE/Siu Wu) Opinión
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El Govern de la Generalitat, tanto este como las anteriores, podía haber dado a los municipios que ahora tienen que cortar el agua a sus vecinos más ayudas para la reparación de fugas y el mantenimiento de canalizaciones. Podría haber puesto en funcionamiento más plantas regeneradoras y desalinizadoras. De hecho, después de la grave sequía que sufrió hace 15 años, se proyectaron infraestructuras para anticiparse a futuras sequías. ¿Y qué pasó? Lo de siempre. Se proyectaron, pero desalinizadoras que no se hicieron, ¿por qué? Porque después de la sequía llovió. Como si eso arreglara el problema.

La península ibérica se seca, pero la solución a la sequía no va a caer del cielo. Cada vez hay más días de récord por calor: en 2023 fueron 38 de los 365, es decir, de cada nueve días, uno ha batido récord de calor. Después de esta sequía vendrá otra. Y otra. Es cada vez más evidente que las restricciones de agua en comunidades como Andalucía y Cataluña serán sistémicas y que ningún territorio puede solucionarlo por su cuenta. Hace falta más colaboración interregional y coordinación con el Gobierno central. España arrastra una sequía meteorológica severa de larga duración. También es severa y de larga duración la inacción política. No solo hace falta más agua, hace falta más y mejor política.

Cataluña acaba de decretar la emergencia ante la peor sequía, la peor desde que hay registros, pero no vale lamentarse como si la sequía fuera solo un fenómeno natural. También es político. Y económico. Y cultural. Había muchas cosas que se podían haber hecho para prevenir las penosas consecuencias de las restricciones de agua. En vez de confiar en que la solución cayera del cielo, se podía haber hecho política. Esta sequía es un drama, pero no es una sorpresa.

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