Segundo Párrafo
Por
La crisis más grave de la foto de Kate Middleton no es la real
Cuando parecía que los protagonistas podían informar de sí mismos con fotos caseras sin intermediarios, los medios vuelven a ser fundamentales como verificadores ante los intentos de manipulación oficial
Cuando lo que mejor explica lo que está pasando con la Princesa de Gales no es un pasaje de The Crown, sino de Paquita Salas, es que la crisis de la familia real británica debe de ser grave. Muy grave. El Palacio de Kensington publicó una foto para acallar los rumores del estado de salud de Kate Middleton, pero al final fueron los rumores los que acabaron con la foto. Y es que es mucho más que una foto. Es una prueba. En el peor de los casos, de un intento deliberado de desinformación, en el menos malo, de una torpeza mayúscula que denota un preocupante descontrol. No descartemos que sea las dos cosas a la vez.
En la foto de la polémica aparece la Princesa de Gales resplandeciente, seguramente demasiado, rodeada de sus tres hijos sonrientes, tal vez demasiado. Las sospechas de que la foto estaba manipulada empezaron a extenderse tan rápido en las redes que hasta volvieron a hacer de Twitter algo tan interesante como cuando se llamaba Twitter. Y dice mucho de cómo está cambiando la comunicación de las imágenes ahora que cada vez está más claro que ya no podemos fiarnos de lo que ven nuestros ojos.
La sospecha de manipulación era grave no porque a alguien se le hubiera ido la mano con el Photoshop, sino por ser la primera foto oficial de la princesa desde antes de que se sometiera a una cirugía abdominal hace dos meses. Hace semanas empezaron los rumores sobre qué escondería su larga desaparición de los focos. Así que presentarse con un alegre retrato familiar por el Día de la Madre, como si no pasara nada, en una foto supuestamente tomada por su marido, el príncipe William, quería transmitir la sensación de normalidad en el palacio de Kensington. No coló.
La sospecha de que la imagen real podría no ser real se convirtió en noticia cuando las agencias fotográficas más importantes del mundo retiraron la foto después de confirmar que estaba manipulada. Que si una manga era extraña, que si la cremallera y el pelo estaban desalineados o que si los baldosines del suelo no parecían alineados de manera real. Y la más arriesgada de todas las sospechas para terminar de escamar a la opinión pública británica, que si hay algo de lo que está más pendiente que de la casa real es del tiempo: las hojas de los árboles en el fondo parecían demasiado primaverales para una fotografía que supuestamente fue tomada en Windsor la semana pasada. La manera más fácil de zanjar la polémica sería publicar la foto original. Pero Palacio se niega.
La desconfianza, claro, aumenta. Y ahora con razón. Ya no son paranoias tuiteras. Ahora hay constancia de que Casa Real oculta algo, porque además de confirmar los retoques, no quiere publicar la foto original. Hay motivos para dudar incluso de que la foto en cuestión exista, porque algunos expertos en fotografía apuntan a que puede ser la mezcla de varias imágenes. Así que las agencias de medios se niegan a distribuirla, y con razón, porque su trabajo es informar y ya no saben si esa foto refleja realmente lo que dice ser o es totalmente fake. La fuente oficial pasa a ser tan sospechosa como un anónimo en redes. Es grave.
¿Y qué importancia tiene unos pequeños retoques en un retrato familiar si a menudo las revistas publican fotos retocadas? El problema es que no hay ningún medio que acredite que esa foto es cierta. Y la Casa Real ha perdido credibilidad para avalarla por sí misma porque es parte implicada. Lo que escama no es que haya un retoque en el jersey de uno de los niños o en el color del jardín, sino que la foto real sea irreal. Los detalles donde se nota el retoque solo son las pistas que delatan que la manipulación puede ser mayor. Cada vez hay más expertos en cazar imágenes falsas porque cada vez es más necesario diferenciar lo real de lo irreal. Y más difícil.
Retocar una imagen oficial deja de ser una cuestión de coquetería y pasa a ser un asunto de Estado cuando lo que se puede estar ocultando es el estado de su enfermedad. Una cosa sería pedir discreción para negarse a dar información sobre el estado de salud, apelando al respeto a la privacidad, y otra muy diferente es engañar a la opinión pública fingiendo que todo va bien cuando en realidad no hay pruebas de ello. Si es eso es lo que se ha intentado, es desinformación. Si solo era un retoque inocente para mejorar una foto mediocre, torpeza. Pero la mella en la credibilidad de la casa real ya está hecha.
Lo que está pasando con la foto de Kate es un aviso para navegantes de todas las instituciones. Ofrecer una fotografía manipulada pone en duda la autenticidad de todo lo demás. No se entendería la bola de nieve sin el misterio que rodea la enfermedad y el prolongado aislamiento de Kate. Llevar desde diciembre fuera de los focos hace que los rumores sobre su salud física y mental se hayan disparado. Puestos a dudar, se duda también de su paradero y su relación con William. Y si había una manera torpe de intentar acallar esos rumores era publicando una foto manipulada que para lo único que sirve es para confirmar que hay algo que ocultar.
En un momento en el que la confianza en el sistema se va resquebrajando, la foto manipulada de Kate Middleton confirma que vamos a ser más susceptibles que nunca a los intentos de manipulación de las imágenes. Y más si viene de fuentes oficiales. En la era de la manipulación gráfica vamos a ser más sensibles que nunca con la veracidad. Tras años en los que parecía que los protagonistas podían informar de sí mismos sin intermediarios, los medios vuelven a ser fundamentales como verificadores de contenido.
Ahora que cualquiera con un móvil puede aplicar sofisticadas funciones de edición de imágenes, borrar, insertar y mover objetos de sitio, y con inteligencia artificial puedes inventarte incluso caras que no existen, los medios necesitan protocolos excepcionalmente estrictos para protegerse contra la manipulación. Y la gente necesita esa verificación independiente porque nunca hemos tenido razones para dudar tanto de que los contenidos sean genuinos. Poco a poco la desconfianza es total. No solo a las redes, también a las instituciones. Nunca ha sido más fácil manipular imágenes, nunca ha sido más difícil creérselas. Así que la crisis más grave no es la real, es la irreal.
Cuando lo que mejor explica lo que está pasando con la Princesa de Gales no es un pasaje de The Crown, sino de Paquita Salas, es que la crisis de la familia real británica debe de ser grave. Muy grave. El Palacio de Kensington publicó una foto para acallar los rumores del estado de salud de Kate Middleton, pero al final fueron los rumores los que acabaron con la foto. Y es que es mucho más que una foto. Es una prueba. En el peor de los casos, de un intento deliberado de desinformación, en el menos malo, de una torpeza mayúscula que denota un preocupante descontrol. No descartemos que sea las dos cosas a la vez.
- Bolaños no sabe qué amnistía Marta García Aller
- La peor excusa de Armengol Marta García Aller
- Ventajas y desventajas de la corrupción hortera Marta García Aller