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Solo el trumpismo puede salvar a Biden
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Solo el trumpismo puede salvar a Biden

Hay mucho trumpismo en la capacidad de negación de la realidad que el partido demócrata está pidiendo a sus votantes para que ignoren el mal estado de su candidato

Foto: Seguidores de Trump en Atlanta, Georgia, la semana pasada. (Getty/Octavio Jones)
Seguidores de Trump en Atlanta, Georgia, la semana pasada. (Getty/Octavio Jones)
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La palabra posverdad entró el mismo año en la RAE que Trump en la Casa Blanca. Llevamos ya los suficientes años familiarizándonos con esta distorsión deliberada de la realidad para hacer política para reconocerla. La posverdad es la manipulación de creencias y emociones para influir en la opinión pública está en la esencia misma del trumpismo. Lo paradójico, siete años después de que posverdad se convirtiera en una palabra de moda y Trump en presidente, es que solo el trumpismo puede evitar que vuelva.

Es el trumpismo lo que puede salvar la campaña de Biden en sus horas más bajas. Y puede venirle bien al candidato demócrata de dos maneras no tan distintas. Una, por la movilización que el miedo que la vuelta de Trump a la Casa Blanca pueda generar envolviendo todas sus flaquezas, cada vez más evidentes, en la espesa capa de invisibilidad del malmenorismo. Pero después del fiasco del debate de la semana pasada, en el que Biden generó serias dudas de estar preparado para el cargo, ese trumpismo por sí solo ya no vale. Ahí es donde entra el otro.

El trumpismo que Biden necesita ahora en su campaña es el que tanto ha criticado y que ahora necesita para sí. Hay mucho trumpismo en la capacidad de negación de la realidad que el Partido Demócrata está pidiendo a sus votantes para que ignoren el mal estado de su candidato haciendo que todo es más normal de lo que realmente es. Y qué es el trumpismo sino la capacidad de negación de la realidad para alcanzar o mantener el poder.

Trumpismo no es solo negar la realidad. Es creerse por encima del bien y del mal. Un fin en sí mismo. Es también ignorar con descaro las peticiones, súplicas ya, del propio partido para retirarse a sabiendas de los riesgos que supone seguir. Los republicanos lo intentaron en su día cuando quisieron deshacerse de Trump y este se dio cuenta de que le valía con ignorar a su partido para mantenerse como candidato. Ahora es Biden quien lo está haciendo. Cada vez son más las peticiones para que se retire, pero le basta con ignorarlas para permanecer en la carrera electoral.

El 45% de los votantes demócratas registrados dijeron que el presidente debería hacerse a un lado, según una encuesta de YouGov publicada el domingo. El partido les dice que no hay de qué preocuparse. Pero queda entre muchos demócratas la esperanza de que esté habiendo movimientos discretos en busca de un sustituto viable para Biden, que dada la falta de tiempo para más controversias y para evitar dañar la campaña demócrata podría ser alguien que siga prometiendo lealtad estratégica a Biden hasta que se retirara.

Entonces el hipotético sustituto saldría aclamado con música de ‘El Ala Oeste de la Casa Blanca’ de fondo. Pero no está nada claro que el Partido Demócrata se esté tomando en serio la búsqueda de un sustituto. Esperar a que Biden se retire motu proprio y el partido esté gestando en secreto una alternativa idónea a tiempo de dar la batalla puede tener tan buena intención y tan poca conexión con la realidad como cuando el presidente Trump proponía la lejía como antídoto contra el coronavirus.

Foto: Joe Biden, en un acto de campaña en Carolina del Norte, el primero después del debate. (Reuters/Elizabeth Frantz)

La negación de la realidad como estrategia es la esencia misma del trumpismo, pero no solo de Trump. La campaña de Biden está adoptando el trumpismo a marchas forzadas desde su lamentable desempeño en el debate de la semana pasada. Varios dirigentes demócratas han cargado contra los medios y los opinadores, incluidas algunas de las firmas del New York Times y del Atlantic favoritas de Biden que ahora piden su retirada, por centrarse en lo mal que estuvo el demócrata en vez de cargar contra las mentiras del republicano. Qué hay más trumpista que acusar a los medios que incomodan de mentir incluso cuando se limitan a contar lo evidente.

Los argumentos más convincentes en defensa de Biden que han dado sus allegados para justificar que dejase tantas frases incoherentes sin terminar es que el día del debate estaba resfriado y que sus asesores le habían sobrecargado demasiados datos. Y si estos son los mejores argumentos, cómo serán los otros.

Aseguran también para justificar sus lapsus e incoherencias evidentes que trabaja 24 horas al día, aunque otras informaciones apuntan a que a partir de las cuatro de la tarde ya anda muy cansado. Según The Wall Street Journal, algunos diplomáticos ya habían detectado un deterioro notable en las facultades del presidente en las reuniones desde el verano pasado. Y como el deterioro cognitivo no es un típico traspié solucionable, a lo más que puede aspirar su campaña es a desviar la atención para ayudar a ignorarlo.

Foto: Momento del debate entre Biden y Trump (Will Lanzoni / Zuma Press)

Si el argumento de la única mala noche fuera cierto, Biden podría haberse sentado estos días a dar entrevistas a los periodistas para demostrar que puede pensar y hablar de forma coherente improvisadamente y sin teleprompter. Si no lo está haciendo es porque probablemente sus asesores de campaña no creen que pueda hacerlo. Son los mismos asesores que creyeron una buena idea adelantar el primer debate al mes de junio. Tras el fiasco, se limitan a pedir una adhesión ciega a su candidato, al más puro estilo del trumpismo.

Siete años después de aquella campaña electoral en la que Trump dijo que “podría disparar a gente en la Quinta Avenida y no perdería votos”, los demócratas pretenden que a Biden lo sigan votando aunque lo vieran pasearse por la Quinta Avenida sin tener muy claro ni dónde está.

La palabra posverdad entró el mismo año en la RAE que Trump en la Casa Blanca. Llevamos ya los suficientes años familiarizándonos con esta distorsión deliberada de la realidad para hacer política para reconocerla. La posverdad es la manipulación de creencias y emociones para influir en la opinión pública está en la esencia misma del trumpismo. Lo paradójico, siete años después de que posverdad se convirtiera en una palabra de moda y Trump en presidente, es que solo el trumpismo puede evitar que vuelva.

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