:format(png)/f.elconfidencial.com%2Fjournalist%2F464%2Fb96%2Fbf8%2F464b96bf81e48d4ae80defa66dfc3e5f.png)
Segundo Párrafo
Por
¿Puede tu tostador convertirse en una bomba?
Cómo las explosiones de los buscas y 'walkie talkies' en Líbano pueden cambiar la percepción de peligro en las guerras del futuro
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F4cd%2F10e%2Ffbf%2F4cd10efbf094f130e3bb12231f56773e.jpg)
Los ataques en el Líbano pueden cambiar la percepción de peligro de un modo inesperado. Imaginábamos las guerras del siglo XXI con robots asesinos y ciberataques masivos, no una tecnología capaz de convertir en armas mortales objetos tan viejunos como un busca y un walkie talkie. ¿Qué será lo próximo que explote? ¿Los frigoríficos? ¿Las cafeteras? ¿Las impresoras?
El sabotaje de miles de dispositivos con los que todo apunta que Israel está atacando Hezbolá no solo inquieta a Hezbolá. Miles de personas resultaron heridas en el ataque de los buscas y el de los walkies y no solo eran milicianos. Cualquiera que estuviera cerca de ellos, en casa, en el coche, en una tienda, era posible víctima colateral, incluidos niños. Si hay una treintena de muertos y cuatro mil personas han resultado heridas entre el martes y el miércoles, según las autoridades libanesas, muy quirúrgicos no han sido los ataques.
Mucho menos quirúrgico es el pánico causado. A diferencia de otro tipo de peligros más previsibles, de la explosión de objetos cotidianos no se puede huir. Cuando lo que puede explotar es algo que se lleva sin saberlo en el pantalón o que se tiene en la cocina, que le puede estallar a alguien mientras hace café o está comprando pan, no hay zona segura. En realidad, si un objeto tan del siglo XX como un busca puede explotar, puede explotar cualquier cosa. Y, como pasa en las buenas películas de miedo, lo cotidiano es mucho más aterrador que lo extraordinario. Porque de lo cotidiano no puedes huir.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fb29%2F405%2F76f%2Fb2940576ff67de62a56f55ea7e70751d.jpg)
La corresponsal en Líbano de la BBC decía horas después del ataque que la gente está en shock. Ante la perspectiva de que cualquier objeto pueda convertirse en una granada cunde el terror en el país y también está extendiendo la simpatía hacia Hezbolá de gente que hasta ahora estaba en su contra. Nadie se siente ya a salvo, porque si el peligro está en lo cotidiano es que está por todas partes.
Un ataque de este tipo, además, es un mensaje. Uno probablemente involuntario que no parece muy estratégico. No transmite, precisamente, una sensación de seguridad al resto del mundo. No hay nada nuevo en esconder bombas, pero que todas exploten simultáneamente, en una escala masiva y minúscula a la vez, es lo que lo hace diferente.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fd29%2F24c%2Fb6f%2Fd2924cb6f314c966c5a3cd3b5bf8d2ab.jpg)
Esta nueva era de ataques trae una sensación de vulnerabilidad mayor, que también podría llegar a afectar a Occidente. Si imaginamos a los servicios de inteligencia rusos o chinos, por ejemplo, planeando un ataque masivo a las grandes infraestructuras de un país, al agua o la red eléctrica, no hay mucho que un ciudadano corriente pueda hacer para defenderse. Confiamos, qué remedio, en los sistemas de seguridad nacionales e internacionales para evitar esos ataques extraordinarios. Pero lo extraordinario nos queda lejos. Lo cotidiano, no. En casa no tenemos centrales hidroeléctricas, pero sí tostadoras y cepillos de dientes enchufables. Y la tostadora de casa saltando por los aires, cientos de tostadoras a la vez por toda la ciudad, eso sí que no lo habíamos imaginado. Hollywood, tampoco.
No es este el tipo de rebelión de las máquinas que nos habíamos acostumbrado a temer en el futuro. La ficción había planteado ciberguerras mucho más sofisticadas. Ahora, con los ataques en el Líbano, llega un recordatorio más inquietante todavía. El de que ningún dispositivo cotidiano será del todo confiable. Ni siquiera los analógicos.
Los ataques en el Líbano pueden cambiar la percepción de peligro de un modo inesperado. Imaginábamos las guerras del siglo XXI con robots asesinos y ciberataques masivos, no una tecnología capaz de convertir en armas mortales objetos tan viejunos como un busca y un walkie talkie. ¿Qué será lo próximo que explote? ¿Los frigoríficos? ¿Las cafeteras? ¿Las impresoras?