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Por qué Óscar Puente es el nuevo antisistema
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Marta García Aller

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Por qué Óscar Puente es el nuevo antisistema

Ahora que la anticorrección política es el nuevo 'establishment', para llamar la atención en redes de pronto lo revolucionario es ser educado y constructivo

Foto: El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente. (Europa Press/Jesús Hellín)
El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente. (Europa Press/Jesús Hellín)
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De recopilar los insultos que le dedicaba la “fachosfera”, Óscar Puente ha pasado a agradecerle los elogios por la gestión de las obras de reconstrucción tras la riada de Valencia. No hace tanto que era el ‘ministroll’ de las redes, el follonero deslenguado que la lio con el Gobierno argentino por acusar a Milei de haber ingerido “sustancias” en una masterclass precisamente sobre comunicación política, la diana de la furia tuitera con las múltiples averías en los vagones de cercanías y demás incidencias de Renfe. De pronto, sus tuits son una letanía ortodoxa y constructiva en la que lo mismo retransmite la limpieza del túnel de Torrent que el asfalto del bypass de la A7. Y su cambio de actitud tras la DANA lo está petando en la España crispada.

Está cundiendo la fama de eficiente del ministro de Transportes porque desde el fatídico 29 de octubre tomó la decisión de no acudir a ningún acto ni tuitear nada que no tuviera que ver con la reconstrucción de las infraestructuras dañadas por el temporal. Al acabar la entrevista que le hizo ayer Alsina, en la que siguió evitando cualquier confrontación, el ministro de Transportes confesaba fuera de micrófono que de todos los memes elogiosos que se han popularizado estos días con él de protagonista su favorito es el de ese que dice que teme bajar a por pan y que al subir el ministro le haya alicatado la casa entera. Huyendo de la confrontación se ha convertido en un insospechado héroe a contracorriente. Y está encantado. ¿Cambio de imagen o trampantojo?

La reconversión de Puente es un caso interesante. Primero, porque da una idea de lo bajo que está el listón político para que ahora un político merezca aplauso. Basta con ceñirse a la labor de servicio público que tiene la política, alejándose de bufidos en medio de la tragedia nacional. De pronto, eso es noticia. ¡Un ministro haciendo su trabajo!, aplaude la gente asombrada al escuchar a Puente hablando de las líneas de cercanías restauradas en Valencia.

En realidad, no es que Óscar Puente haya cambiado. Sigue siendo el que mejor llama la atención en redes de su Gobierno. Y lo hace al revés de como lo ha hecho siempre para seguir, en realidad, haciendo lo mismo. Lo que nos lleva al segundo punto. El más revelador de todos del tiempo extraño que vivimos.

Foto: Óscar Puente, un hombre de acción. (EP)

Puente sigue siendo un agitador de las redes. Solo que ahora para llamar la atención toca hacerlo así: con tuits cuanto más útiles y correctos mejor. En realidad, es el mismo ministro de siempre que disfruta yendo a contracorriente. Solo que ahora que la anticorrección política es el nuevo establishment, para llevar la contraria hay que ser educado y constructivo.

Cómo no va a ser establishment lo políticamente incorrecto justo ahora que Donald Trump ha vuelto a ganar las elecciones después de una campaña electoral en la que lo mismo fanfarroneaba del tamaño del miembro viril de un famoso golfista que se inventaba que los haitianos comen mascotas.

Con la antipolítica convertida en norma, no hay como ver a un político limitándose a su trabajo de servicio público para llamar la atención

Habrá que revisar si tiene sentido que llamemos antisistema a líderes populistas, como comentaba con Ramón González Ferriz en el episodio 93 de Pausa que sale esta semana. Si el hombre más poderoso del mundo vuelve a ser Donald Trump, es que su primer mandato no fue una anomalía. El regreso de Trump, sumado a los Milei y compañía, certifica que la antipolítica faltosa es la nueva normalidad. Más mainstream que nunca. Cuando el trumpismo se convierte en el sistema, la incorrección política también lo es. Es decir, el antiestablishment es el nuevo establishment.

Ahora que el dueño de Twitter (que cómo no va a ser establishment Elon Musk si es el hombre más rico del mundo), ha puesto esta red social perdida de insultos a medios y periodistas, la nueva manera de empezar a llamar la atención es empezar a comportarse de manera educada. De ahí que Óscar Puente haya sido un visionario cambiando a tiempo de registro para seguir siendo el mismo de siempre al que le encanta llamar la atención. Solo que con la antipolítica convertida en norma, no hay como ver un político limitándose a hacer su trabajo de servicio público para llamar la atención en estos tiempos. Eso sí que es antisistema.

De recopilar los insultos que le dedicaba la “fachosfera”, Óscar Puente ha pasado a agradecerle los elogios por la gestión de las obras de reconstrucción tras la riada de Valencia. No hace tanto que era el ‘ministroll’ de las redes, el follonero deslenguado que la lio con el Gobierno argentino por acusar a Milei de haber ingerido “sustancias” en una masterclass precisamente sobre comunicación política, la diana de la furia tuitera con las múltiples averías en los vagones de cercanías y demás incidencias de Renfe. De pronto, sus tuits son una letanía ortodoxa y constructiva en la que lo mismo retransmite la limpieza del túnel de Torrent que el asfalto del bypass de la A7. Y su cambio de actitud tras la DANA lo está petando en la España crispada.

Óscar Puente
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