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Segundo Párrafo
Por
Cómo no gestionar una catástrofe
Más bochornoso que no dimita nadie es que el que lo haga sea un hombre que nada tenía que ver con la gestión de la dana, sino aquel cuyo cargo estaba subástándose en la sobremesa eterna
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Tres semanas después de la riada, se podría escribir ya un riguroso manual de cómo no gestionar la mayor tragedia medioambiental de un país, indignar a todo el mundo y, de paso, cargarse la confianza en las instituciones. Falta mucho por aclararse, pero buena parte de los representantes políticos que han estado gestionando la devastación que trajo la DANA del 29 de octubre han dado señales de estar de sobra capacitados en dar lecciones de lo que no hay que hacer.
Lo primero de todo, si se quiere fracasar en la gestión de una tragedia es no tomarse en serio las reuniones de emergencia que traten de prevenir el desastre horas antes ni las alertas meteorológicas. Tárdese luego en desplegar fuerzas de rescate en las primeras horas más cruciales y evítese dar información clara y concisa de las cifras de muertos y desaparecidos los días siguientes para que la incertidumbre abone la desinformación y sume aún más caos y dolor a las víctimas con influencers especulando con el número de muertos.
Pídase a los voluntarios que están ayudando donde el Ejército no ha llegado que se retiren porque estorban. No servirá de mucho, porque la gente queriendo ayudar ignorará esos mensajes. Pero todo suma en la difícil tarea de cargarse la confianza en las instituciones, incluso en las más respetadas del país, como es el Ejército. Traten de que nunca quede del todo claro quién es el encargado de qué para diluir responsabilidades.
Para que fracase la credibilidad del operativo es crucial que las reuniones empiecen tarde y mal, centrándose donde no está el mayor peligro (en la presa de la Forata en vez de en el barranco del Poyo). Y si la consellera que asume la dirección de la Emergencia por la mañana no se entera de que se pueden enviar avisos a móviles hasta las ocho de la tarde, el caos será total. Cuando se descubra que el servicio de carreteras dio 25 avisos de inundación a la Generalitat antes de las 13 h del día de la DANA, esos retrasos indignarán más todavía.
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Si mientras se buscan las víctimas en medio de la mayor tragedia humanitaria del país, siguen sin aclararse los detalles de por qué el presidente regional no asistió a las reuniones de emergencia, o llegó varias horas tarde, búsquese luego una excusa peregrina para justificarlo con descaro, o mejor, varias excusas distintas contradictorias entre sí. Eso mantendrá entretenida la atención cuando más falta haga la credibilidad de un Gobierno que lidere el desafío de la reconstrucción.
Es importante que la versión oficial del president de la Generalitat alegue que sí que estaba comunicado durante el almuerzo de la discordia, es decir, que en todo momento defienda que su equipo sí le tuvo avisado de que había ríos desbordándose y alcaldes pidiendo ayuda porque sus pueblos se inundaban. Así será fácil deducir que él prefirió prolongar su sobremesa sabiendo lo que pasaba. Ayudará a añadir confusión que pase varias semanas sin dar una sola rueda de prensa y vaya anunciando cambios de gobierno para depurar responsabilidades sin dejar claras quién tiene qué competencias y alargando durante días la crisis de Gobierno.
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En el caso del Gobierno central, considere razonable que la vicepresidenta responsable de los mecanismos de alerta tarde tres semanas en comparecer en el Congreso y lo haga sobre todo para dejar clara la incompetencia del responsable regional y, ya puestos, del presidente del Gobierno anterior, el de hace siete años. Insista en que mucho en que la culpa de los fallos en la prevención de la tragedia no es suya ni de los organismos a su cargo y, sobre todo, absténgase de hacer autocrítica de los protocolos vigentes. Así, cuanto más obvia sea la incompetencia del líder regional, más evidente se hará la inacción del Gobierno central.
En definitiva, asegúrense ambos partidos de echarle la culpa al otro. Eso generará más rechazo a los gobernantes sin distinción y un desapego a las instituciones que rentabilizarán los partidos antisistema. Es importante pasar por alto la incompetencia y los errores de los propios. Solo así se puede ir perdiendo credibilidad tan rápidamente. Para gestionar tan mal una tragedia es también fundamental pedir muchas explicaciones pero no darlas. Exigir dimisiones pero no dimitir. Funciona también con los errores. Es importante dejar claros los de los demás pero no ahondar en los propios.
Y cuantos más detalles se vayan conociendo de los fallos que hubo el día de la tragedia, más indignará aquella comida en la que el máximo responsable de la región inundada prefería negociar un enchufe para dirigir la tele pública que asistir a una reunión de emergencias. Si sigue sin dar explicaciones ni pedir perdón por ello, esa pregunta sobrevolará cualquier anuncio que haga por mucho nombramiento que haga para despistar.
¿Y cuál sería la guinda para terminar el perfecto manual de instrucciones de cómo no gestionar una tragedia? Pues constatados tantos errores, tres semanas después de la tragedia, más bochornoso que no dimita nadie es que el que lo haga sea un hombre que nada tenía que ver con la gestión, sino aquel cuyo cargo estaba subástándose en la sobremesa eterna. Porque la comida de Mazón sí que ha provocado una dimisión, pero no la suya, sino la del director de la tele valenciana cuyo cargo subastaba.
Así que a la desolación de la reconstrucción del desastre se suma la desazón que genera la reconstrucción de los hechos. Y lo peor de este manual de despropósitos es que todavía no ha terminado de escribirse. Es difícil hacerlo peor, pero como todavía falta mucho por aclararse de cómo se gestionó la DANA aún pueden superarse.
Tres semanas después de la riada, se podría escribir ya un riguroso manual de cómo no gestionar la mayor tragedia medioambiental de un país, indignar a todo el mundo y, de paso, cargarse la confianza en las instituciones. Falta mucho por aclararse, pero buena parte de los representantes políticos que han estado gestionando la devastación que trajo la DANA del 29 de octubre han dado señales de estar de sobra capacitados en dar lecciones de lo que no hay que hacer.