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Segundo Párrafo
Por
El ministro que más debería callarse
¿Qué hace el ministro de Justicia, ¡de Justicia!, sembrando dudas sobre los procedimientos y cargando directamente contra un juez del Supremo?
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Hay países con ministros de la Soledad y ministros de la Felicidad, pero aquí lo que nos urge es un ministro del Silencio. Total, si ya tenemos 22, qué más da uno más. Un ministro o ministra del Silencio es más urgente de lo que parece. Y muy necesario. Cada vez más. No hay más que escuchar estos días al ministro de Justicia, por ejemplo. O al de Interior, la de Hacienda y la de Educación. Urge alguien en el Consejo de Ministros capaz de hacer algo tan fundamental para una democracia como guardar silencio cuando toca. A priori parece fácil, pero el Gobierno no cuenta ahora mismo con alguien capacitado para ello.
Urge un ministro del Silencio porque entre sus competencias fundamentales estaría callarse, pero no callarse sin más. Callarse cuando toca. No sería un silencio cualquiera, sino uno oficial, protocolario y respetuoso. Un silencio importante, entrecomillable, un excelentísimo silencio que represente a las instituciones y las proteja del desgaste. Este nuevo ministerio estaría encargado de recordarle a los demás miembros del Gobierno que no tienen que opinar de todo y mucho menos de aquello que colisione con la separación de poderes.
Urge un ministro del Silencio porque estaría legitimado para callarse cada vez que los medios le pidiéramos opinión de un procedimiento judicial en curso, sobre todo si afecta directamente al Gobierno o al fiscal general y al Tribunal Supremo o, qué sé yo, a la familia del presidente. Estos días estaría superocupado. Necesitamos urgentemente un ministro o ministra capaz de callarse en el ejercicio de su cargo por el bien de las instituciones democráticas. Y a la vista está que hace mucha falta. Porque si no corremos el riesgo de normalizar que el ministro de Justicia acuse a un juez del Supremo de perseguir al fiscal general sin pruebas, “sin ninguna prueba, ninguna evidencia”. Palabras del ministro Bolaños.
Sea o no inocente Álvaro García Ortiz de los cargos de revelación de secretos de los que se le investiga, a raíz del caso de presunto fraude fiscal del novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, y esté o no el auto del juez Ángel Luis Hurtado todo lo fundado que debiera un proceso como este, ¿qué hace el ministro de Justicia, ¡de Justicia!, sembrando dudas sobre los procedimientos y cargando directamente contra un juez del Supremo? ¿Desconfía también de la UCO el ministro? ¿Está el ministro de Justicia defendiendo al fiscal general del Estado o defendiendo a su propio Gobierno? Como el auto del juez al que ataca Bolaños también vincula a Moncloa con las filtraciones ya no está claro si los ministros que opinan de este tema defienden al fiscal general o a sí mismos. Opinar de lo que no se debe desde el Ejecutivo genera muchas dudas.
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Así que a diferencia de tantos ministros que se sienten en la necesidad de salir a defender a su jefe, la mujer de su jefe o al fiscal general que nombró su jefe, el ministro del Silencio contaría con la enorme ventaja de estar excusado para callarse sin que le acusaran de desleal, algo que en esta época de liderazgos y partidos cada vez más personalistas preocupa mucho en los gabinetes.
El ministro del Silencio no solo tendría que estar calladito. También podría explicar que el Gobierno no hace declaraciones de procedimientos en curso e instar a que se respete la presunción de inocencia de los imputados. El respeto a los tiempos, los procedimientos y las instituciones también es muy socorrido. Si tan complicado le resulta a este Gobierno guardar ese respetuoso silencio, busque a alguien capaz de hacerlo en nombre de Montesquieu y de la Constitución. Estamos a tiempo de ahorrarnos esta nueva cartera si los demás ministros se animan a callar cuando toca. O les dejasen hacerlo. Pero está visto que no saben, no pueden o no se atreven. Falta un profesional.
Hay países con ministros de la Soledad y ministros de la Felicidad, pero aquí lo que nos urge es un ministro del Silencio. Total, si ya tenemos 22, qué más da uno más. Un ministro o ministra del Silencio es más urgente de lo que parece. Y muy necesario. Cada vez más. No hay más que escuchar estos días al ministro de Justicia, por ejemplo. O al de Interior, la de Hacienda y la de Educación. Urge alguien en el Consejo de Ministros capaz de hacer algo tan fundamental para una democracia como guardar silencio cuando toca. A priori parece fácil, pero el Gobierno no cuenta ahora mismo con alguien capacitado para ello.