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Segundo Párrafo
Por
De Le Pen a Montero pasando por Netanyahu
Cuestionar a los jueces o sentirse víctima de una conspiración judicial estando en el poder es tan común ya que puede atravesar Europa de la extrema izquierda a la extrema derecha, saltando de victimista en victimista
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Se está volviendo tan común atacar el Estado de derecho que lo verdaderamente revolucionario pronto será acatar las resoluciones judiciales. Tendrá que ponerse a la cola María Jesús Montero, porque andar atacando el Estado de derecho desde la política está muy concurrido. Ella solita se ha metido, a cuenta de una crítica a la sentencia de Dani Alves en la que acabó negando la mismísima presunción de inocencia, en el mismo equipo que Marine Le Pen, Viktor Orbán y Netanyahu.
La lista del club al que se enrola la vicepresidenta es cada vez más larga. Nada menos que junto a Elon Musk y Donald Trump. Y a Alvise, Ayuso y Mélenchon, por mencionar solo unos pocos de los ataques a los jueces y fiscales que se nos van amontonando en los últimos días. Todos ellos son políticos que, en vez de respetar a la Justicia, no entendiendo que su cargo no les exime ni a ellos ni a sus familias de rendir cuentas ante los tribunales, lo que ven es una conspiración en su contra o sus ideales. El propio presidente Sánchez les tomó ventaja con aquellos cinco días de carrerilla para reflexionar cuando empezó la investigación sobre los negocios de su esposa.
Cuestionar a los jueces o sentirse víctima de una conspiración judicial estando en el poder o aspirando a él es tan común ya que puede atravesar Europa de la extrema izquierda a la extrema derecha, y, por supuesto, cruzar el charco, saltando de victimista en victimista. Lo que fue antisistema ahora es mainstream. Aunque no por ello menos peligroso.
Y mientras Netanyahu aprueba una ley que deja a los jueces israelíes bajo control de los políticos, Trump desobedece abiertamente resoluciones judiciales y Le Pen convoca manifestaciones contra la decisión judicial que le prohíbe presentarse a las elecciones por la condena de malversación, el Gobierno español va de europeísta a la vez que su vicepresidenta cuestiona la separación de poderes y recurre al lawfare cada vez que se abre un procedimiento judicial en su contra.
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El futuro de Europa seguramente depende, entre otras muchas cosas, de que el Estado de derecho aguante el ataque de Le Pen mejor que resistió el de Orbán. Así que agitar el populismo antijudicial, la verdad, no parece la mejor manera de ir de estadista ni defender un sistema que se tambalea con tanto ataque populista a izquierda y derecha.
María Jesús Montero ha logrado poner de acuerdo en su contra a todas las asociaciones de jueces y fiscales por su cuestionamiento a la presunción de inocencia. Y Le Pen ha conseguido poner de acuerdo a Trump y Putin, a Orbán y Mélenchon. Y a Vox, claro. Todos consideran a Le Pen víctima de la persecución de los jueces que han probado que la favorita para las presidenciales es culpable de malversación. Ya no podrá presentarse. Pero todo sea que la agitación de las calles ayude a su partido y a su delfín Bardella para ganar tirón electoral. El victimismo judicial puede resultar muy rentable en las urnas, como bien ha demostrado Trump.
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Flaco favor le hace María Jesús Montero, no solo al Estado de derecho, también al feminismo, con sus declaraciones sobre la sentencia de Dani Alves. Porque escuchando cómo desde el poder se cuestiona la presunción de inocencia, a quien le hace un enorme favor es a los discursos más antifeministas y antisistema del momento. Con lo fácil que era para la vicepresidenta decir que se equivocó, fuera o no el caso, y lo que le ha costado pedir disculpas.
Debe de estar Vox encantado con esto, porque llevan tiempo cuestionando que en los tribunales se crea a los hombres y sembrando miedo entre los adolescentes, haciéndoles creer que las discotecas están llenas de mujeres cuya sola palabra puede ser creída para acusarles sin pruebas. Y no. No es así. En España, apenas una de cada 10 víctimas de violencia sexual presenta una denuncia, según la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer. Muy pocas mujeres denuncian por miedo a no ser creídas. Pocas denuncian y, de las que lo hacen, a muy pocas les dan la razón los tribunales.
Sin embargo, en vez de plantear una reflexión sobre lo mucho que nos falta por avanzar, le salió a la vicepresidenta un discurso que mella la confianza en las instituciones que representa. No es extraño que la extrema derecha aplauda el cuestionamiento a las decisiones judiciales, acostumbrada a sembrar el caos como estrategia política en pleno cuestionamiento de las democracias occidentales. Pero si el Gobierno español tenía en mente abanderar el europeísmo en pleno ataque trumpista, y ha dado señales de verse a sí mismo como baluarte de la defensa de los valores democráticos, no debería reírse tan airadamente de Montesquieu. Si no, en vez del antagonista de Trump que Sánchez quiere ser, este Gobierno se queda en otro de sus aprendices.
Se está volviendo tan común atacar el Estado de derecho que lo verdaderamente revolucionario pronto será acatar las resoluciones judiciales. Tendrá que ponerse a la cola María Jesús Montero, porque andar atacando el Estado de derecho desde la política está muy concurrido. Ella solita se ha metido, a cuenta de una crítica a la sentencia de Dani Alves en la que acabó negando la mismísima presunción de inocencia, en el mismo equipo que Marine Le Pen, Viktor Orbán y Netanyahu.