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¿Un Papa progresista o conservador?
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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¿Un Papa progresista o conservador?

No es extraño que dentro de la Iglesia, sobre todo entre los sectores más reaccionarios, se considerase revolucionario este Papa. Lo sorprendente es que haya tantas voces en la izquierda que también lo llamen así

Foto: El papa Francisco, en el Encuentro Mundial de las Familias en Dublín en 2018. (Reuters/Archivo/Gonzalo Fuentes)
El papa Francisco, en el Encuentro Mundial de las Familias en Dublín en 2018. (Reuters/Archivo/Gonzalo Fuentes)
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Tras la muerte del papa Francisco, el balance más sorprendente de su legado es la frecuencia con la que se le considera progresista. Para algunos será una crítica y para otros un halago, pero muchas voces se lo atribuyen. Lo curioso es que los que más utilizan el apelativo de progresista atribuyéndoselo como virtud, sobre todo desde la izquierda, sea con su mejor intención o para fastidiar a la derecha, son los que menos sentido tiene que lo usen.

¿Fue Francisco un Papa progresista? Pues depende. Depende de con quién lo compares. Con el resto de los Papas, seguramente sí. Si lo comparamos con el resto de líderes políticos en Europa o con la sociedad en la que vivimos, pues mira, no. Por eso se hace extraño escuchar a opinadores y líderes, especialmente de izquierdas, llamar progresista a un líder que exigía a los homosexuales abstinencia y no solo negaba el matrimonio igualitario en el seno de la Iglesia, también presionaba gobiernos como hizo en Irlanda para evitar que hubiera más países que otorgasen ese derecho. Al fin y al cabo, además de un líder religioso, un Papa es también un líder político que busca influir en Gobiernos de todo el mundo.

Es verdad que Francisco hizo algunos gestos aperturistas a los que ningún otro pontífice se había atrevido antes. Así que es comprensible en algunos lugares del mundo consideren progresista a un Papa que decía que ser homosexual es pecado, pero que no es delito. En la sociedad española, para cualquier Papa anterior a Juan Pablo II, también habría sido revolucionaria tal afirmación porque la homosexualidad fue delito hasta 1978. Todavía es delito ser gay o lesbiana en más de medio centenar de países. Incluidos muchos de los países que Francisco fue el primer Papa que visitó, como Kenia, Myanmar y Emiratos Árabes.

En Uganda, donde Francisco viajó hace diez años, a los gays todavía los condenan a cadena perpetua. No sería de extrañar, por tanto, que en la prensa ugandesa escribieran estos días columnas sobre lo revolucionario que fue este Papa en derechos sociales. Pero en Europa hace mucho que consideramos derechos humanos básicos la libertad sexual (con permiso de Orbán). Muy revolucionario no resulta decir que no es delito pero que sigue siendo pecado.

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En España, donde hace más de 20 años que son legales las uniones entre personas del mismo sexo a las que Francisco se oponía, es mucho más sorprendente que haya tantas voces alabándole lo progresista que fue. Oponerse al matrimonio gay puede que sea muy normal entre la jerarquía católica, pero ya no lo es en la sociedad española. Afortunadamente, aquí el derecho al matrimonio igualitario ya no lo cuestiona abiertamente ninguno de los principales partidos políticos. Hay otras iglesias cristianas que ya han dado el paso de autorizar las uniones entre personas del mismo sexo. Irá muy por delante de la sociedad ugandesa, pero muy por detrás de la europea.

Por muy a favor de la lucha contra el cambio climático y de los pobres que estuviera, cómo va a ser progresista un dirigente que dice que "la ideología de género, el peor peligro de nuestro tiempo". Lo podríamos considerar muchas cosas, trumpista, por ejemplo, o conservador, o católico, pero progresista no parece que sea una de ellas. Y, sobre todo, desde el punto de vista de la izquierda.

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El papa Francisco afirmaba que la homosexualidad es "una pretensión destructiva del plan de Dios". Nada sorprendente con la doctrina católica, por supuesto, pero, hombre, progresista, progresista no parece. Qué va a tener de progresista criticar la "mariconería" que se respira en los seminarios, palabra que el pontífice utilizó en una reunión privada para posteriormente pedir a los homosexuales con vocación abstenerse de hacerse curas, aunque se comprometieran al celibato que se presupone a los heterosexuales.

Pasa igual con la eutanasia, que además de ser legal en España, diversas encuestas muestran que goza de un apoyo mayoritario de más de 7 de cada 10 españoles. Lo mismo pasa con el aborto. La Iglesia siempre se ha opuesto y en su derecho está pedirle a sus fieles lo que le parezca. Pero cómo va a ser progresista un líder que llama sicarios, es decir, asesinos, a los médicos que interrumpen un embarazo. Es decir, abortar para la Iglesia del papa Francisco no solo es un pecado para las católicas, también le parecía bien que fuera delito. Y eso incluye a las católicas y a las que no lo son también.

El Papa Francisco, como todos los Papas antes que él, consideraba injustificable interrumpir un embarazo incluso en caso de violación o riesgo de salud para la madre, como todavía pasa en países de América Latina. Allí un cambio en la doctrina de la Iglesia, o incluso algún gesto aperturista que nunca llegó, podría haber sido determinante para impulsar un cambio legislativo que salvaría la vida de miles de mujeres y niñas que, según Amnistía Internacional, mueren desangradas por falta de atención médica ante el miedo de los sanitarios a ir a la cárcel por ayudarlas incluso en abortos espontáneos.

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Aunque a lo mejor tienen razón quienes hablan de revolución y consideran a Francisco el Papa más progresista. Progresista, al menos, para los estándares a los que nos tenía acostumbrados el Vaticano. No es extraño que dentro de la Iglesia, sobre todo entre los sectores más reaccionarios, se considerase revolucionario este Papa. Lo sorprendente es que haya tantas voces en la izquierda que también lo llamen así.

Tras la muerte del papa Francisco, el balance más sorprendente de su legado es la frecuencia con la que se le considera progresista. Para algunos será una crítica y para otros un halago, pero muchas voces se lo atribuyen. Lo curioso es que los que más utilizan el apelativo de progresista atribuyéndoselo como virtud, sobre todo desde la izquierda, sea con su mejor intención o para fastidiar a la derecha, son los que menos sentido tiene que lo usen.

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