Podemos discutir si hacer lo contrario de lo prometido es un cambio de posición política o una traición a los principios. Pero mentir sobre lo ya hecho es una trola como una casa
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una entrevista en la Cadena SER. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)
No es fácil elegir la mejor mentira de Sánchez. Pero sí la peor. Cuando antes de las últimas elecciones Carlos Alsina le preguntó a Pedro Sánchez ‘por qué nos ha mentido tanto, presidente’, le enumeró ya una lista larga. Él respondió muy calmado que había tenido que tomar "decisiones difíciles, arriesgadas y complejas". Lo mismo por haber traicionado su palabra cuando decía que un político no debería indultar otros políticos, e indultó a los del procés, o cuando prometió que impulsaría una reforma legal para que el Gobierno no pudiera elegir magistrados del Constitucional, y luego nombró a su ministro de Justicia. Sánchez no tuvo problema en reconocer que había "tenido cambios de posición política". Lo decía como quien reconoce que a veces pica entre horas, un pecadillo venial.
No era mentir, era "hacer de la necesidad virtud", así se lo explicó a su partido tras el 23-J en un Comité Federal. El interés político ha justificado para Sánchez cualquier volantazo. Le servía lo mismo para pactar con Bildu que con Iglesias o con Puigdemont que para la amnistía que tantas veces prometió que jamás haría. Pero algo ha cambiado tras siete años en el Gobierno. Cada vez miente peor.
El mejor ejemplo que lo delata, con las mentiras siempre lo es, es un detalle. Y mira que no es fácil quedarse solo con algo de todo lo que le dijo ayer a Àngels Barceló en la SER (desde aquella entrevista en Onda Cero no ha vuelto a sentarse con Alsina). Pero hay algo más sonrojante que sus excusas para no haber presentado aún Presupuestos o para normalizar la circulación de efectivo en Ferraz, mucho más revelador que la defensa a ultranza de su mujer, su hermano y su fiscal general; más difícil de creer incluso que su negativa a haberle escuchado jamás ningún comentario machista a Ábalos, Koldo y Cerdán en aquellos meses que viajaba con ellos en el Peugeot.
Mucho más sonrojante que todo eso es lo que ha dicho Sánchez en su última entrevista sobre el Nobel de la Paz. Puede parecer algo menor, pero no lo es. Al preguntarle por qué no ha felicitado a María Corina Machado por su Nobel de la Paz, Sánchez responde que él no se pronuncia nunca sobre los Nobel. Pero no es verdad. Sí lo hizo. Repetidas veces. Al menos seis años en Twitter.
Y la ventaja de Twitter es que no es un tedioso informe de la UCO de 300 páginas en el que puedas soltar que su página 28 dice algo que no dice, porque la mayor parte de la gente no se va a tomar la molestia en buscarlo. Los pantallazos sonrojantes de seis tuits del presidente desmintiéndose a sí mismo son mucho más elocuentes.
Felicitar a la ganadora del Nobel de la Paz no cuela como una de esas cuestiones con las que Sánchez se justificaba antaño, cuando se molestaba en disimular, que veía "difíciles, arriesgadas y complejas". Y si felicitarse por el reconocimiento a la opositora al dictador venezolano es para este Gobierno alguna de esas tres cosas, Sánchez debería explicarnos a los españoles por qué.
La ventaja de los tuits sobre el Nobel que el presidente negaba haber hecho pero sí hizo es que no son interpretables, como otras cosas de las que se le reprochan. Cierto, cierto, tampoco es lo que le respondió a Barceló al preguntarle cuándo se presentarían las cuentas para 2026. "Los vamos a presentar antes de que finalice el año. Vamos a sudar la camiseta, como hemos hecho siempre". Si lo hubiera dejado en "sudar la camiseta" no habría problema, porque a ver quién se atreve con ese fact checking. Pero siempre no es el año pasado, que no se presentaron tampoco, ni el anterior. Aunque la cantidad de esfuerzo puesto en algo es verdad que es debatible.
Decir que no se ha hecho algo que sí se ha hecho, sin embargo, no lo parece. Por eso los tuits del Nobel de la Paz son su peor mentira. Podemos discutir si hacer lo contrario de lo que se había prometido es un simple cambio de posición política o una traición a los principios. En ese caso, las palabras se dijeron en un momento y los hechos en el futuro. Pero decir lo contrario de lo que se hizo en el pasado es una trola como una casa. Es mentir sobre lo hecho y lo hecho está. Y no es una exageración ni un cambio de opinión. Además, revela algo muy importante de este Gobierno. Ya no se esfuerza en disimular. Nos merecemos un Gobierno que nos mienta mejor.
No es fácil elegir la mejor mentira de Sánchez. Pero sí la peor. Cuando antes de las últimas elecciones Carlos Alsina le preguntó a Pedro Sánchez ‘por qué nos ha mentido tanto, presidente’, le enumeró ya una lista larga. Él respondió muy calmado que había tenido que tomar "decisiones difíciles, arriesgadas y complejas". Lo mismo por haber traicionado su palabra cuando decía que un político no debería indultar otros políticos, e indultó a los del procés, o cuando prometió que impulsaría una reforma legal para que el Gobierno no pudiera elegir magistrados del Constitucional, y luego nombró a su ministro de Justicia. Sánchez no tuvo problema en reconocer que había "tenido cambios de posición política". Lo decía como quien reconoce que a veces pica entre horas, un pecadillo venial.