Segundo Párrafo
Por
Ha vuelto a perder Biden (y Trump)
Los votantes quieren cambios drásticos. La promesa de vuelta a un pasado estable no engancha tanto como la disrupción
Hace justo un año que Trump volvió a ganar las elecciones. Y hace unas horas que Biden ha vuelto a perderlas sin presentarse. En realidad, los demócratas han ganado en todos los lugares clave donde se celebraban elecciones en Estados Unidos, de Virginia a Nueva Jersey, pasando por la alcaldía de Nueva York. Pero más allá del descontento hacia las políticas de Trump tras el primer año, en el que la economía estadounidense está lejos de cumplir las expectativas que le ayudaron a ganar las elecciones presidenciales en noviembre del 24, hay otro descontento que explica el resultado.
No hay más que ver los candidatos que han ganado las diferentes elecciones para dejar claro quiénes las han perdido: los de siempre. Pierde el establishment del Partido Demócrata, o lo que Politico llama el ‘bidenismo’. Los estadounidenses no solo han votado masivamente contra las políticas de Trump, también contra el legado de Biden. La estrategia de prometer una vuelta a la normalidad ha fracasado. Lo que se lleva es el cambio radical, que tan bien ejemplifica el nuevo y heterodoxo alcalde de Nueva York.
Zohan Mamdani era un candidato improbable de 34 años (el más joven en un siglo), un populista de izquierdas (el primero en autodenominarse socialista), el primero también musulmán, que hace un año era un completo desconocido y tenía en contra a todo el establishment de la ciudad y de su partido. Lo que le hacía un alcalde improbable es lo que le ha convertido en ganador. Ir contra lo establecido.
El nuevo alcalde de Nueva York no es el único que ha atraído simpatizantes haciendo las cosas de una manera que no se estilaban en el Partido Demócrata, que como dice Argemino Barro en el último episodio de Pausa que hemos grabado para hacer balance del año de Trump, llevaban un año abrumados, intentando combatir el lanzallamas de Trump con una navaja.
En California, el radicalismo no ha sido ideológico sino cuestión de procedimiento. Ante el intento republicano para manipular los distritos electorales de cara a las elecciones de mitad de mandato, el gobernador Gavin Newsom maniobró para cambiar el proceso de redistribución de distritos no partidistas de California. Pidió a los votantes que aprobaran un nuevo mapa electoral que beneficiaba al Partido Demócrata frente al Partido Republicano con la idea de "reescribir nuevas reglas" como única manera de "volver a cierta normalidad" que cada vez lo es menos.
La idea que manejó Biden a lo largo de sus cuatro años de mandato, de que Trump había sido una anomalía y con él todo volvía a la normalidad, se demostró un fracaso con la derrota ex aequo de Kamala Harris. El Washington anterior a Trump ya no existe. La normalidad, tampoco.
Los ganadores no solo eran oposición a Trump, también a Biden. Y no es necesariamente una cuestión de radicalidad ideológica lo que les une. En Virginia, ha ganado la candidata centrista Abigail Spanberger, que antes de gobernadora fue una crítica acérrima de Biden. En Nueva Jersey, la nueva gobernadora será también una mujer, Mikie Sherrill, tras una carrera en el Congreso en la que se enfrentó a Nancy Pelosi, la influyente presidenta de la Cámara de Representantes y símbolo del establishment demócrata y el antitrumpismo clásico.
Mamdani es el ejemplo más claro de que el impulso frente a Trump no es el retorno a la normalidad que vendía Biden en su campaña de hace un año. Tras un año de cambios acelerados, los votantes quieren más cambios drásticos pero en otra dirección.
La promesa de vuelta a un pasado estable no engancha tanto como la disrupción. El nuevo alcalde neoyorquino es un radical de izquierdas que ha logrado triunfar con vídeos virales capaces de conectar con los que anhelaban un cambio generacional, erigiéndose en voz de los desfavorecidos contra los millonarios de la Gran Manzana y reuniendo una red de voluntarios entregados a la causa con métodos heterodoxos.
Pero está por ver en qué se materializa la victoria del martes. El Partido Demócrata tiene todavía mucho que cambiar. El 68% de los estadounidenses cree que está más desconectado de la realidad que Trump (un 63%), según una encuesta del Washington Post, ABC News e Ipsos. Aunque puede que sea eso precisamente lo que están buscando los votantes, una realidad alternativa a la realidad alternativa que propone su presidente, al que los hechos nunca le han preocupado demasiado.
El antídoto frente a Trump, al menos a tenor de lo que dicen las urnas un año después de su victoria, no es escandalizarse por su heterodoxia, sino denunciar que el coste de la vida sigue creciendo y sus votantes no viven mejor que hace un año, según las encuestas. A Mamdani parece que le ha funcionado en Nueva York, la ciudad más grande de EEUU. Pero Nueva York no es EEUU. El que mejor lo entendió es Donald Trump.
Hace justo un año que Trump volvió a ganar las elecciones. Y hace unas horas que Biden ha vuelto a perderlas sin presentarse. En realidad, los demócratas han ganado en todos los lugares clave donde se celebraban elecciones en Estados Unidos, de Virginia a Nueva Jersey, pasando por la alcaldía de Nueva York. Pero más allá del descontento hacia las políticas de Trump tras el primer año, en el que la economía estadounidense está lejos de cumplir las expectativas que le ayudaron a ganar las elecciones presidenciales en noviembre del 24, hay otro descontento que explica el resultado.