Cuanto más entremos en el juego de la confrontación, y más convirtamos un miedo ficticio en temor real, peor para nuestros hijos, peor para nuestras comunidades, peor para España
Hemiciclo vacío del Congreso de los Diputados. (Europa Press/Archivo/Ricardo Rubio)
La vuelta al cole ha traído consigo una cantinela constante de padres, madres, tutores, tutoras o personas involucradas en la educación de nuestros hijos: España cada día está más dividida, lo que les espera a estos chavales.
Chan, cayeron en la trampa, queridos amigos.
No es verdad o, al menos, no es toda la verdad.
A quien me quiere oír le pongo el siguiente ejemplo: no sé el número de fiestas patronales que habrá habido en nuestro país de abril a octubre. Centenares, seguro; miles, tal vez. La pregunta es: ¿en cuántas, más allá de las plazas donde los radicales han tomado el lugar, ha habido un conflicto ‘de partido’ entre sus ciudadanos que impidieran celebrarlas con normalidad?
Esto no es Estados Unidos, exaltados y provocadores aparte: la convivencia en España es pacífica… ¿de momento? Luego volveremos aquí, de nosotros depende.
En cualquier caso, es lo que hay, no le demos más vueltas.
Estamos gobernados por una 'clase' política poco preparada, en su gran mayoría, para la acción de gobierno. Desde ese punto de vista necesita ruido que distraiga de su inoperancia. Y bronca, mucha bronca: reemplazar la dialéctica, basada en argumentos, por una discusión construida a base de descalificaciones. Lo que importa es señalar al otro, enfrentar, oponer, señalar. Hacerse valer ante su público no por las ideas sino mediante la demonización del rival. Precisamente por eso, el gran error de los que se suponen moderados es ese: no ser propositivos y entrar en ese juego de suma cero para España.
Como de tantas otras realidades, el origen hay que buscarlo en Zapatero. Algunos se escandalizan cuando digo que ha sido el presidente más inteligente de la democracia… en la defensa de sus propios intereses. Así ha quedado demostrado, tanto en lo público, donde ha creado escuela, como, por lo visto, también en lo privado, haciendo verdad en él eso de que ‘gato blanco o negro, pero que cace ratones’.
En efecto, fue él quien resucitó el fantasma de la Guerra Civil, alimentando una memoria histórica que tiraba por tierra décadas de convivencia pacífica y de olvido de las heridas del pasado para construir un futuro común. Fue también él el que demonizó a la derecha alineando BOE, sindicatos, medios, cultura (‘la ceja’) o universidad contra un PP al que pretendía deslegitimar. Y, aunque no traspasó las fronteras de la separación de poderes, fue sin duda él quien sentó las bases de un modo de hacer política en el que importa más el ‘fin’ que el ‘medio’.
La mayoría absoluta de Mariano Rajoy no fue sino una reacción ciudadana frente a esto. Sin embargo, el gallego no supo o no pudo leer la jugada.
La realidad, vuelta al origen de este post, es que España sabe convivir; mejor aún, quiere convivir y quiere hacerlo sin interferencias. De ahí que lo más preocupante que está pasando dentro de nuestras fronteras en los últimos años sea esa ‘italianización’ de la política donde el gobernante es un mal mayor que hay que aprender a gestionar intentando que te afecte lo menos posible.
Ahora que la intención de voto, real o manipulada, muestra un auge de la derecha más radical, volverá, si no ha vuelto ya, la cantinela de siempre: esta gente viene a destruir lo que hemos construido entre todos. Como si años de participación de la ultraizquierda en los distintos gobiernos de coalición hubieran traído desarrollo, prosperidad, armonía y conciliación a nuestro territorio. Ya sabemos, ahí están los hechos, cómo funcionan los unos. Está por ver qué hacen los otros. Curioso que no se les dé ni el beneficio de la duda. Sería bueno, en cualquier caso, preguntarse por qué ese ideario gana peso entre los jóvenes. Pudiera ser que les vendieron una burra sin dientes que cercena su futuro, que ya no cuela. Y que, para ellos, más vale lo malo por conocer que lo peor conocido.
Precisamente por eso es bueno estar prevenidos y no caer en el engaño de las dos Españas, no vaya a ser que se convierta en lo que el mundo financiero se llama ‘profecía autocumplida’. Por eso es bueno recordar aquí esa máxima de que ‘la repetición de una actitud deviene en aptitud’, esto es: cuanto más entremos en el juego mediocre de la confrontación, auspiciada por nuestros representantes, y más convirtamos un miedo ficticio en temor real, peor para nuestros hijos, peor para nuestras comunidades, peor para España.
Porque, en definitiva, lo que está en juego es la misma democracia, ese marco de convivencia creado entre todos. Si se va por el desagüe, cuidado, aquí sí, con las alternativas. Y con el futuro de todos.
Evitarlo individualmente no solo es de cajón sino, más aún, puro sentido común.
La vuelta al cole ha traído consigo una cantinela constante de padres, madres, tutores, tutoras o personas involucradas en la educación de nuestros hijos: España cada día está más dividida, lo que les espera a estos chavales.