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Esperanza Aguirre, la liberal
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Juan Carlos Escudier

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Esperanza Aguirre, la liberal

Ahora, por fin, se entiende todo. Han sido años de una estéril búsqueda de esa esencia primigenia que convertía a Esperanza Aguirre en liberal y que,

Ahora, por fin, se entiende todo. Han sido años de una estéril búsqueda de esa esencia primigenia que convertía a Esperanza Aguirre en liberal y que, dada su insistencia en aplicarse la etiqueta, debía marcar la diferencia precisa entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y otros dirigentes de su partido, ya fueran éstos conservadores, democristianos o centristas. Con el término, créanlo, hay una auténtica confusión, hasta el punto de que el propio Mario Vargas Llosa ha tenido que precisar recientemente que él es liberal porque defiende al individuo frente al Estado, la democracia política y la economía de mercado, pero reconociendo que un liberal, por ejemplo, puede estar a favor de los matrimonios gay y del aborto y también en contra, tal es esa “doctrina abierta que evoluciona y se pliega a la realidad”.

Si aceptamos que Esperanza Aguirre es liberal -y así debe ser porque esa es la razón que ella misma menciona como detonante de su entrada en política- sus acciones deberían distinguirla de otros políticos que ni lo son ni se les espera, o que, en definitiva, prefieren acomodarse a otras definiciones semánticamente más precisas. En consecuencia, si Aguirre es liberal y Gallardón no lo es y menos aún lo es Zapatero -al que desde el PP se observa como una especie de radical marxista-, el gobierno de doña Esperanza tendría que habernos mostrado con diáfana claridad cuáles son las virtudes de su liberalismo para convertirnos a la fe verdadera.

A los meros efectos pedagógicos de comprender el alcance del término, tal vez sean de utilidad estos fragmentos extraídos de un editorial de Libertad Digital, el medio comandado por otro indiscutible liberal como es Federico Jiménez Losantos. Decía así en su edición del 25 de septiembre de 2004: “La presidenta de la Comunidad de Madrid, la única que siendo mujer y sin necesidad de cuotas, ha llegado a la presidencia de una Comunidad Autónoma, no vende sonrisas ni grandilocuentes discursos que no conducen a ningún sitio. Esperanza Aguirre, fiel a la mejor tradición política liberal, es alérgica a comerciar con humo (...) La receta es sencilla: Libertad. El Gobierno que apuesta por las personas y la capacidad creadora del individuo obtiene como resultado prosperidad, estabilidad y bienestar. La Comunidad de Madrid es un ejemplo. (...) Si el metro de Madrid es mayor que el de París no es por casualidad; es porque las ideas –liberales- que guían a sus gobernantes llegan más lejos”.

Perfilada la cuestión, sólo falta someterla a la prueba de la realidad. Gallardón, como nunca fue liberal pero sí bastante listo, encontró en la ampliación del metro y en sus repercusiones sociales el instrumento que le haría ganar una elección tras otra. Como no era liberal, no le importó enriquecer simultáneamente a los grandes constructores del país, algunos de ellos integrantes de su círculo de amigos, especialmente Florentino Pérez, a quienes repartió los suculentos contratos de las obras, idéntico método que ha empleado en la actualidad en el faraónico soterramiento de la autopista de circunvalación de Madrid, M-30.

Aguirre, como es liberal, no se ha limitado a enriquecer a los constructores por esta exclusiva vía, sino que ha decidido ampliarla, por eso del libre mercado, a la gestión hospitalaria. Así, todas las grandes constructoras, a excepción de Ferrovial, se han adjudicado la gestión de sus futuros siete hospitales, a los que los madrileños entregarán con la liberalidad acostumbrada 3.600 millones de euros de nada por el total de la concesión.

Gallardón, que no es liberal, propuso para crispación interna de su partido una subida de los impuestos municipales, en la opinión de que tener una ciudad de primera división no es barato. Aguirre, que sí lo es (liberal), ha prometido eliminar casi por completo el impuesto de Sucesiones y Donaciones, que como todo el mundo sabe es el que más grava a los asalariados, así como rebajar para las rentas “bajas y medias” el de Patrimonio, otro impuesto que trae a maltraer a los pobres de la Comunidad. Eso sí, otra prometida rebaja, la del tramo autonómico del IRPF, que sólo incide en el conjunto de la ciudadanía, tendrá que esperar. Como Esperanza es liberal y no socialista, decide recortar estos impuestos al tiempo que pide más recursos al Gobierno central para financiar su modelo sanitario, ese que gusta tanto a las constructoras.

El alcalde de Madrid, que de liberal no tiene un pelo, planteó en su día la privatización de Telemadrid, idea de la que finalmente desistió porque la denominada Ley del Tercer Canal lo impedía. Aguirre, liberal de una pieza, trata ahora de poner en marcha un segundo canal autonómico pese a las trabas administrativas. La impronta de imparcialidad que Telemadrid ha obtenido bajo la dirección de Manuel Soriano, ex jefe de prensa de Esperanza Aguirre, merece, sin duda, un nuevo cauce.

La prueba del nueve del liberalismo de Aguirre se ha producido hace escasas fechas con la adjudicación de las emisoras de televisión local de Madrid. Una semana antes, Zapatero, que no es liberal, había decidido favorecer a su amigo Polanco con la autorización gubernativa para que Canal+ emita en abierto. Aguirre, que sí lo es, ha contraprogramado. De las 30 licencias, cinco correspondieron a la Iglesia, cuatro al periodista Federico Jiménez Losantos, otras cuatro a Antena 3, diez fueron a parar al presidente del Atlético de Madrid y pedreas de una licencia recayeron en El Mundo y en Intereconomía. Ni Localia, la red de emisoras de Polanco, que presentó ofertas a ocho demarcaciones, ni el Grupo Zeta, en alianza con Tele 5, obtuvieron recompensa.

Con motivo de la presentación del último libro de Jiménez Losantos, Esperanza Aguirre dedicó un encendido elogio al autor, al que retrató con una sola frase: "No eres un periodista liberal sino un liberal metido a periodista para poder hacer propaganda del liberalismo". Ahora, por fin, se entiende todo.

Ahora, por fin, se entiende todo. Han sido años de una estéril búsqueda de esa esencia primigenia que convertía a Esperanza Aguirre en liberal y que, dada su insistencia en aplicarse la etiqueta, debía marcar la diferencia precisa entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y otros dirigentes de su partido, ya fueran éstos conservadores, democristianos o centristas. Con el término, créanlo, hay una auténtica confusión, hasta el punto de que el propio Mario Vargas Llosa ha tenido que precisar recientemente que él es liberal porque defiende al individuo frente al Estado, la democracia política y la economía de mercado, pero reconociendo que un liberal, por ejemplo, puede estar a favor de los matrimonios gay y del aborto y también en contra, tal es esa “doctrina abierta que evoluciona y se pliega a la realidad”.