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La piscina de Pedro J.
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Juan Carlos Escudier

Sin Enmienda

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La piscina de Pedro J.

De entre los cursos fluviales y remansos de mayor renombre, ninguno tan célebre como la piscina que el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, posee

De entre los cursos fluviales y remansos de mayor renombre, ninguno tan célebre como la piscina que el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, posee en Mallorca, y que cada año defiende de las acometidas de las hordas independentistas de la isla y de los alrededores. La notoriedad que ha alcanzado este cubo de agua hace palidecer de envidia a las fuentes del Nilo, a las cataratas del Niágara y al mismísimo Danubio azul. Cual mítico cancerbero, Ramírez se ha propuesto que esa laguna Estigia que posee, horadada en suelo público, no sea profanada por vulgares mortales, y a ello dedica todas sus fuerzas estivales. Nadie de quienes le conocen y han visto de cerca la palidez transilvana de su piel dirían que el pasatiempo preferido del periodista sean los baños de agua dulce y el bronceado en hamaca. Por eso su resistencia tiene más valor. Ramírez no lucha por una piscina, sino por una idea. ¡Cuánto coraje reunido!

Les supongo informados de la polémica hídrica de este verano y de otros precedentes. Un grupo de personas, entre los que se encontraba el diputado de ERC Joan Puig trató de acceder por las bravas el pasado día 12 de agosto al estanque en cuestión, con el argumento de que les asistía el derecho de paso a un dominio público. Ramírez se ha querellado contra el parlamentario, contra los asaltantes y contra los guardias civiles que no impidieron la consumación del ‘delito’.

Habrá quien se pregunte por qué tanto revuelo por un incidente menor que atañe a un particular, por qué ese particular utiliza los medios legales del periódico que dirige y no los propios para actuar contra los ‘allanadores’ o por qué ese mismo periódico lleva a sus páginas de Nacional un día sí y otro también la noticia con gran despliegue tipográfico. Lo ha explicado el propio Ramírez con la clarividencia acostumbrada: a los ‘alborotadores’ no les importa su piscina sino coaccionar a El Mundo porque el diario “defiende la unidad de España”.

He aquí el nudo gordiano de la historia. No se trata del asalto a un charco. Lo que está en juego es la patria, la unidad, el himno y hasta la bandera. Se empieza por una piscina y se acaba en la independencia. ¿Acaso un periodista que pretende pasar a la historia como el Pulitzer hispano utilizaría su enorme poder mediático para resolver un problema personal? Nunca. Si lo hace es para salvaguardar un bien mayor, un modelo de Estado y de convivencia. Este hombre nunca da puntada sin hilo. El bien común guía sus pasos.

¿Qué ha habido ocasiones en las que se ha urgido desde el periódico al vicepresidente de Telefónica a solucionar de inmediato un problema en la conexión mallorquina de Ramírez? Es posible, sí, pero ¿acaso no es más importante salvaguardar su libertad de expresión que esperar pacientemente turno en el 1004 de averías? ¿Para qué sirve entonces el vicepresidente de Telefónica? ¿Que se asfaltó de urgencia el acceso a su casa de Mallorca? Sí, pero ¿no tiene derecho un ciudadano ejemplar a llegar a su propiedad libre del barro y del polvo del camino?

Tengámoslo claro. Lo que se ha ventilado este mes en Mallorca es una página de la historia de España. Algún día las enciclopedias tendrán que recoger el episodio y afirmar sin ambages que un solo hombre defendiendo su piscina evitó que las Baleares formaran parte de los Países Catalanes. Estamos ante un símbolo eterno de agua clorada, ante un monumento a la unidad del Estado. En esa piscina cabe la Constitución de 1978, con sus disposiciones transitorias y todo.

Si se tiene claro el principio, no cuesta entender el resto. Se explica perfectamente el empeño del periodista en hacer partícipe al Gobierno en pleno de su particular cuestión hidrológica y las invitaciones constantes –aceptadas en numerosas ocasiones- a los miembros de este Gabinete y del anterior a su feudo mallorquín, para que contemplaran in situ el rectángulo de la discordia y probaran, si así lo deseaban, los efectos balsámicos de sus aguas. Tal vez a estos efectos sea atribuible la decisión de Medio Ambiente de suspender durante los meses de verano el uso público del suelo en el que rezuma la piscina.

No caben medias tintas. La invasión de la piscina del periodista no debe dejar a nadie indiferente. El futuro del país puede naufragar en unos pocos metros cúbicos y es preciso que, entre todos, lo impidamos, incluso al precio de privatizarle la alberca. Sea como fuere, la valentía de Ramírez resistiendo con sus guardaespaldas armados la acometida de Puig y del populacho es digna de reconocimiento. Nos hallamos ante un patriota. ¡Viva España!

De entre los cursos fluviales y remansos de mayor renombre, ninguno tan célebre como la piscina que el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, posee en Mallorca, y que cada año defiende de las acometidas de las hordas independentistas de la isla y de los alrededores. La notoriedad que ha alcanzado este cubo de agua hace palidecer de envidia a las fuentes del Nilo, a las cataratas del Niágara y al mismísimo Danubio azul. Cual mítico cancerbero, Ramírez se ha propuesto que esa laguna Estigia que posee, horadada en suelo público, no sea profanada por vulgares mortales, y a ello dedica todas sus fuerzas estivales. Nadie de quienes le conocen y han visto de cerca la palidez transilvana de su piel dirían que el pasatiempo preferido del periodista sean los baños de agua dulce y el bronceado en hamaca. Por eso su resistencia tiene más valor. Ramírez no lucha por una piscina, sino por una idea. ¡Cuánto coraje reunido!