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Las cosas no pasan porque sí
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Juan Carlos Escudier

Sin Enmienda

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Las cosas no pasan porque sí

El cóctel de apocalípsis que a diario nos sirve Eduardo Zaplana o el mismísimo Rajoy ya tiene su guinda en el pretendido ruido de sables provocado

El cóctel de apocalípsis que a diario nos sirve Eduardo Zaplana o el mismísimo Rajoy ya tiene su guinda en el pretendido ruido de sables provocado por Zapatero, que es “bobo” y de Valladolid. Por si teníamos poco, además de haber entrado al Congreso en un tren de cercanías, de caerle a Bush como un tiro, de quebrar la familia, de arruinar la educación de nuestros hijos y apartarles de Dios, de permitir que esos bárbaros inmigrantes nos invadan, de desmembrar la patria, de hincar la rodilla ante ETA, de expoliar los archivos públicos y entregar los papeles y la llave de la luz a ese oscuro Carod-Rovira, símbolo de la fenicia catalanidad, el Gobierno ha enervado a un espadón y a varios espadachines. Reconozcamos que, aunque el sol nos confunda, vivimos en las tinieblas. Y esto, que diría don Mariano, no pasa porque sí.

Hacen muy bien el PP y sus nobles comunicadores en alertarnos del caos en el que nos han sumido los socialistas porque, en general, los españoles somos muy despreocupados y nos vamos a comprar el pan como si nada. Este país no aprende. En medio de tantos peligros y zozobras, la gente sigue pidiendo hipotecas como churros, yendo a trabajar -porque cada día hay menos parados-, y llenando los restaurantes, tanto los que permiten fumar como los que no. Estamos al borde del abismo y la multitud mira extasiada la luna llena.

Las cosas, en efecto, no pasan porque sí. Además, joder, es que Zapatero va provocando, sobre todo cuando sonríe. Hay que entender a ese general, cargando sobre sus espaldas el peso de la Constitución y asumiendo la ingrata tarea de atacar el Ampurdán si fuera necesario. O a ese capitán legionario, capaz de transportar a sus hombres y a su cabra a Madrid para protestar ante Bono por el despedazamiento de España. ¿Acaso no tiene motivos para la queja el oficial de la Armada que, en carta al Abc, se indigna ante el mundo porque el ministro quiere mutilar el Himno de la Armada y quitar a Dios del estribillo? Bono lo ha desmentido pero el susto no se lo quita nadie. Escuchen: “...y arriba el mandato de España y de Dios/de España y de Dios/¡de España y de Dios!”. ¿Como hubiera culminado el himno sin Dios? ¿No tienen límite estos rojos? ¿No tienen corazón?

Si no fuera por el desprendimiento con que actúan algunos vigías de la patria, hace tiempo que habríamos chocado contra el iceberg de manera suicida. No se trata sólo de Rajoy y de Acebes –un referente mundial de la sintaxis castellana frente a la renovada ofensiva del catalán-, sino de esos periodistas que han dedicado su vida a dar la voz de alarma, a enderezar el errático rumbo del Ejecutivo. Recompensar a estos esforzados con unas licencias de televisión digital aquí y allá es un pequeño gesto de agradecimiento que difícilmente estará a la altura de su abnegación y valentía.

La culpa de todo la tiene Zapatero, que lleva el timón como un loco. Este hombre nos conduce al desastre. Pero, vamos a ver, si Aznar, que era un estadista, un tipo serio que sólo sonreía en defensa propia y que ha sido el mejor gobernante de la democracia pasada, presente y futura, no quiso que se modificaran los estatutos de autonomía ni la Constitución, sus razones tendría. Más le valdría a Zapatero aprender de su estrategia. Cuando Cataluña empezó a plantear problemas, dejó de hablar a Pujol; cuando Ibarretxe anunció que convocaría un referéndum sobre su plan soberanista, cambió la ley para meterle en la cárcel. Democracia en estado puro. ¡Qué tiempos aquellos en los que no había tensiones territoriales y nadie hablaba de autodeterminación o de independencia! ¿Qué fue de aquella Arcadia donde los terroristas podían matar a 260 personas en ocho años y sentirse acorralados al mismo tiempo?

El infeliz que nos gobierna ha puesto todo patas arriba. Por este orden, está en manos de Polanco, del tripartito, del felipismo, del lobby gay y de Batasuna. Ante todos ha claudicado, claro. Una cosa es pactar con Arzalluz y con Pujol como lo hizo Aznar, a mayor gloria de España, y otra muy distinta con los independentistas de Esquerra, que pretenden que Cataluña no sea una nacionalidad sino una nación, algo imperdonable. Una cosa es negociar con ETA como hizo el PP en plena tregua y otra muy distinta pedir autorización al Parlamento para hacerlo cuando deje las armas. Lo primero es firmeza; lo segundo, dar alas a los asesinos que, por cierto, llevan casi 1.000 días sin matar. Y para despistar, va ahora y baja los impuestos. ¡Tendrá valor!

Los ciudadanos siguen en la inopia porque si no, no se explica. En vez de estar crispados, como correspondería a este estadio previo al fin del mundo, se van de rebajas. Oportunidades han tenido. Aún se recuerda aquel reciente Madrid-Barça en el que el madridismo españolista se vendió a Ronaldinho por un gol de bandera. Lo que nos pase nos estará bien empleado. La intelectualidad, desconcertada, se hace la gran pregunta: ¿Qué más tiene que inventar la prensa independiente para que el PP despegue en las encuestas?

A Zapatero no hay que suponerle ni siquiera buenas intenciones. Si hay Estatuto, será inconstitucional; si ETA declara una tregua, será por sus genuflexiones; si la economía va bien, será por Rato; si hay sequía será porque no se hizo el trasvase del Ebro... Las cosas no pasan porque sí. En vista de la inutilidad presidencial, lo que es imperdonable es que un tipo tan brillante, inteligente, profundo, lúcido, penetrante y alto como Rajoy lleve dos años sin hacer una sola propuesta, sin plantear una sola iniciativa, sin cegarnos con su enorme sabiduría. ¿Estará resentido este hombre por el 14-M? ¿Querrá castigarnos por no haberle votado y por eso se muestra comprensivo con nuestros militares más energúmenos? ¿A qué espera para sacarnos de la sima? En plan castigador, Rajoy siempre dice no. Al enemigo, ni agua.

El cóctel de apocalípsis que a diario nos sirve Eduardo Zaplana o el mismísimo Rajoy ya tiene su guinda en el pretendido ruido de sables provocado por Zapatero, que es “bobo” y de Valladolid. Por si teníamos poco, además de haber entrado al Congreso en un tren de cercanías, de caerle a Bush como un tiro, de quebrar la familia, de arruinar la educación de nuestros hijos y apartarles de Dios, de permitir que esos bárbaros inmigrantes nos invadan, de desmembrar la patria, de hincar la rodilla ante ETA, de expoliar los archivos públicos y entregar los papeles y la llave de la luz a ese oscuro Carod-Rovira, símbolo de la fenicia catalanidad, el Gobierno ha enervado a un espadón y a varios espadachines. Reconozcamos que, aunque el sol nos confunda, vivimos en las tinieblas. Y esto, que diría don Mariano, no pasa porque sí.