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Pizarro y el sexo (II)
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Juan Carlos Escudier

Sin Enmienda

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Pizarro y el sexo (II)

Manuel Pizarro, que ahora va de idealista, ha echado mano de El Principito para explicar que una serpiente –Gas Natural- no puede zamparse un elefante –Endesa-

Manuel Pizarro, que ahora va de idealista, ha echado mano de El Principito para explicar que una serpiente –Gas Natural- no puede zamparse un elefante –Endesa- como si tal cosa, y lo ha demostrado trayendo a otro elefante –E.ON- para que pise a la boa y escupa. Pizarro se siente hoy más regurgitado que nunca, y el Gobierno, el único que quería ver un sombrero en la paquidérmica silueta del reptil, está que echa las muelas. Todo empezó en septiembre con la semillita que un tal Gabarró puso en Endesa... Cómo ha cambiado el cuento desde entonces.

La historia no puede explicarse sin algunas consideraciones previas sobre el sector eléctrico, una capa de la que todos los Gobiernos han hecho sayo y a cuyas empresas los ciudadanos hemos aportado 12.000 millones de euros de nada para que fueran competitivas y se lanzaran como Hernán Cortés a la conquista de América, mientras las inversiones en España brillaban en la oscuridad de algunos apagones memorables. La competitividad vino acompañada de la liberalización, esa entelequia según la cual la inmensa mayoría de los consumidores tiene el derecho de abandonar a su viejo suministrador para pagar exactamente lo mismo con el nuevo. Es lo bueno que tiene el libre mercado: uno puede elegir quién le pone el membrete en la factura.

Sobre estas compañías competitivas y liberalizadas se extendió el manto protector de una legislación que, ya fuera mediante la acción de oro o por la limitación de los derechos políticos, impedía que una eléctrica extranjera tomara posiciones en el mercado nacional sin el beneplácito de Moncloa. Para colmo, se podía colocar a amigos como Pizarro al frente del principal negociado, un hombre entregado a sus accionistas, de natural desprendido, que en cualquier otro trabajo ganaría más que esos cuatro millones de euros que se levanta al año en Endesa. No faltaron intentos de concentración que se frustraron porque implicaban un monopolio formal (Endesa-Iberdrola) o, simplemente, porque lo protagonizaba Gas Natural (Gas Natural-Iberdrola), con demasiado acento catalán para el gusto de la época. Una tercera tentativa se ha conocido ahora (Repsol-Gas Natural-Iberdrola), así como que fue el propio Aznar quien se encargó de abortarla con una expeditiva orden a Alfonso Cortina, el amigo de Rato que más preparado estaba para dirigir una petrolera.

Bien porque se trata, en efecto, de un sector estratégico, bien porque no sólo los amigos de Rato tienen derecho a forrarse el riñón, el actual Gobierno está empeñado en seguir mandando en las eléctricas, aunque las circunstancias le hayan aconsejado una estrategia distinta. Acuciado por los imperativos de Bruselas para eliminar las barreras al capital extranjero y anticipando la voracidad de los grandes conglomerados europeos que ya ha empezado a manifestarse, el Ejecutivo se dispuso a alumbrar ‘campeones energéticos’, empresas sobre las que poder seguir interviniendo pero con la dimensión suficiente como para desalentar a los ‘tiburones’. Por el momento, el plan ha cubierto de gloria a sus ideólogos.

Inspirada o alentada por el Gobierno surge la OPA de Gas Natural sobre Endesa, con la que además se pretendía jubilar a Pizarro, dos pájaros de un tiro, ante todo el ahorro, porque la oferta de la gasista –algo más de la mitad en dinero y el resto en ‘papelitos’- es de remate final de rebajas. Una cosa es que el pez chico se coma el grande y otra que trate de hacerlo a precio de saldo. Así, la que debía de haber sido juzgada como una racional operación de concentración ha sido tenida como un regalo a Carod-Rovira y al Tripartito, como el luminoso epílogo del nuevo Estatuto.

En la operación han hecho todos el ridículo, en mayor o menor medida: el Gobierno, por su interés desmedido en aprobar una fusión de la que se sentía protagonista activo; el PP, para el que el dinero no sabe de fronteras salvo el de La Caixa, que es catalán, nacionalista y antiespañol; y Pizarro, al que el disfraz de Agustina de Aragón le sienta como un tiro. Por una vez, los grandes beneficiados han sido todos los accionistas de Endesa que, para ser justos, deberían erigir un monumento a la semillita de Gabarró o al mismísimo Zapatero: con la excelsa gestión del de Teruel los títulos no llegaban a 20 euros; hoy cuestan un 50% más.

La entrada en escena de E.ON y su grossen billetera, de la mano de un Pizarro infatigable en la defensa de su puesto de trabajo -¿dónde estarían los detectives que le vigilaban en un Renault Scenic?-, ha permitido que todos puedan seguir haciendo el ridículo intensamente. Zapatero, envuelto en la bandera de España, ha llamado a la movilización nacional contra el invasor mientras empezaba a apuntar a los alemanes con la mira telescópica del Boletín Oficial de Estado. El PP, al que, según parece, le sabe mejor la cerveza que la butifarra, ha acusado al Gobierno de levantar la liebre de Endesa, como si estando todos callados y muy quietos nadie se hubiera fijado nunca en ella. Ciertamente, tenemos lo que nos merecemos.

Lo de la españolidad de Endesa no deja de tener su gracia. Queda muy bien en las estadísticas de inversión española en el extranjero, que siempre se exhiben en los viajes oficiales. Pero cabe preguntarse por qué este chauvinismo energético tiene que ser menor en Argentina, Chile, México, Brasil o Bolivia, por citar algunos de los países donde están presentes nuestras multinacionales del kilovatio. Lo cierto es que el resto de Europa lo practica con denuedo y que el Centenario del Quijote tocaba el año pasado y no éste.

No faltarán quienes acudan raudos al llamamiento de Zapatero a defender la esencias patrias en el interruptor de la luz. Ya se sabe que hacer un favor al Gobierno es doble negocio. Los alemanes no son conscientes todavía del lío en el que se han metido, pero podrían preguntarle al BBVA y que les cuente su experiencia en Italia con la Banca Nazionale del Lavoro. “Yo preferiría que Endesa fuera española, pero el sol sale todos los días”, ha dicho Pizarro. Es una frase tan bonita como esta otra: el amanecer es el principio del ocaso.

Los consumidores nos alegramos de que a los pequeños accionistas de Endesa les sonría la fortuna pero nos trae sin cuidado que el señor del contador hable español, alemán o griego. Valoramos, eso sí, el imposible metafísico de que la factura sea más barata y que funcione el aire acondicionado cuando en la calle sudan los termómetros. Asistimos estupefactos a esta orgía de semillitas, y eso que nos sigue encantando el sexo. Que conste.

Manuel Pizarro, que ahora va de idealista, ha echado mano de El Principito para explicar que una serpiente –Gas Natural- no puede zamparse un elefante –Endesa- como si tal cosa, y lo ha demostrado trayendo a otro elefante –E.ON- para que pise a la boa y escupa. Pizarro se siente hoy más regurgitado que nunca, y el Gobierno, el único que quería ver un sombrero en la paquidérmica silueta del reptil, está que echa las muelas. Todo empezó en septiembre con la semillita que un tal Gabarró puso en Endesa... Cómo ha cambiado el cuento desde entonces.