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Cuatro elecciones y otras historias de enredo
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Juan Carlos Escudier

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Cuatro elecciones y otras historias de enredo

Si la crisis económica es un laberinto oscuro en el que no hay manera de encontrar el dichoso hilo de Ariadna, el horizonte político va cobrando

Si la crisis económica es un laberinto oscuro en el que no hay manera de encontrar el dichoso hilo de Ariadna, el horizonte político va cobrando la forma de una enmarañada madeja con demasiados hilos que desenredar. Tan intrincado es el ovillo que, de aquí las elecciones generales de 2012, tirar de cualquiera de cualquiera de ellos apretará los nudos del siguiente, lo que desaconseja el punto de cruz como actividad relajante tanto para el Gobierno como para la oposición. No sólo corren malos tiempos para la lírica; también para el encaje de bolillos.

La primera hebra del embrollo parte del Tribunal Constitucional y de su demorada  sentencia sobre el Estatuto de Cataluña, de la que sigue sin saberse fecha pero sí que, de consumarse, meterá la tijera al texto en aspectos que tanto el Tripartito como CiU consideran cruciales. La confirmación de esta sospecha tiene a las fuerzas catalanas de los nervios, especialmente al PSC de Montilla, que con las elecciones autonómicas a la vista se juega tener que renovar de golpe todas sus tarjetas de visita.

El president no ha encontrado a Zapatero dispuesto a sumarse a la campaña de deslegitimación del Tribunal ni siquiera a promover la reforma inmediata de la ley, lo que le ha obligado a encabezar la revuelta. Sólo ante un bloqueo absoluto del Tribunal, el de Moncloa accedería a impulsar unos relevos -cuatro magistrados tienen el mandato prorrogado desde diciembre de 2007 y otros cuatro lo agotan en noviembre- que exigen el acuerdo con el PP, algo poco menos que imposible.

La primera consecuencia ha sido tensionar las relaciones entre el PSOE y el PSC, que aporta 25 diputados al grupo socialista en el Congreso. La ruptura es impensable, fundamentalmente porque la propia dirección de los socialistas catalanes está convencida de que el 70% de su electorado se identifica con el PSOE aunque vote su marca. Por eso, han centrado su campaña en el Senado, en cuya comisión general de Comunidades Autónomas comparecerá Montilla, y donde es posible canalizar sus iniciativas sobre la renovación del Constitucional a través de la Entesa, el grupo que comparte con Esquerra e Iniciativa, sin que el ruido de la discrepancia resulte ensordecedor ni traumático.

Obviamente, no todo el mundo aceptará que la batalla para la renovación del Constitucional quede confinada en el Senado, especialmente CiU, que tiene en sus manos una oportunidad inmejorable de desnudar al PSC y mostrar públicamente sus contradicciones. Lo esperable en consecuencia es que los convergentes o la propia Esquerra planteen formalmente dicha renovación en el Congreso para poner a prueba a sus diputados adscritos al PSOE. Y que se cobren la factura de la incoherencia.

Todos estos movimientos se producen en los previos de las elecciones en Cataluña, que algunos observadores aventuran bien el 24 de octubre, bien el 28 de noviembre, es decir, antes o después de la visita del Papa a Barcelona, prevista para el día 7 de noviembre. Es el segundo hilo de la madeja. Las variantes son diversas. Pudiera ocurrir que el Tripartito volviera a sumar una mayoría que le permitiera conservar el Gobierno, aunque es altamente improbable que lo consiga. En ese caso, sería CiU, la que, sin mayoría absoluta y tras ganar las elecciones por tercera vez, sentaría por fin a Artur Mas en el sillón de la Generalitat, ya sea con un pacto o con apoyos externos.

Previamente, habría comenzado la discusión del proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2011, en el que inevitablemente se dejarán sentir los recortes impuestos por el objetivo de reducción paulatina del déficit público. Ello achica considerablemente las posibilidades del Gobierno para encontrar socios en la aventura. Cabe esperar, por tanto, un rechazo frontal de las fuerzas de izquierda, pero también de CiU, que lo último que tiene en la cabeza es regalar oxígeno a los socialistas. Lo comentaba privadamente esta semana un dirigente de Convergència: “Que nos llame Zapatero para aprobar los Presupuestos sería un derroche presupuestario en teléfono”. En conclusión, al Gobierno sólo le quedaría la carta del PNV que, por cierto, no deja de lamentar cada vez que puede su apoyo a las cuentas de este año. Las derivadas de no poder sacar adelante los Presupuestos son fácilmente deducibles: prórroga de los actuales o elecciones anticipadas.

Pero volvamos a Cataluña, donde hemos dejado a CiU eligiendo pareja de baile. Todo el abanico de posibilidades está abierto, aunque en la elección final podría ser determinante el fallo del Constitucional, si es que llega a producirse. Una sentencia muy restrictiva con el Estatuto podría derivar en un gobierno de índole exclusivamente nacionalista junto a Esquerra, que, a priori, no es la preferencia de los convergentes. Pero tampoco es descartable una sociovergencia, que permitiría al PSC salvar algunos muebles sacrificando, lógicamente, a Montilla, y al PSOE asegurarse un aliado vital en Madrid. La tercera opción es la formación de un Gobierno en minoría con el apoyo externo del PP, una hipótesis que podría darse siempre que los populares no pidan nada a cambio y entiendan su colaboración como una inversión de futuro. Lo seguro es que CiU, en esta ocasión, no irá al notario.

Si las fechas antes citadas se cumplen, el nuevo Ejecutivo catalán tendría que estar formado a principio de 2011, apenas a cuatro meses vista de las elecciones autonómicas y municipales, auténtico campo de pruebas de lo que podrían ser las generales del año siguiente, siempre y cuando no sufran un adelanto imprevisto. Las secuelas de las catalanas podrían tener continuación en el Ayuntamiento de Barcelona, cuya pérdida ocasionaría un terremoto en el PSC.

El drama de los socialistas es que su mayor aspiración se reduce a conservar los feudos que hoy mantienen, mientras que el PP cree que tiene posibilidades de dar la vuelta a la tortilla en Castilla-La Mancha, Cantabria, Aragón e, incluso en Baleares, y eso que allí sus dirigentes van más a los juzgados que al cine. El único alivio de los socialistas sería que Esperanza Aguirre perdiera la mayoría absoluta en Madrid, no ya por su avance sino por la irrupción de la UPyD de Rosa Díez, lo que es un magro consuelo.

Sin abandonar lo que ya es una campaña electoral permanente, se avistarán rápidamente las elecciones generales, en cuyo resultado será determinante la situación económica: si la crisis ha remitido el PSOE, con Zapatero de candidato o sin él, que todo podría suceder, tendrá opciones; si no lo ha hecho, será el PP el que se imponga. Y si los populares necesitan del apoyo de CiU para gobernar la madeja descubrirá su último nudo. ¿Hasta dónde estaría dispuesto a llegar Rajoy para asegurarse el apoyo de los nacionalistas catalanes? ¿Sus concesiones sobrepasarían el Estatuto que ha impugnado? Hay veces que la justicia poética se toma su tiempo.

Si la crisis económica es un laberinto oscuro en el que no hay manera de encontrar el dichoso hilo de Ariadna, el horizonte político va cobrando la forma de una enmarañada madeja con demasiados hilos que desenredar. Tan intrincado es el ovillo que, de aquí las elecciones generales de 2012, tirar de cualquiera de cualquiera de ellos apretará los nudos del siguiente, lo que desaconseja el punto de cruz como actividad relajante tanto para el Gobierno como para la oposición. No sólo corren malos tiempos para la lírica; también para el encaje de bolillos.

Generalitat de Cataluña CiU PSC Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)