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La negociación perpetua con ETA, según Mayor Oreja
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Juan Carlos Escudier

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La negociación perpetua con ETA, según Mayor Oreja

Si no es por Mayor Oreja, que nos avisa cada vez que tiene un rato, no habríamos reparado en que la negociación del Gobierno con ETA

Si no es por Mayor Oreja, que nos avisa cada vez que tiene un rato, no habríamos reparado en que la negociación del Gobierno con ETA se ha reanudado, si es que alguna vez dejaron de estar negociando. El ex ministro ha dado, finalmente, con el esquema que lo explica todo, dirigido especialmente a sus incondicionales más escépticos, a aquellos que se les había metido la duda en el cuerpo al ver que la Policía ha detenido en dos años a seis cúpulas de ETA una detrás de otra.

Para comulgar con Mayor Oreja, hay que partir de la premisa de que la negociación existe y está blindada. Ello conduce a que Gobierno y ETA dialogan perpetuamente, al estilo de Sísifo empujando su roca montaña arriba una y otra vez. Es decir, si no hay un acuerdo la primera vez se inicia una segunda entrega con otro formato, y así indefinidamente. En esta nueva fase de diálogo, no hay ninguna mesa en la que dialogar, pero Mayor Oreja salva la contradicción gracias a los mediadores internacionales, que hacen de correo del zar las veces que sean necesarias. ¿Y las detenciones? Vendría a ser la prueba definitiva de que el diálogo existe, ya que constituyen para los descreídos la confirmación de todo lo contrario. “Una de las primeras mentiras del proceso – decía la pasada semana - es presentar las detenciones de los terroristas como una prueba de que no existe un proceso de negociación. No es cierto y forma parte del manual”. Pues eso.

De acuerdo a esta teoría, la detención este jueves del jefe militar de ETA, Mikel Karrera, el último miembro de la dirección terrorista con la que se intentó en 2006 un final dialogado a la violencia, sólo sirve para “trasladar la sensación de que la batalla contra ETA la están ganando los demócratas”, cuando en realidad lo que se pretende es crear dos personalidades, la de los terroristas, o sea la mala, y la izquierda abertzale, la buena, a la que se le aseguraría la presencia en la vida pública. Tras ello, claro, está el Gobierno, aunque Mayor Oreja no aclara cuál sería el beneficio que obtendría con esta maquiavélica actitud.

El razonamiento es endiablado ya que, llevado al extremo, un desmarque sincero de la violencia por parte de quienes han ejercido como brazo político de la banda debería ser repudiado de manera permanente, lo que daría la razón a los terroristas cuando afirman que no es posible defender por cauces democráticos asuntos tales como la independencia del País Vasco. Lo cual conduce a otra reflexión: alguien que, como Mayor Oreja, ha convertido su discurso en la denuncia constante de una pretendida negociación oculta con ETA ¿sería capaz de sobrevivir políticamente a su desaparición? ¿Tendría algo más que decirnos?

¿Sería Mayor Oreja capaz de sobrevivir políticamente a la desaparición de ETA?

Si no es por Mayor Oreja, que nos avisa cada vez que tiene un rato, no habríamos reparado en que la negociación del Gobierno con ETA se ha reanudado, si es que alguna vez dejaron de estar negociando. El ex ministro ha dado, finalmente, con el esquema que lo explica todo, dirigido especialmente a sus incondicionales más escépticos, a aquellos que se les había metido la duda en el cuerpo al ver que la Policía ha detenido en dos años a seis cúpulas de ETA una detrás de otra.

Para comulgar con Mayor Oreja, hay que partir de la premisa de que la negociación existe y está blindada. Ello conduce a que Gobierno y ETA dialogan perpetuamente, al estilo de Sísifo empujando su roca montaña arriba una y otra vez. Es decir, si no hay un acuerdo la primera vez se inicia una segunda entrega con otro formato, y así indefinidamente. En esta nueva fase de diálogo, no hay ninguna mesa en la que dialogar, pero Mayor Oreja salva la contradicción gracias a los mediadores internacionales, que hacen de correo del zar las veces que sean necesarias. ¿Y las detenciones? Vendría a ser la prueba definitiva de que el diálogo existe, ya que constituyen para los descreídos la confirmación de todo lo contrario. “Una de las primeras mentiras del proceso – decía la pasada semana - es presentar las detenciones de los terroristas como una prueba de que no existe un proceso de negociación. No es cierto y forma parte del manual”. Pues eso.

De acuerdo a esta teoría, la detención este jueves del jefe militar de ETA, Mikel Karrera, el último miembro de la dirección terrorista con la que se intentó en 2006 un final dialogado a la violencia, sólo sirve para “trasladar la sensación de que la batalla contra ETA la están ganando los demócratas”, cuando en realidad lo que se pretende es crear dos personalidades, la de los terroristas, o sea la mala, y la izquierda abertzale, la buena, a la que se le aseguraría la presencia en la vida pública. Tras ello, claro, está el Gobierno, aunque Mayor Oreja no aclara cuál sería el beneficio que obtendría con esta maquiavélica actitud.

El razonamiento es endiablado ya que, llevado al extremo, un desmarque sincero de la violencia por parte de quienes han ejercido como brazo político de la banda debería ser repudiado de manera permanente, lo que daría la razón a los terroristas cuando afirman que no es posible defender por cauces democráticos asuntos tales como la independencia del País Vasco. Lo cual conduce a otra reflexión: alguien que, como Mayor Oreja, ha convertido su discurso en la denuncia constante de una pretendida negociación oculta con ETA ¿sería capaz de sobrevivir políticamente a su desaparición? ¿Tendría algo más que decirnos?

¿Sería Mayor Oreja capaz de sobrevivir políticamente a la desaparición de ETA?

Negociación colectiva Gobierno Corporativo Jaime Mayor Oreja