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¿Y Zapatero? Reformando que es gerundio
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Juan Carlos Escudier

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¿Y Zapatero? Reformando que es gerundio

Ha habido que esperar a ver al ministro Blanco convertido en una especie de vendedor a comisión de Gilmar y escuchar sus consejos a la ciudadanía

Ha habido que esperar a ver al ministro Blanco convertido en una especie de vendedor a comisión de Gilmar y escuchar sus consejos a la ciudadanía para que compren piso ahora que se regalan para comprender hasta qué punto el sistema financiero está a punto de ser engullido por su propio agujero negro inmobiliario. Después de proclamar a los cuatro vientos su solvencia y asegurar que sus cimientos habían sido forjados con una aleación de acero y titanio, cualquiera hubiera corrido a esconderse, pero Zapatero el reformista no es de los que se desaniman fácilmente, y está dispuesto a reformar sobre lo ya reformado como Sísifo lo estaba a empujar una y otra vez su piedra a la cima de la montaña.

En el punto de mira se encuentran las cajas de ahorro, a las que ahora se quiere convertir a toda prisa en bancos y por decreto, después de comprobar que la concentración auspiciada por el Banco de España ha sido una elegante forma de perder el tiempo y el dinero. Con las cajas se ha entrado en un círculo vicioso: se les exige capitalizarse para digerir su empacho de ladrillo y poder cumplir con las exigencias de provisionar sus activos más contaminados, pero dicha recapitalización es imposible porque no hay inversor que se atreva a poner un euro en las entidades. ¿Solución? Que vendan hasta la camisa, como han empezado a hacer algunas cajas con sus participaciones industriales, y que los contribuyentes pongamos a escote el dinero necesario.

En definitiva, lo que se planea para las entidades más problemáticas es nacionalizarlas, algo que se debería haber hecho hace tres años, lo que hubiera facilitado un flujo de crédito que sigue cortado. Como es de prever, la nacionalización será sólo temporal. Dará entrada al Estado en los órganos de dirección para limpiar la casa y poner orden. Una vez limpias de polvo y paja, esto es, después de comprometer más dinero público en su saneamiento, se las dará el pase al sector privado a precios de amigo como suele ser habitual.

Para saber cuánto nos costará el rescate se está a la espera de que, por fin, se delimite el verdadero riesgo inmobiliario del sector financiero, algo que debería poner negro sobre blanco el informe que iba a darse a conocer a finales de este mes para que el mundo mundial tomara nota de la transparencia española. Se dirá y con razón que, siendo el supervisor más chiripitifláutico del planeta, el Banco de España tenía que conocer sin necesidad de informes hasta dónde llegaba la exposición de la banca a la vivienda. El papelón de Fernández Ordóñez está siendo de campeonato. O lo sabía, y por tanto, ha permitido que se viviera la ficción de que el sector inmobiliario remontaría y ello permitiría a bancos y cajas desprenderse del lastre sin tener que aflorar pérdidas, o lo ignoraba, lo cual dice mucho de su capacidad de supervisión. Algo más atención a su tarea y algo menos de doctrina sobre la reforma laboral nos hubiera ahorrado algunos miles de millones y otros tantos disgustos.

La reforma de las pensiones se negocia como lo harían los hermanos Marx en su camarote, cada vez con más temas sobre la mesa y con más interlocutores

Se habla ya de cerca de 200.000 millones de euros en activos tóxicos, aunque hay que cree que la cifra podría ser mayor. Como las matemáticas no fallan, si a las provisiones que se exigen se descuentan las ya realizadas, la cifra resultante se aproximará mucho a la recapitalización necesaria. En la medida en que el propio Estado tiene muy restringido el acceso a la financiación, se confía en que Bruselas eche una mano y de ahí los intentos para que Merkel acepte que el fondo de rescate comunitario pueda comprar deuda. Nos rescatarán por fondo interpuesto: el fondo de rescate participará en las emisiones del fondo de reestructuración bancaria (FROB) para que éste, a su vez, rescate al sector financiero. Al tiempo.

La del sector bancario es sólo una de las reformas en las que Zapatero está incurso. La otra es la de las pensiones, que se negocia como lo harían los hermanos Marx en su camarote, cada vez con más temas sobre la mesa y con más interlocutores. Se empezó con un mano a mano con los sindicatos, a los que se trató de convencer de que retrasar la edad de jubilación a los 67 años era inevitable, porque así se había prometido a esos mercados que son personas, en impagable explicación para el vulgo del ya citado Miguel Ángel Fernández Ordóñez. En vista de que el acuerdo era tan difícil como que esta columna se presente al lector con una separación entre párrafos y no como un chorizo de Cantimpalos, y que las discrepancias conducían irremediablemente a una huelga general que nadie quería, especialmente los sindicatos, los negociadores decidieron ampliar las materias a tratar para ver si los avances de algunas podían compensar los retrocesos de otras.

Se ha entrado así en una espiral negociadora de un pacto social, en el que cabe de todo, desde las pensiones a los planes de empleo, pasando por un acuerdo sobre el modelo energético, que como todo el mundo sabe es una materia que quita el sueño a la clase trabajadora en su conjunto. Se filtró primero que el Gobierno estaba dispuesto a modificar su aversión hacia la energía nuclear, dando marcha atrás en el cierre de Garoña y comprometiéndose a prolongar la vida útil del resto de centrales, a cambio de que los sindicatos se avinieran a comulgar con el nuevo sistema de pensiones, pero se ha tenido rectificar a toda prisa ante el disparate que eso significaba.

Los resultados han de verse antes del 28 de enero, que es la fecha que el Gobierno se ha fijado como límite para pactar o imponer la reforma. Tras ésta y la reforma de la reforma del sistema financiero, no es descartable que se dé un repaso a la financiación autonómica, que ya se había reformado pero no al gusto de los mercados que son personas. “Reformas, reformas y reformas” es el lema con el que Zapatero se ha reinventado ante Financial Times. Está visto que este hombre no tiene término medio.

Ha habido que esperar a ver al ministro Blanco convertido en una especie de vendedor a comisión de Gilmar y escuchar sus consejos a la ciudadanía para que compren piso ahora que se regalan para comprender hasta qué punto el sistema financiero está a punto de ser engullido por su propio agujero negro inmobiliario. Después de proclamar a los cuatro vientos su solvencia y asegurar que sus cimientos habían sido forjados con una aleación de acero y titanio, cualquiera hubiera corrido a esconderse, pero Zapatero el reformista no es de los que se desaniman fácilmente, y está dispuesto a reformar sobre lo ya reformado como Sísifo lo estaba a empujar una y otra vez su piedra a la cima de la montaña.

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