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Merkel viene a pasar revista a los emigrantes españoles
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Juan Carlos Escudier

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Merkel viene a pasar revista a los emigrantes españoles

Nos visita Angela Merkel la próxima semana y la recibimos en posición de saludo y en perfecto estado de revista. Viaja la canciller a tomarnos la

Nos visita Angela Merkel la próxima semana y la recibimos en posición de saludo y en perfecto estado de revista. Viaja la canciller a tomarnos la lección, y muy injusta tendría que ser para que Zapatero, que con los idiomas no podrá, pero reformando y firmando pactos sociales es una máquina, no consiga un sobresaliente y el diploma acreditativo de alumno destacado. Conociendo a la alemana, haría bien el presidente en no sacar la cubertería de plata en el almuerzo de celebración, no fuera a pensar la invitada que seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades y atando los perros con longaniza, presumiblemente de Fráncfort.

Tras reformar el mercado de trabajo, poner en almoneda aeropuertos y loterías, desamortizar las cajas de ahorro y equiparar la edad de jubilación a la de los sufridos trabajadores teutones, confiamos, al menos, en que Merkel respalde la ampliación del Fondo de Rescate de la UE y permita que pueda adquirir deuda pública europea, lo que disuadiría a los especuladores de seguir tocándonos las narices en las emisiones del Tesoro. Será un buen momento para comprobar si su intención, tal y como se ha publicado, es que dicha ampliación sea costeada por los países que la reclaman, es decir por España, o si se trata sólo de una muestra del conocido sentido del humor germano.

Contra la tentación de contemplar a Merkel como la versión con falda del siempre bienvenido mister Marshall, bastaría con recordar su responsabilidad directa en la extensión de la crisis del euro, de la que Alemania por el momento no ha hecho otra cosa que beneficiarse. Demoró conscientemente el rescate a Grecia, contribuyó a desatar la tormenta sobre Irlanda y ha logrado imponer a sus socios una austeridad fiscal próxima al rigor mortis.

Realmente, se hace difícil entender que un país que vive de su poderosa industria exportadora pueda permitirse el lujo de estrangular indefinidamente a su mercado natural

Nos visita Angela Merkel la próxima semana y la recibimos en posición de saludo y en perfecto estado de revista. Viaja la canciller a tomarnos la lección, y muy injusta tendría que ser para que Zapatero, que con los idiomas no podrá, pero reformando y firmando pactos sociales es una máquina, no consiga un sobresaliente y el diploma acreditativo de alumno destacado. Conociendo a la alemana, haría bien el presidente en no sacar la cubertería de plata en el almuerzo de celebración, no fuera a pensar la invitada que seguimos viviendo por encima de nuestras posibilidades y atando los perros con longaniza, presumiblemente de Fráncfort.

Tras reformar el mercado de trabajo, poner en almoneda aeropuertos y loterías, desamortizar las cajas de ahorro y equiparar la edad de jubilación a la de los sufridos trabajadores teutones, confiamos, al menos, en que Merkel respalde la ampliación del Fondo de Rescate de la UE y permita que pueda adquirir deuda pública europea, lo que disuadiría a los especuladores de seguir tocándonos las narices en las emisiones del Tesoro. Será un buen momento para comprobar si su intención, tal y como se ha publicado, es que dicha ampliación sea costeada por los países que la reclaman, es decir por España, o si se trata sólo de una muestra del conocido sentido del humor germano.

Contra la tentación de contemplar a Merkel como la versión con falda del siempre bienvenido mister Marshall, bastaría con recordar su responsabilidad directa en la extensión de la crisis del euro, de la que Alemania por el momento no ha hecho otra cosa que beneficiarse. Demoró conscientemente el rescate a Grecia, contribuyó a desatar la tormenta sobre Irlanda y ha logrado imponer a sus socios una austeridad fiscal próxima al rigor mortis.

Realmente, se hace difícil entender que un país que vive de su poderosa industria exportadora pueda permitirse el lujo de estrangular indefinidamente a su mercado natural

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