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El Partido Socialista pone rumbo al fondo del mar
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Juan Carlos Escudier

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El Partido Socialista pone rumbo al fondo del mar

Con el baldón de la encuesta del CIS sobre los hombros, el PSOE ha comenzado la campaña de las autonómicas y municipales más a la defensiva

Con el baldón de la encuesta del CIS sobre los hombros, el PSOE ha comenzado la campaña de las autonómicas y municipales más a la defensiva que Mourihno. Al parecer, de lo que se trata ahora no es ya iniciar una remontada que, según auguraba el ministro y coordinador electoral del partido, José Blanco, iba a conducirles al triunfo en 2012, sino de salvar los muebles, arañados y todo. El panorama es tan desolador que, de confirmarse los pronósticos, sólo conservaría Extremadura, siempre y cuando pactara con IU, diría adiós a Castilla-La Mancha, y sería desalojado de los gobiernos de Baleares y, posiblemente, del de Asturias, mientras que el PP no sólo conservaría sino que aumentaría la ventaja en sus feudos tradicionales. Si a ello se suma la previsible pérdida de Barcelona, se entiende que el drama roce lo shakesperiano.

El único consuelo de los socialistas es que el sondeo fue realizado con anterioridad a que Zapatero revelara su fecha de caducidad, ya que se quiere creer que la marca aún tiene tirón y lo que fallaba era el escaso atractivo del maniquí del escaparate. Algo de ello debe de haber cuando Pedro Arriola, el sociólogo de guardia de Rajoy, llamaba hace unas semanas a no confiar en un triunfo aplastante, porque, según sus estimaciones, la ventaja de los populares en los comicios no sería en ningún caso superior a los cuatro puntos en cómputo general, menor por tanto a la cosechada en 1995, un año antes de que Aznar llegara a la Moncloa. En cualquier caso, y aun concediendo a Zapatero el poder de deformar las encuestas, la debacle, en términos de poder territorial, amenaza con ser histórica.

El CIS viene a poner negro sobre blanco algunos de los principales problemas a los que el PSOE se enfrenta en estos comicios, empezando por la desmovilización y el desencanto de su electorado. El ejemplo más evidente se produce en Madrid, donde más del 30% de quienes aseguran haber votado a los socialistas en 2007 dicen que aún no tienen decidido por quién se inclinarán ahora (25,5%) o, directamente, que se quedarán tranquilamente en su casa el 22 de mayo (5%). Mientras que sólo el 51% de quienes eligieron la papeleta del PSOE afirman que volverán a hacerlo sin ningún género de duda, la fidelidad al PP supera el 80%. A ello habría que añadir el trasvase de votos: un 5,7% de antiguos votantes del PSOE confirma que se pasará al PP, mientras que sólo el 1,1% de los electores populares recorrerá el camino inverso.

A la vista de las estimaciones del Centro, que avanzan que el PP se quedará en Madrid a tres escaños no ya de la mayoría absoluta sino de duplicar en parlamentarios a los socialistas, quienes hayan tenido la ocasión de escuchar al candidato Tomás Gómez afirmar que tiene posibilidades reales de desplazar a Esperanza Aguirre de la presidencia de la Comunidad atribuirán su convicción a alguna insolación primaveral o a su carácter jovial y bromista.

Pese a lo que ha venido sosteniendo la cúpula del PSOE, los resultados del 22 de mayo trascienden de lo puramente local y, en el caso de que el hundimiento se confirmara, es muy posible que llegase a influir en el proceso de primarias en el que ha de elegirse al candidato para las generales de 2012. Desaparecido el lastre que, según algunos barones, representaba Zapatero, una derrota estrepitosa no podría justificarse en la aversión del electorado hacia el presidente sino que habría de entenderse como una censura global a la acción del Gobierno, de la que también son partícipes los dos supuestos aspirantes a la sucesión: Rubalcaba y Chacón. No sería extraño, en consecuencia, que otros dirigentes –de hecho ya ha empezado a circular el nombre del ex ministro y eurodiputado Juan Fernando López Aguilar- se animasen a competir por la candidatura.

Aun concediendo a Zapatero el poder de deformar las encuestas, la debacle, en términos de poder territorial, amenaza con ser histórica

Así las cosas, es improbable que las elecciones locales determinen un adelanto de las generales del próximo año, no sólo por el empeño de Zapatero de completar la legislatura sino porque estratégicamente sería un sinsentido. Se confía en que la recuperación comience a ser visible en lo que al empleo se refiere en los próximos meses y la estabilidad parlamentaria parece asegurada, toda vez que la presencia de Bildu en las elecciones conjura la amenaza del PNV de dejar al Ejecutivo colgado de la brocha Ni a los nacionalistas vascos ni a los catalanes les interesa un PP con mayoría absoluta.

Cualquier esperanza del PSOE en 2012 pasa por recuperar el terreno perdido en Cataluña, donde los recortes del gasto deberían desgastar a CiU, y por detener la sangría andaluza, territorio en el que por primera vez el PP aspira seriamente a alternancia. Más que la corrupción, que si no ha afectado al PP en Valencia o en Madrid no tendría por qué tener coste para los socialistas al sur de Despeñaperros, es la situación económica y la insoportable tasa de paro la que puede acabar con una hegemonía de tres décadas. De ahí que se vea como algo obligado apurar hasta el final los plazos, de forma que las municipales y autonómicas se vean como un punto lejano y borroso en el retrovisor mientras se contempla un nuevo horizonte.

Por el momento, el PSOE se prepara para afrontar una tempestad que bien podría desarbolar el barco. Con un capitán enloquecido, tratando de arponear a cualquier precio la crisis económica, ha sido su errático rumbo el que ha alejado la nave de las costas que le eran más favorables. En esa intemperie ideológica atemoriza escuchar el crujir de las cuadernas. El objetivo ha de ser evitar ahora el naufragio porque el fondo del mar nunca fue un buen lugar para esperar que amaine la tormenta.

Con el baldón de la encuesta del CIS sobre los hombros, el PSOE ha comenzado la campaña de las autonómicas y municipales más a la defensiva que Mourihno. Al parecer, de lo que se trata ahora no es ya iniciar una remontada que, según auguraba el ministro y coordinador electoral del partido, José Blanco, iba a conducirles al triunfo en 2012, sino de salvar los muebles, arañados y todo. El panorama es tan desolador que, de confirmarse los pronósticos, sólo conservaría Extremadura, siempre y cuando pactara con IU, diría adiós a Castilla-La Mancha, y sería desalojado de los gobiernos de Baleares y, posiblemente, del de Asturias, mientras que el PP no sólo conservaría sino que aumentaría la ventaja en sus feudos tradicionales. Si a ello se suma la previsible pérdida de Barcelona, se entiende que el drama roce lo shakesperiano.

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