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Feijóo, con el cepo puesto
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Verónica Fumanal

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Feijóo, con el cepo puesto

El liderazgo del PP se lo han impuesto los guardianes de las esencias de la derecha española. Si con tus técnicas no has podido, ha llegado el momento de que nos hagas caso

Foto: El líder popular Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
El líder popular Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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Ayer hizo 2 meses desde que votamos en las elecciones generales del 23 de julio, seguramente los peores 60 días de Alberto Núñez Feijóo, que por primera vez ha visto limitada su personalidad política, como un coche al que le han puesto un cepo y no puede circular con libertad. El mitin convocado para hoy es un buen ejemplo de ello. En Génova evitaban cometer errores como la foto de Colón de Pablo Casado y Albert Rivera, una imagen que se los llevó por delante, porque se ha demostrado en las urnas que Vox es un partido que repele al votante moderado… ese que desde Galicia venía a cazar Feijóo. Bastaron unas pocas palabras del expresidente Aznar, para que Génova cambiara radicalmente la táctica.

Seguramente, cuando todo el PP cerró filas con Feijóo para que dejara su feudo gallego y sentarse en el trono de hierro de Génova, le debieron de prometer y jurar que podría hacer lo que quisiera, que tendría margen de maniobra para implantar su modelo del PP a nivel nacional. Pero claro, el gallego debería haber sospechado que eso son justo las cosas que se dicen cuando estás a punto que convencer a alguien de que haga lo que tú quieres. Probablemente, él tenía tantas ganas de probar eso del liderazgo nacional, como los que necesitaban imperiosamente enviar a Pablo Casado al cajón desastre de la historia. Y especulo con las ganas de Feijóo del desembarco madrileño porque, cuando decidió no presentarse a las primarias contra Sáenz de Santamaría, Casado, Cospedal, Margallo, le cayeron unos lagrimones en público que indicaban algo que hoy cobra sentido: que Feijóo a nivel nacional no se ha atrevido a llevar la contraria a algunos poderes.

Foto: Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso, durante el inicio del curso del PP en Madrid. (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
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De vuelta al presente, domingo 24 de septiembre del 2023, el mitin que hoy ha organizado el PP es un artefacto incómodo para Feijóo. Desde luego, lo hubiera sido mucho más una manifestación o una concentración. Básicamente, porque Feijóo ha sido más de institución que de pancarta. En la manifestación mentada de la plaza de Colón el 10 de febrero del 19, el gallego aludió problemas de agenda, finalmente asistió a regañadientes huyendo antes de que se hiciera la famosa foto. De igual modo, Feijóo excusó su presencia en la manifestación a favor del español en septiembre del 22 en Barcelona. Hizo lo propio en la manifestación de Rosa Díez y otras asociaciones contra Sánchez en enero del 23. A ver si le animan a asistir a la del 8 de octubre en Barcelona contra la amnistía, todavía no ha confirmado.

Y entonces, ¿por qué el líder del PP se dejó arrastrar por las palabras de Aznar, las columnas de opinión y algunas ondas radiofónicas? Esa es la gran pregunta que debe responder el gallego. En la actualidad, no hay intención alguna de derrocarlo del puesto que amablemente le cedieron. Isabel Díaz Ayuso, afirmó que justo después de las elecciones de julio, le han pedido que dé un paso adelante, pero como ella misma dijo: "No puede ser que el jueves estuviéramos en un mitin con el presidente, aplaudiéndole, dándole nuestro apoyo y el martes tirándole por un puente (...) No somos podemitas". Vamos, que, de momento, no le interesa hacerle lo que le hizo a Casado, no desde un puente, sino desde el balcón de Génova. Los de Moreno Bonilla tampoco quieren coger ahora un partido que debe hacer frente al final del ciclo electoral sin muchas expectativas. En Galicia hay temor de perder la mayoría absoluta, lo que automáticamente daría el gobierno a izquierdas y nacionalistas. En Euskadi, el 28 de mayo, obtuvieron el 8% de los votos, el 23 de julio, el 11%; y en las elecciones autonómicas no les suele ir mucho mejor, hace 4 años obtuvieron el 6%. Por lo tanto, el PP sabe que debe mantener con respiración asistida a Alberto Núñez Feijóo en el caso de que no haya repetición electoral y las urnas le sean propicias, porque nadie quiere hacerse cargo de un partido al que le esperan dos contiendas electorales complicadas.

Foto: La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (i), junto al líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (d). (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Desde el 23 de julio, Feijóo sabe que no ha cumplido con el objetivo que tenía cuando dejó el gobierno gallego para mudarse a Génova: derogar el sanchismo. Tampoco ha podido contener a Vox y proteger la marca popular del chapapote verde, ese que repele a todo el resto del arco parlamentario y que le imposibilita, incluso, tener reuniones con socios habituales. Y por ambos fracasos, el líder del PP anda con un cepo que le han impuesto los guardianes de las esencias de la derecha española. Si con tus técnicas de moderado no has podido, ha llegado el momento de que nos hagas caso.

Feijóo no ganó unas primarias contra el poder en la sombra como Sánchez, quien con esa legitimidad puede ahora desoír a todos los fácticos que se empeñan en volver a decirle qué puede y qué no puede hacer. El líder socialista sabe que tiene al partido de su lado y que cuanto más alto gritan los de la vieja guardia, más renovado parece él. Mariano Rajoy también tuvo que ganarse el puesto para imponer su particular visión del PP en un congreso a cara de perro contra Esperanza Aguirre en el 2008. El caso de Casado es algo diferente, porque aunque ganes unas primarias (en voto popular lo hizo Sáenz de Santamaría) cargar contra los que tienen un boletín oficial y presupuesto cuando tú no lo tienes es uno de los mayores errores que puedes cometer y cayó por tropezones propios, con la ayuda de Ayuso. Pero el liderazgo de Feijóo bebe de las mismas fuentes que ahora le han impuesto un cepo a su capacidad de acción. Ahora parece verse atrapado en un cargo que él no ejerce al 100%. Solo así se explica que un día quiera hablar con Junts y otro no; que no quiera convocar manifestaciones que luego se convierten en mítines; que se haga fotos con Vox que siempre evitó. Porque antes o después de que él se pronuncie, siempre hay alguien que le recuerda quién lo puso ahí.

Ayer hizo 2 meses desde que votamos en las elecciones generales del 23 de julio, seguramente los peores 60 días de Alberto Núñez Feijóo, que por primera vez ha visto limitada su personalidad política, como un coche al que le han puesto un cepo y no puede circular con libertad. El mitin convocado para hoy es un buen ejemplo de ello. En Génova evitaban cometer errores como la foto de Colón de Pablo Casado y Albert Rivera, una imagen que se los llevó por delante, porque se ha demostrado en las urnas que Vox es un partido que repele al votante moderado… ese que desde Galicia venía a cazar Feijóo. Bastaron unas pocas palabras del expresidente Aznar, para que Génova cambiara radicalmente la táctica.

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